P. Agustín Giménez: "El obstáculo para el 5º dogma mariano es verlo peligroso para el diálogo ecuménico"

El P. Agustín Giménez sintetiza en esta entrevista lo mejor de su libro María, mi Madre. Corredentora, Mediadora, Abogada. 

Agustín Giménez González. Sacerdote diocesano de Getafe (1999), doctor en teología bíblica por la P. U. Gregoriana de Roma (2009), profesor de Sagrada Escritura en la UESD desde 2007. Es miembro de la Asociación Bíblica Española, del Centro Español de Sindonología, de la Sociedad Mariológica Española y de la International Marian Association.

¿Por qué decidió escribir un libro sobre la corredención de María Santísima y su papel como mediadora y abogada?

Fue el deseo y casi la necesidad de hacerle este regalo a la Virgen María. Y más allá de esto, hay multitud de motivos. Han confluido varios factores. Por una parte, el anhelo profundo de que María sea más conocida y amada por todos los hombres. El deseo de que los seres humanos conozcan que tienen una madre real, que verdaderamente les ha engendrado a la vida redimida y reconciliada con Dios. Por otra parte, desde que fundamos el Foro Mariano junto con otras personas, tanto Fina Rivero como yo hemos vivido una llamada a sacar adelante este libro, porque la Iglesia y el mundo necesitan conocer su contenido. Creemos que esto es muy importante, y darlo a conocer es parte del plan de Dios. No queremos dejar de aportar nuestro granito de arena.

Además, confluyó una petición de la editorial Nueva Eva de escribir un libro sobre este tema. Hace unos años, en los rosarios de antorchas del Cerro de los Ángeles (primeros sábados de mes), empezamos a dar unas catequesis bíblicas sobre María y su función salvífica. Muchas personas nos pidieron entonces que publicásemos estas catequesis. Ellas están en el origen del libro.

La llamada fue tan fuerte que a finales de la primavera de 2023 centramos todas las energías en sacar adelante este libro, volcando en él lo que habíamos descubierto desde que iniciamos a investigar sobre ello en torno al 2016. Fina me dijo: “urge escribir el libro, no se puede posponer más”. En efecto, creemos que el mundo lo necesita. Nos costó encontrar un título que reflejase lo que es el libro, a la vez un libro dirigido a todos, y también un libro de profundidad teológica y bíblica. Un libro que pretende que cada uno personalmente descubra a María, y que igualmente quiere influir teológicamente en la comprensión del misterio de María y la redención. Finalmente, tras mucho rezarlo, Fina Rivero y yo vimos que el título debía ser “María, mi Madre”, centrado en lo esencial que es la maternidad espiritual de María para conmigo y para con todos. El subtítulo era más descriptivo del contenido teológico: “Corredentora, Mediadora, Abogada. El papel de María en la historia de la salvación: desde la Biblia, la teología y la historia”.

https://nuevaeva.es/maria-mi-madre/

¿Por qué antes ha querido recalcar en el título que María es su Madre?

Porque Madre es el título central. Desde hace un par de siglos se ha buscado el título que mejor exprese el papel de María en el plan salvífico de Dios, es decir, qué ha hecho María por nosotros, quién es para los hombres. Según las épocas se habló de Mediadora universal, de Corredentora, de Medianera de todas las gracias… y el avance teológico de la Iglesia ha dado como fruto la unánime consideración de que María es Madre de la humanidad redimida. De que lo que ella ha hecho por nosotros es engendrarnos como madre a la vida sobrenatural restableciendo como “Nueva Eva” la comunión con Dios, en estrecha colaboración con el Espíritu Santo. Ella nos engendra como madre al pie de la Iglesia, ofreciendo a Jesús maternalmente por nuestra salvación. Por eso, es muy importante entender los otros títulos, a saber, corredentora, mediadora y abogada, como subtítulos, como adjetivos que especifican el sustantivo “Madre espiritual de los hombres”.

¿Por qué lo considera el libro más importante de su vida?

Porque tengo la conciencia de que mi vida sacerdotal, cada vez más, es para amar y hacer amar a María, de que mi voz es para hablar de Ella, mis manos para escribir de Ella, y mis ojos para mirarla. Cada vez me identifico más con las palabras de San Juan Damasceno: “Ella tiene cautiva mi alma, en ella pienso de día y de noche”, porque cuanto más va uno conociendo y entendiendo su papel, su amor personal hacia cada uno, más se enamora de su Madre, del perfectísimo plan de Dios, y más desea uno colaborar en él. Y yo colaboro especialmente con este libro. Este es importante porque lo he hecho por amor a Ella, como un regalo para María. Ese es su valor principal.

