La Fragua de la Caridad... un viaje apasionante al corazón de los niños para forjar santos

César Augusto Castro Almeida (Las Palmas, España, 1983) es un cristiano católico, licenciado en Administración y Dirección de Empresas, funcionario de carrera de la Administración General del Estado, casado en santo matrimonio, y autor de los libros “La Fragua de la Caridad” (novela catequética; año 2016) y “El Núcleo de la Caridad” (novela postpandemia en defensa de la Eucaristía; año 2021), los cuales se encuentran a la venta en la Web de Amazon en versión impresa, y de forma gratuita en formato electrónico en Play Libros (Google Play).

¿Cómo nace la idea de escribir La Fragua de la Caridad?

Un sábado por la mañana, mientras desayunaba con la intención de ir a la Santa Misa, llegó a mi teléfono móvil un mensaje de texto providencial, del cual extraje una idea (como un granito de arena, que después se convertiría en una montaña, y que venía a decir que “si nosotros los cristianos no hacemos lo que debemos de hacer, ¿quién lo hará?”) que sirvió de detonante para desarrollar toda una historia catequética, una situación que explico en el prólogo del libro.

Como anécdota, recuerdo que de camino (en coche) a la Santa Misa, la idea del esqueleto del libro fluía en mi interior, y que tras la Santa Misa acudí a una cafetería para escribir en servilletas el esqueleto del libro (y varias pinceladas principales del mismo) mientras repetía parte del desayuno: otro café.

¿En qué medida está inspirado en su experiencia de niño en las excursiones infantiles?

El modus de la excursión, fue una “excusa” para poner a un grupo de niños y de niñas en un ambiente catequético vivo, en un ambiente catequético que cobra vida, en el cual los niños y niñas de una forma no forzada aprenden distintas verdades de nuestra Fe católica, verdades que después llevan a la reflexión personal y detonan un cambio de vida de dentro para fuera, un cambio que surge desde lo más profundo del propio ser tras quedar grabadas en el corazón distintas Verdades.

Hay partes del libro que están basadas en mi propia experiencia personal como niño. Por ejemplo, en el capítulo “Los puentes de la gracia” (capítulo introductorio de una serie de capítulos en donde se abordan los siete sacramentos) a la hora de abordar los dones del Espíritu Santo, y en concreto el don del Santo Temor de Dios, uno de los niños pregunta al personaje principal del libro: “¿tenerte miedo es un don?”, a lo que éste con una amplia sonrisa contesta: “El don del Santo Temor de Dios no tiene nada que ver con tenerle miedo a Dios, no tiene nada que ver con tenerme miedo. Gracias a este don, el cristiano al reconocer su pequeñez, su debilidad, tiene miedo de disgustar a Dios, tiene miedo de separarse de mí, y por tanto tratará de evitar toda aquella ocasión que le pueda llevar a pecar, y por tanto a disgustarme.”.

Pues bien, precisamente siendo niño por no pensar lo suficiente en la consecuencia de mis actos (a muchos nos pasaría) le ocasioné a mi padre (y a mi madre) un disgusto por hacer aquello que me advertían que no hiciera porque entrañaba un peligro para mí (estuve a punto de perder un ojo…), algo que relato en el libro como una experiencia propia de uno de los niños protagonistas.

Para no disgustar al Buen Dios con nuestra forma de proceder, como a veces nos ha podido suceder con nuestro padre terrenal, tenemos un “Libro de Instrucciones” infalible, conformado por los diez Mandamientos de la Ley de Dios y por los cinco Mandamientos de la Santa Madre Iglesia Católica, aspectos que son abordados en uno de los capítulos del libro.

Movidos por el don del Santo Temor de Dios, este “Libro de Instrucciones” nos ayuda a poner los medios óptimos para alejarnos del Mal, del Maligno, y así no poner en riesgo la salvación de nuestras almas (y por ende no darle un disgusto a Padre Dios).

¿Por qué en esa edad de la inocencia el corazón está más abierto a recibir la Verdad?

A una edad temprana el corazón (entendido como la sede de los sentimientos) no está suficientemente contaminado, y es por ello que la inocencia, la pureza del espíritu, es un terreno fértil en donde la Verdad que es Cristo, puede ser sembrada y dar buen fruto (ver Mt 13, 3.8-9), una predisposición que se puede observar especialmente en los niños y niñas que acuden a catequesis de primera Comunión.

