Jesús Torres López realiza un estudio sobre 105 fundadoras de órdenes religiosas en España

Jesús Torres López, natural de Baeza (Jaén) se educó con los benedictinos. Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense. Ha trabajado en la Intervención General de la Seguridad Social y posteriormente en la Unidad de Control Financiero de la Consejería de Hacienda. Está casado y tiene dos hijas. Desarrolla una labor social en un barrio de las periferias de Madrid; en la Confraternidad Carcelaria Española (CONCAES) y está muy vinculado en la pastoral parroquial de los Retiros de Emaús.

Le entrevistamos con la ocasión de la publicación de su libro Contra Viento y Marea, un estudio sobre el gran número de fundadoras de órdenes religiosas españolas entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.

¿Por qué decidió hacer una tesis doctoral sobre las mujeres que fundaron órdenes religiosas en España a finales del siglo XIX y principios del XX?

Después de muchos años de acompañamiento a un grupo de mujeres en una parroquia de un barrio de las periferias de Madrid en donde fraternalmente compartíamos fundamentalmente las carencias afectivas, sociales, malos tratos, vejaciones, desigualdades, soledades y todo tipo de discriminaciones, decidí exponer sus relatos y sus discursos a la luz pública. No recuerdo con exactitud cómo di con un programa de doctorado multidisciplinar que el Instituto Universitario de Investigaciones Feministas (INSTIFEM), de la Universidad Complutense, ofrecía a todos aquellos que cumpliendo una serie de requisitos pudieran desarrollar estudios de investigación relacionados con el desarrollo de la mujer. Con el tiempo he llegado a pensar que sin lugar a dudas fue el Espíritu Santo, el que me condujo a aquel Centro.

La directora en aquel momento era la doctora doña Asunción Bernárdez, que muy amablemente me fue conduciendo por los caminos de la metodología a seguir en las líneas de una seria investigación. Y desde ese momento comprendí que yo no podía utilizar los discursos de las mujeres que acompañaba en la pastoral parroquial. Era sacar a la luz la privacidad de existencias rotas… Por encima de todo la prudencia y la discreción había que preservarlas. Y fue precisamente la doctora Bernárdez la que me ofreció, una vez que vio que en mi CV había realizados estudios de teología, que investigara “en una serie de mujeres católicas del s. XIX que habían fundado una serie de instituciones benéficas” (sic). Y ahí dio con la tecla.

Me puso en contacto con la profesora de la UCLM, la doctora Ángela Muñoz presidenta de la Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres. Y fue ella la que me condujo por los vericuetos de la investigación con una profunda, sabia y paciente dirección.

Y ahí empezó el camino. Lo primero que hice fue elaborar una cartografía de todas las Congregaciones Femeninas católicas del siglo XIX. Esta documentación la conseguí en la CONFER. A continuación, me puse en contacto con cada una de las familias religiosas con la finalidad de conseguir la documentación necesaria (biografías, bibliografía, testamentos espirituales, diarios, Constituciones, etc.) para ir elaborando un soporte documental que avalara cada dato, cada fecha, cada cita exigida en un programa doctoral.

Aprovecho para dar las gracias a todas las Comunidades religiosas por la información que, tan gentilmente y con tanta abundancia de documentación, me facilitaron en su día. Gracias.

¿Era conveniente que una tesis tan densa fuese resumida en un libro?

¡Sin lugar a duda! La tesis abarca casi ¡setecientas páginas! y esto fue así por miedo personal. El contexto (INSTIFEM) era para mí un medio hostil, porque el mero hecho de ser hombre (he sido el primer hombre en haber conseguido el doctorado en estudios feministas) me producía una tensión interior que fui superando poco a poco gracias al clima de acogida afectiva y entrañable de cada una de las mujeres (profesoras, secretarias, etc.) que me iban abriendo el camino conforme iba avanzando la investigación.

Por lo tanto, la tesis había que resumirla. Y había que resumirla para que nuestra sociedad conozca quienes fueron estas heroínas que “contra viento y marea” llevaron a cabo una labor caritativa, filantrópica y social de tal envergadura que hoy en día y por los cinco continentes continúa la acción social, renovadora y evangélica de las hijas y seguidoras de estas FUNDADORAS con mayúscula. Aprovecho para manifestar y destacar la preparación académica y profesional de la innumerable pléyade de mujeres expandidas por el mundo entero que, siguiendo los esquemas fundacionales y adaptados a los nuevos tiempos, ejercen funciones profesionales, académicas, asistenciales en los lugares más recónditos del planeta. Son las misioneras que no podemos, que no debemos jamás de olvidar.

Llama la atención que hay un centenar de órdenes…

Y al primero que me llamó la atención fue precisamente a mí, porque al ir elaborando la cartografía me daba cuenta de que aquello no tenía fin. Hubo que cortar el movimiento fundacional en 1930 para no alargar en demasía la investigación.

¿Por qué germinaron tantas órdenes religiosas?