¿Cómo se ve en la Sagrada Escritura la contribución de María a la redención, desde el Génesis hasta el Apocalispsis?

En comunión perfecta con Cristo. Son un solo corazón, también en el deseo de redimir a la humanidad, y en la ejecución de ese objetivo. Cristo como único redentor del ser humano, María como “alma asociada” estrechísimamente a ese Redentor, engendrando maternalmente la redención.

Esa unión entre Madre e Hijo se manifiesta desde Gn 3,15, la promesa de salvación que Dios hace en cuanto se comete el pecado y aparece la cautividad del hombre respecto a Satanás. Ahí se presenta ya a la Mujer y su descendencia, su hijo, unidos en el combate contra la serpiente y su descendencia, anunciándose la victoria definitiva de aquellos. El resto de la Escritura está llena de alusiones a esta promesa. Jesús identifica a María con la Mujer de Gn 3, llamándola así, en las bodas de Caná y en la cruz, donde ofrece el vino nuevo de la redención, su propia sangre. Esta sangre, como su cuerpo, procede todo él de María, de su humanidad. La carne de Cristo es la carne de María, decían los antiguos desde el tiempo de san Agustín. Y lo que nos salva es el ofrecimiento de su cuerpo, que es todo procedente de María.

En el Apocalipsis se presentan los mismos personajes (Ap 12), la Mujer, su hijo descendencia, que es el Redentor, dado a luz como tal precisamente en la cruz, en el misterio pascual, al morir, bajar al sheol, y llevar a la casa del Padre a todos los justos del Antiguo Testamento. Lo hace venciendo al gran dragón, a la serpiente antigua, al engañador del mundo entero, que no logra retenerlo en la muerte y que a su vez es desalojado del cielo. Allí ya no puede cumplir la función que asumió: impedir la entrada de los hombres, que eran suyos, pues no habían sido rescatados. Podía acusarlos ante el Padre día y noche. Pero redimidos por la sangre del Cordero, dado a luz por la Mujer, pueden ahora ser rescatados. El mismo capítulo de Apocalipsis indica que los que dan testimonio de Jesús, los cristianos, son el resto de la descendencia de la Mujer, de María, que también los engendró al pie de la cruz.

¿Cómo ha expresado la teología esta contribución de nuestra Madre?

De mil formas, con su vida, su fe, y sus expresiones, en todo tiempo de la Iglesia. Desde el principio con el título de “Madre”, consciente de que ella ha colaborado como madre en nuestra generación a la vida redimida, en contraposición a Eva. Por eso desde el principio, con san Justino y san Ireneo de Lyon se puso en paralelo ambas figuras, Eva y María. Ambas tienen algo en común: son madres de toda la humanidad, Eva a nivel biológico, María a nivel espiritual. Las dos tienen la vocación de ser una ayuda adecuada para Adán y Jesús, nuevo Adán, respectivamente. En esta vocación Eva fracasó, arrastrando a Adán al pecado, y María triunfó, colaborando adecuadamente con Cristo en la restauración de todo el universo, especialmente del género humano. La primera desconfió de Dios, la segundase fio heroicamente hasta el final, deshaciendo el nudo que Eva ató por el que estábamos sujetos a la condenación…

Desde el siglo II se fue mostrando la colaboración decisiva e indispensable de María en la obra de la redención como una nueva Eva triunfante, unida al nuevo Adán, el hombre perfecto y único Redentor y restaurador del género humano. Lo hizo por su poder divino, unido a María, con un solo corazón. Los Santos Padres desarrollaron abundantemente esta imagen tan lúcida, como por ejemplo san Efrén en la Iglesia siriaca. Este riquísimo contenido teológico de la Nueva Eva se vertió a partir del segundo milenio en títulos que expresasen concretamente su papel en la redención en la misma terminología. Así, desde el siglo X se la llamó “redentora”, en comunión con el único redentor, y desde el siglo XV-XVI también “corredentora”, añadiendo el prefijo “co-“ para subrayar la subordinación de María a la obra de Cristo.