La pureza de corazón (la “inocencia” bien entendida en la edad adulta) es nuestra responsabilidad el mantenerla; ¿cómo? con la Confesión frecuente de los pecados actuales y de los pecados de la vida pasada.

Los pecados de la vida pasada, son aquellos aspectos en los cuales suele arreciar mayormente la tentación en el presente (como aquella hierba mala que una vez estuvo, y que dejó un hueco, en el cual una y otra vez trata nuevamente de germinar para luego propagarse con sus efectos nocivos y tóxicos), aspectos que si bien no siempre se convierten nuevamente en pecado (mortal o venial) al quedarse la tentación en una tentación, sirven de “excusa” saludable para recibir la gracia sacramental frecuentemente en el sacramento de la Confesión (acudiendo al mismo con un nuevo arrepentimiento contrito los pecados de nuestra vida pasada que ahora arrecian como tentaciones, con las cuales el Maligno quiere inducirnos a ser necios y repetir nuestras sandeces -ver Proverbios 26, 11-) y seguir adelante en la vivencia de las virtudes cristianas en la vida ordinaria.

Hay que perderle el miedo al sacramento de la Confesión, ya que éste sacramento bien celebrado supone un revulsivo en nuestra alma, un revulsivo operado por la gracia de Dios, que como el fuego de fundidor o la lejía de lavandero viene a purificar nuestra alma (ver Malaquías 3, 2) y a darle nuevamente su brillo original.

¿Consideras que tocas en él todos los temas esenciales de la Fe?

A lo largo del libro se tratan múltiples aspectos esenciales de nuestra Fe, conformando un conglomerado que no solo puede ser útil para aquellas personas que se dediquen a la labor catequética, sino también para aquellas personas que no frecuentan los ambientes eclesiales (bautizados alejados o personas sin bautizar) que deseen una aproximación “fresca” a las distintas verdades de nuestra Fe católica.

En el libro se tratan diversos aspectos como pueden ser: el trabajo que el Buen Dios hace en las almas moldeándolas convenientemente si éstas se dejan moldear; la noche oscura de los sentidos y la noche oscura del alma; el Cielo, el Purgatorio y el Infierno (con su “camino ancho” precedente); la matanza de niños inocentes en el vientre de sus madres por los nuevos Herodes: un pecado que clama al Cielo; la importancia del Vicario de Cristo en la Tierra (en la actualidad el Santo Padre Francisco); la importancia de la Virgen María en el acercamiento de las almas a Dios; las tres Personas de la Santísima Trinidad; los diez Mandamientos de la Ley de Dios y los cinco Mandamientos de la Santa Madre Iglesia; la diferencia entre el pecado mortal y el pecado venial, y sus consecuencias en el alma; la inexistencia de la reencarnación (tan de moda en los ambientes New Age); las indulgencias plenarias y parciales; los siete sacramentos de la Santa Madre Iglesia (los siete “puentes” de la gracia santificante); las virtudes teologales y cardinales; los siete dones y los doce frutos del Espíritu Santo; la existencia del ángel custodio (nuestro guardaespaldas espiritual); la importancia del rezo diario del Santo Rosario y de usar con devoción el Santo Escapulario, etc.

¿Cómo ha logrado meter tanto contenido catequético/teológico de manera amena?

La génesis del libro supuso un duro trabajo de documentación (Catecismo de la Iglesia Católica, YOUCAT, Código de Derecho Canónico, Suma de Teología de Santo Tomás, rituales litúrgicos, libros, artículos y audios diversos), y de reflexión personal para lograr que aspectos tan diversos y numerosos pudieran formar parte de una línea argumentativa que no perdiera la frescura expositiva.

Sin duda, esta obra sin la asistencia y ayuda del Buen Dios no hubiera sido posible.

¿Se podría decir que en el fondo el libro es un llamado a la conversión?

Sí, el fondo del libro es un llamado a la conversión, un llamado a la santidad, un llamado a dejar hacerse por Aquel que nos amó primero, para que un día seamos partícipes del Cielo: “la Sala Final”.