Con este título se indica la acción de María que incide directamente en el rescate de la humanidad, la redención misma, que tuvo lugar en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y resurrección. María no fue un testigo pasivo de este acontecimiento. Ofreció a su Hijo por la salvación del mundo, como madre que es de Jesús; del mismo modo que el Padre eterno lo ofreció también por nosotros paternalmente, y el Espíritu lo hizo santamente, así como Jesús se ofreció igualmente a sí mismo por los hombres. María, además de ofrecer a su Hijo, se ofrece a sí misma, sufriendo y muriendo de dolor con su Hijo por nosotros, sus nuevos hijos espirituales. Hace una ofrenda perfecta de amor a Dios y a los hombres pecadores suplicando que se realice la redención, y de este modo revierte el pecado de Eva, deshace el nudo por una acción contraria y opuesta, en unas circunstancias semejantes a las del pecado original. Pero esta vez la serpiente, el enemigo, el engañador y tentador es vencido, por una virgen fiel, inmaculada, pura, que amó a Dios sobre todas las cosas hasta el final.

Otros títulos han expresado la acción maternal de María después de realizarse la redención en el misterio pascual: mediadora de la gracia, y abogada. María es la mediadora universal pues por su medio nos ha llegado la gracia que es Cristo, y nos sigue llegando. La Gracia tiene una huella mariana en su esencia, está marcada por María, porque ella colaboró directamente en el derramamiento de la gracia sobre el mundo, al pie de la cruz. Y como toda gracia brota del misterio pascual, toda gracia pasa por María, es tocada por María, tiene el perfume de María, es traída por nuestra Madre. Asimismo, es nuestra abogada, defensora, la esposa del Espíritu Santo que con Él nos protege del mal e intercede por nosotros, sus hijos queridos.

Estos títulos que he mencionado son los principales, y engloban en sí la totalidad de los demás títulos que reflejan alguna dimensión del amor maternal de María hacia nosotros.

¿Cómo ha sido la evolución histórica hacia la proclamación de este dogma?

Responder a esta pregunta implicaría resumir casi 200 páginas del libro… pero citaré los momentos fundamentales. Una vez proclamado en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción, quedaban dos verdades sobre María por proclamarse: su Asunción al Cielo y su maternidad espiritual para con todos los hombres o mediación universal. Algunos obispos pidieron en el Concilio Vaticano I (1870) que se abordase la cuestión, pero se consideró que todavía era pronto para ello. Los pontificados desde León XIII hasta Pío XI fueron riquísimos a nivel mariológico, e impulsaron mucho el desarrollo teológico sobre el misterio de María. A partir de 1900 empezaron a celebrarse con frecuencia congresos marianos internacionales, algo nunca antes sucedido. Todo ello creó un ambiente propicio para un desarrollo nunca visto de amor y piedad a María, y el rezo cotidiano del rosario en las familias cristianas por la continua insistencia en ello de todos los Papas desde León XIII. En ese contexto, nació el movimiento del Card. Mercier en Bélgica, promoviendo y extendiendo desde su sede Malinas el deseo de proclamación de la mediación universal de María, englobando su maternidad espiritual y su corredención. La gran mayoría de las órdenes religiosas, así como el episcopado de Francia, España y parte de Italia, se sumaron a la iniciativa.

La fuerza de este movimiento impulsó a Pío XI, recién elegido sumo Pontífice, a crear tres comisiones teológicas con los mejores teólogos y mariólogos del momento, para dilucidar si era posible y conveniente la proclamación de este dogma. Cuando se abrió el archivo secreto vaticano para poder consultar estos informes, no se encontraron, pero sabemos que todos los miembros de la comisión española y de la belga, y al menos la mitad de los de la comisión italiana, estaban a favor de que se proclamase el dogma. El informe español, dirigido por el insigne P. José María Bover, con abundantísima información de la Escritura, la Tradición y el Magisterio, tenía casi 2500 páginas… no se trataba, por tanto, de opiniones meramente subjetivas, sino bien fundamentadas. Dentro del pueblo cristiano surgieron muchas iniciativas, a semejanza de lo que había sucedido con la Inmaculada, para promover el dogma: juramentos, votos, novenas, imágenes, procesiones… en España la inmensa mayoría de las hermandades y cofradías marianas hicieron voto de defensa e incluso ofrecimiento al martirio por la proclamación de los dogmas marianos que, a su juicio, faltaban por proclamarse. Entre ellos estaba San Pedro Poveda.

El caso es que el Papa Pío XI no consideró oportuno proclamar ningún dogma, pero años más tarde, en 1950, Pío XII proclamó el dogma de la Asunción. Muchos lo entendieron precisamente como una preparación para culminar la verdad de María con el último dogma, sobre la mediación y maternidad universal de María Corredentora. Así, por ejemplo, se manifiestaba el P. Luis Mª Mendizábal S.J.

Al llegar el Concilio Vaticano II se dio una situación compleja. Por una parte, se promulgó el documento más rico y extenso sobre la Virgen María hasta la fecha por parte del Magisterio, en el capítulo VIII de la Lumen Gentium, donde se explicaba con precisión esta colaboración de María a la redención. Por otra parte, se evitó conscientemente el lenguaje “corredentor” en aras del ecumenismo, ya que uno de los objetivos principales de Juan XXIII al convocar el concilio era alcanzar la deseada unidad de las iglesias cristianas. Como a los protestantes les producía rechazo este lenguaje sobre María, se evitó utilizarlo.

Después llegó la compleja crisis posconciliar que afectó a todos los niveles de la teología y, como no podía ser menos, también a la mariología. Además, el espíritu ecuménico, no siempre bien entendido, influyó en que la figura de María quedase muy relegada, sobre todo en comparación con el fervor y estudio mariológico previo al Concilio. Todo ello a pesar de los esfuerzos de San Pablo VI por rescatar el papel de María al proclamarla “Madre de la Iglesia” y al escribir unos diez años después la Marialis cultus.

Al llegar san Juan Pablo II todo recibió un nuevo impulso, e incluso recuperó el título de Corredentora para María, empleándolo en varias ocasiones durante sus discursos. Simultáneamente resurgía el movimiento de inicios de siglo del Card. Mercier, esta vez por medio de un joven profesor americano, Mark Miravalle, que fundó Vox Populi Mariae Mediatrice, el cual reunió 5 millones de peticiones pidiendo al Papa el dogma de María Corredentora, Mediadora y Abogada. La petición iba apoyada fervientemente por Santa Teresa de Calcuta.

Antes de que san Juan Pablo II se pronunciase, desde Secretaría de Estado se hizo una petición a la Pontificia Academia Mariana Internacional, mientras se reunía en Częstochowa (Polonia) para sus sesiones ordinarias de estudio. A saber, que aprovechasen su reunión para formar una comisión que valorase esta petición. En una reunión de unos pocos minutos con algunos de los participantes, se realizó un veredicto que fue publicado en L’Osservatore Romano al año siguiente. Esta comisión consideró que no era tiempo maduro, que debía seguir profundizándose en el tema, y que sería un paso muy negativo a nivel ecuménico.

De este modo se daba carpetazo a la petición. Por una parte, algunos mariólogos dieron por zanjada la cuestión para siempre. Otros, sin embargo, asumieron la petición de profundizar en los aspectos mencionados por la comisión, y empezaron a multiplicarse los congresos, simposium, artículos, libros, estudios, cada vez en mayor número hasta la fecha. Y cuanto más se estudiaba la cuestión, más se veía la conveniencia de este dogma. Hasta que recientemente se alcanzaron los 8 millones de peticiones, que se hicieron llegar al Papa Francisco, el cual no considera el tiempo actual uno oportuno para proclamar más dogmas. Lo que pase en el futuro, solo Dios lo sabe. El dogma de la Inmaculada se proclamó tras cuatro siglos de controversias, trabajos, altibajos… el último dogma quizá se proclame en unos años, o quizá no se proclame nunca. Yo lo que sé es que me siento llamado a trabajar incansablemente en dar a conocer su verdad, su conveniencia, y en ofrecerme a Dios por él, como lo hizo san Pedro Poveda a inicios del siglo XX. Luego Dios hará lo que considere oportuno, y a través de los avatares de la historia se realizará su plan de salvación.

¿Cuáles han sido las principales objeciones y obstáculos a este dogma?

En un primer momento, la falta de madurez teológica respecto a la terminología y la relación de los títulos que componen en sí esta verdad sobre María de su colaboración en el plan de Dios. Gracias a infinidad de estudios, diálogos y publicaciones parece firmemente establecido que el título principal es “Madre espiritual de la humanidad”, que se explicita en los adjetivos “Corredentora”, “Mediadora universal” y “Abogada”. Actualmente, en mi opinión, la reflexión teológica ha alcanzado una madurez suficiente como para proclamar esta verdad, aunque diversos autores rechazan la terminología.