Uno de los niños del libro tiene un fuerte anhelo de llegar al Cielo (a la “Sala Final”), y para ello está convencido de que es necesario dejarse hacer diariamente por el “Herrero” que todo lo puede. A su vez está convencido de que querer es poder, y que si todos aquellos que le rodean quieren, también podrán, por ello le pide al “Herrero” que ellos quieran, y que si alguno es presa de algún falso herrero, que lo abandone antes de que sea demasiado tarde.

Ante tal anhelo, el consejo del “Herrero” no se hace esperar:

coopera conmigo todos los días de tu vida, para que así mi amor llegue a más y más personas. Reza […] el Santo Rosario por todos aquellos que no han conocido cómo les amo. Reza por ellos […] y sé siempre obediente a la Santa Madre Iglesia Católica incluso en lo más pequeño, sé siempre obediente pase lo que pase. Predica siempre con tu ejemplo, y si hace falta también con tus palabras. Haz tuya la siguiente frase de mi sierva la Beata María Cristina Brando, y ponte manos a la obra: “Debo ser santa; quiero ser santa".

Repite todos los días de tu vida: “debo ser santo; quiero ser santo". Pídeme todos los días de tu vida que te ayude a ser santo, abandónate en mis manos, y te haré santo. Lo haré contigo y con todo el que me lo pida de corazón. Lo prometo y lo cumpliré.”

¿Por qué considera que este libro es muy útil para los catequistas?

Puede ser un libro útil para los catequistas al suponer un repaso integral de partes esenciales de nuestra Fe católica, aspectos que habitualmente se exponen a los niños que se preparan para recibir la primera Comunión y a los jóvenes que se preparan para recibir el sacramento de la Confirmación. “La Fragua de la Caridad” es un libro que cuenta con ejemplos de la vida cotidiana que tratan de hacer más cercanos los conocimientos catequéticos/teológicos.

Además, ¿a qué tipo de personas puede ayudar?

Tal y como comenté anteriormente, el libro puede ser de utilidad también para aquellas personas que no frecuentan los ambientes eclesiales (bautizados alejados o personas sin bautizar), ya que expone con frescura (de forma cercana y accesible), mediante una gran parábola vivencial, distintos aspectos de nuestra Fe católica.

Las parábolas fueron un recurso esencial en la predicación de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como nos recuerda el personaje principal del libro:

Las parábolas son un recurso que utilicé hace dos mil años para hablar a los hombres, con el cual obtuve muy buenos resultados. Gracias a las parábolas muchas personas sencillas fueron capaces de aprender lo esencial de mi mensaje, fueron capaces de entender mi Evangelio.”

¿Por qué merece la pena adquirirlo y cómo se puede hacer?

“La Fragua de la Caridad” es una obra que puede servir de inspiración al lector, ofreciendo una guía práctica para mejorar la propia vida y fortalecer la propia Fe, un pequeño apoyo para tomarse enserio el llamado a la santidad en estos tiempos tan convulsos que vivimos de apostasía generalizada.

La versión impresa (en versión tapa blanda) de la “La Fragua de la Caridad”, se encuentra disponible a la venta en la Web de Amazon, mientras que la versión electrónica del mismo se encuentra disponible gratuitamente en Play Libros (Google Play).

¿Cómo complementa a este libro “El Núcleo de la Caridad”?

El libro “El Núcleo de la Caridad” fue un libro posterior (año 2021), un libro que fue fruto de una dura experiencia personal de sufrimiento litúrgico postpandemia, un sufrimiento que compartimos muchas personas a lo largo y ancho del orbe, al ver como se nos prohibía recibir la Sagrada Forma en la boca, a pesar de que los obispos, por regla general, respetaban el derecho de los fieles a recibir la Santa Comunión en la boca.

Hay que decir que en el libro “La Fragua de la Caridad” se aborda una explicación general del sacramento de la Eucaristía (“El Cielo en la Tierra”), mientras que en el libro “El Núcleo de la Caridad” se pone el énfasis en el cuidado diligente que debemos de poner en que las partículas de la Eucaristía (en cada una de las cuales se encuentra Nuestro Señor Jesucristo realmente presente y al completo, en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad) no se pierdan.

Cuidar nuestro manejo eucarístico, implica cuidar a Aquel que deseamos anunciar con nuestras palabras y con nuestras obras, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo.

Por Javier Navascués

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