Consideran que utilizarla podría equiparar a María con Cristo, dando una interpretación errónea al prefijo “co”, que nunca significa “igualdad” cuando el título con el que se correlaciona no lleva “co”, tal como sucede con “piloto” y “copiloto”. Lo mismo se aplica a “Redentor” y “Corredentora”: “co” significa colaborador, ayudante del agente principal de la acción (de conducir en el caso del piloto, de redimir en el caso del redentor). Por otra parte, como se analiza en el libro, nunca ningún autor católico ha empleado este título equiparando a María con Cristo, el único Redentor, ni se ha entendido como una amenaza para su unicidad. Por eso, consideremos una grave injusticia histórica y teológica acusar al título falazmente. Es más, el título más antiguo aplicado a María respecto a la redención es el de Redentora (ca. s. X), al que se le añadió el prefijo “co” en tiempos de la reforma protestante para que no hubiese equívocos ni posibilidad por parte de los protestantes de acusar a la Iglesia de equiparar a María con Cristo.

No obstante, la principal objeción no es teológica (pues no la hay), ya que la Tradición y el Magisterio son claros al respecto. Actualmente el impedimento sustancial es que el dogma se considera peligroso para el diálogo ecuménico. Un diálogo que, por otra parte, a partir del siglo XX se ha manifestado cada vez más estéril… estando las iglesias protestantes más distanciadas que nunca de la Iglesia católica por las decisiones que van tomando.

¿Qué beneficios traería a la Iglesia la proclamación de este quinto dogma mariano?

En el libro desarrollo numerosos beneficios explicándolos teológicamente. Aquí solo los enumero: el primero es que la Iglesia ofrecería a sus hijos la verdad completa sobre su Madre, la Virgen, propiciando que se la conozca y ame más perfectamente; el segundo, que cumpliríamos más perfectamente la petición de Jesús de acoger todos a María como madre nuestra; el tercero, que recibiríamos la bendición de Dios, que promete bendecir a quienes bendicen a María; el cuarto, que cumpliríamos el 4º mandamiento de la ley de Dios para con nuestra Madre, la Virgen; el quinto y sexto, Dios nos recompensaría y potenciaría el papel corredentor de la Iglesia; el séptimo, María daría todo lo suyo de un modo pleno a sus hijos, y los podría reunir (octavo) en una única iglesia cumpliendo el deseo ecuménico de san Juan XXIII.

Según santa Teresa de Calcuta, en carta fechada el 14 de agosto de 1993, cuando el Papa proclame este dogma se producirá un efecto sobrenatural: la Iglesia recibirá una gracia espiritual especial. No entra en más detalles. Para muchos otros, este dogma está vinculado al triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido a Sor Lucía, y al inicio de una nueva etapa de paz para la humanidad.

Cómo conclusión…el hecho que este dogma lleve tantos años dentro del sentir de la Iglesia y con tantos argumentos concluyentes a favor, ¿hace que tengamos la esperanza de verlo proclamado pronto?

No sé si pronto o tarde, pues los designios de Dios son inescrutables, y lo que es pronto para Dios pueden ser muchos años. Ojalá lo viesen un día mis ojos. Pero personalmente eso no me preocupa. Solo me importa aportar mi grano de arena, trabajar incansablemente por María, extender esta llamada, consciente de que muchos otros miles de cristianos también la sienten, y confiar en que Dios lleva a cabo su plan de un modo que supera siempre nuestras expectativas.

En diversos momentos de la historia se ha intentado sofocar este movimiento por el último dogma de María, pero siempre acaba resurgiendo y cada vez con más fuerza… humanamente hablando, lo lógico es que se hubiese disipado ya hace años. El hecho de que una y otra vez surja en diversas partes de la Iglesia me recuerda a las palabras de Gamaliel: esto es de Dios, los hombres no podrán acabar con ello; y si es solo cosa de hombres, no debemos preocuparnos, se disipará solo.

Próximas presentaciones del libro:

  • Martes 12 de noviembre a las 19.00, en el Centro Teológico de los Agustinos: Paseo de los Alamillos, 2. San Lorenzo de El Escorial.

  • Martes 3 de diciembre a las 20.30, en la Parroquia Santo Cristo de la Misericordia. Calle de Miguel de Unamuno, 10, Boadilla del Monte.

  • Martes 10 de diciembre, a las 19.30, en la Parroquia San Fernando. Avenida de Alberto Alcocer, 9, Madrid.

  • Miércoles 18 de diciembre, a las 20.00, en Húmera, en la Parroquia de Santa María Magdalena. Avenida de la Iglesia, 16, Pozuelo de Alarcón.

Por Javier Navascués

12 comentarios

  
Lector
Con las dificultades que atraviesa la fe y lo mal que está ahora la Iglesia, qué absurdo enredarse en delirios que hasta por el uso del prefijo "co(n)-" parecen disputarle la preeminencia a Cristo...
02/10/24 9:42 AM
  
Luis Fernando
Los protestantes no van a aceptar ni un solo dogma específicametne católico. Y los ortodoxos no aceptan que Roma decida dogmas por su cuenta. Pero eso no es en relación a esta doctrina, que en el siglo II quedó explicada sin ser explicitada por San Ireneo y San Justino. Es en relación a todos los dogmas que no son comunes.
Y ni ochenta siglos de ecumenismo van a cambiar eso, porque los protestantes no van a dejar de ser protestantes. Así de simple.
02/10/24 9:49 AM
  
Lector
"codirector", "coautor", "copresidente", "cogobernadora", "copartícipe"... En todos resalta el pie de igualdad.
02/10/24 9:49 AM
  
Luis Fernando
Lector, dígale a Carlos Sainz,que está en pie de igualdad con su copiloto en el Dakar. O al capitán de un avión respecto a su copiloto cuando hay dificultades en el aparato.

Que ya son ganas de tocar los cataplines cuando la explicación es perfectamente válida.
02/10/24 10:01 AM
  
Lector
..."cofundador", "condueño"...
02/10/24 10:13 AM
  
Lector
Y respecto a Carlos Sainz, hubo un momento en que la afición se mostró delirantemente dividida entre él y los partidarios de su copiloto Luis Moya. Así que no ha elegido precisamente el mejor ejemplo...
02/10/24 10:21 AM
  
Antolin
María, madre de Dios. Con fe y amor lo entendemos.
María, siempre virgen. Con fe y amor lo entendemos
María Inmaculada, ¡lo tenemos grabado en el alma, de tanto quererlo!.
María asunta al cielo. Regado esta el mundo de esta advocación.
Vayamos detrás de lo que quiere Dios, no de los que "protestan" y de los que quieren contentar a los que no se van a contentar.
María mi Madre. Corredentora, Mediadora, Abogada.
02/10/24 10:39 AM
  
Cordá Lac
Pues hasta que sea dogma..., mi voto (que ni existe ni cuenta) en contra.
02/10/24 11:02 AM
  
Juan Pollicino
Felicito al P. Agustín por su espléndida defensa de la corredención! Dios quiera que pronto se proclame este dogma!
02/10/24 11:22 AM
  
Luis Fernando
Sí, Moyá caía muy bien a la gente pero todo el mundo sabía quien pilotaba el coche. De igual manera, todos los fieles aman mucho a la Virgen, pero todos saben quién derramó su sangre en la Cruz.
Conviene recordar que cuando el Espíritu Santo llenó a Isabel embarazada de Juan el Bautista, que había saltado en el seno de su madre AL OÍR LA VOZ de María, ella no solo dijo "Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre", sino: "¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?"

Recibir a la Madre del Señor es un don en sí mismo. Y si somos salvos por Cristo, resulta que Cristo es fruto del vientre de María. De ella, y del Espíritu Santo, nos llega el Salvador.
Eva dijo sí a Satanás. María dijo sí a Dios. Reconocer por medio de un dogma el papel tan esencial que juega María en nuestra salvación no resta absolutamente nada a Cristo como Salvador. María es lo que es por ser madre de quien es.
02/10/24 12:02 PM
  
Pacomio
¡¡ MARAVILLOSA INICIATIVA!!!
Dios Nuestro Señor bendiga y proteja y colme de Gracias a este Sacerdote, y a su obra.
A los AMARGOS CONTRADICTORES, seglares o clérigos, les recuerdo: DE MARÍA NUMCUAM SATIS.
MATER CORREDEMPTRIX, SALVANOS.
02/10/24 12:05 PM
  
Ernesto Alvel
El problema no es solo ecumenico. Es también de falta de precisión en el significado de los títulos. Redención es liberación del diablo y del pecado, una acción que solo Dios puede realizar en última instancia, y que Jesús puede realizar porque es Dios, aunque lo haga a través de su humanidad. Por otro lado María es una criatura que necesitó ser redimida. Entonces el título "co-redentora" va siempre a requerir un montón de explicaciones. Puede usarse donde esas explicaciones estén claras, pero dogmatizarlo parece excesivo. En cambio, se podría proclamar como dogma la maternidad espiritual de María, que tiene mucho más fundamento bíblico y es mucho menos controverso.
02/10/24 12:17 PM

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