Muy sencillo: la Ilustración le echó en cara a la Iglesia la inacción y pasividad ante el empobrecimiento, la ignorancia, el analfabetismo y el atraso en la clases obreras y campesinas en general. Y fueron precisamente las mujeres las que salieron “corriendo” al punto de la mañana por los caminos en donde estaban apostados los más vulnerables, los más desfavorecidos. Y lógicamente me viene a la mente lo que dice Lucas: “el primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas”. Y este más de un centenar de mujeres en este corto período de tiempo llevaron los aromas de la cultura, del acompañamiento hospitalario, la promoción de la mujer obrera, el remedio de la soledad en la ancianidad, etc., etc. En el libro y de una manera muy sucinta relaciono el variopinto mundo fundacional humanitario y compasivo. En España la clase política durante el siglo XIX andaba enredada en sus luchas intestinas con el afán único de conseguir poder. La sociedad languidecía carente de hasta lo más elemental…

Y la mayoría de estas órdenes tenían vocación misionera…

Lógicamente la vocación tenía que ser misionera. Había que salir de los claustros (metafóricamente hablando) para oír al mendigo de Jericó que sentado al borde del camino gritaba la necesitad de compasión (Lc. 18). Insisto una vez más, que fueron las mujeres las que salieron a curar las llagas, las heridas de una población sedienta de todo. Dice el evangelista Mateo que “pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra”.

Vamos a sustituir imaginariamente el sábado (día de descanso para los judíos) por los siglos anteriores a este nuevo periodo que hemos investigado, en el que las mujeres entraban en religión en el modo claustral y monástico porque como hemos comentado la Ilustración (de pronto tembló la tierra) atacaba a la Iglesia por su falta de compromiso filantrópico, y estas mujeres fundaron al alborear el siglo XIX otra forma femenina de ser y estar en la Iglesia, cobrando un protagonismo activo y renovador en los espacios sociales.

¿Cuál es el bien que hicieron en la España de la época y en la Iglesia universal?

El bien lo fueron desarrollando en función de los carismas que en sus procesos catárticos (no exentos de verdaderas adversidades y cruces de todo tipo) surgen siempre en función de las necesidades del Pueblo de Dios. Hay que recordar a San Pablo cuando nos habla de los diferentes dones y carismas que existen en el seguimiento a Jesús de acuerdo con la regla de la fe: la dedicación al servicio, a la enseñanza, a la distribución de bienes, el don de curar, etc. en definitiva de practicar las obras de misericordia (Rom 12, 1 Cor 12).

Levantaron un monumental edificio de la fraternidad, de la auténtica filantropía cristiana (Mt.25) fundando escuelas y colegios por todo el territorio nacional, abriendo comedores sociales, residencias de ancianos, hospitales, orfelinatos, casas de acogida, promocionando a las mujeres trabajadoras, levantando proyectos carcelarios, rescatando a las mujeres abandonadas y hundidas en el pozo de la prostitución, etc.

Es verdad que, junto a estas mujeres con nombres y vidas concretas, abrieron también la lente ante el compromiso social, una serie de hombres, que junto a las fundadoras colaboraron y encaramaron proyectos sociales y humanitarios de gran envergadura, citando entre otros a Marcos Castañer, Juan Bonal Francisco, Javier Butiña, Marcelo Spínola, Antonio M.ª Claret, Francisco Palau, Enrique de Ossó, etc.

Muchas de las fundadoras o han sido ya canonizadas o beatificadas o están en proceso…

A la Iglesia se la ataca constantemente de misógina y machista, pero al repasar tanto la Sagrada Escritura como la Tradición, observamos el protagonismo constante en la historia de la salvación que es lo que verdaderamente importa. No podemos olvidar el de María y su actividad corredentora al pie de la cruz, su ejemplo de vida llena de gracia y entrega (hágase en Mí su voluntad). Dios-Padre nos invita a la santidad y estas ciento cinco mujeres que presentamos en este trabajo dieron con la tecla de la santidad cuando oyeron en sus interioridades la invitación divina: “sed santos, pues yo soy santo” (Lev. 11).

Por lo tanto, la Iglesia no les ha devuelto la espalda, no las ha ignorado. Ha tenido muy en cuenta sus consagraciones, sus renuncias, las prácticas de sus virtudes en grado heroico, sino que, al contrario, ha exaltado en grandes ceremonias, el heroísmo, la santidad, las proezas, las hazañas y la valentía de estas fundadoras que sembraron una semilla pequeña y que hoy en día se ha expandido por los cinco continentes. Le invito a que entren en internet y comprueben hasta donde llegan los proyectos de estas mujeres.

También destaca que son de los más diversos estratos sociales, desde la aristocracia hasta las familias más humildes…

Se ha venido diciendo en determinados espacios culturales, que a la caridad solo se dedicaban las mujeres pertenecientes a la aristocracia y a la burguesía, pero a la hora de ir desbrozando documentación y analizar los perfiles y estamentos familiares sociológicos de las fundadoras se llegó a la conclusión empíricamente demostrada, que de las ciento cinco mujeres, solo ocho pertenecían a la aristocracia, veintisiete provenían de la burguesía y el resto eran hijas de la clase obrera y del campesinado. Por lo tanto, se trata de un movimiento interclasista.

Respondieron a la llamada de Jesús de Nazaret las que vivieron en sus procesos de discernimiento el aldabonazo de un Cristo sufriente, necesitado y herido, encarnado en la infancia desprotegida (Rafaela Porras), en la soledad de los ancianos (Genoveva Torres), desamparados (Teresa Jornet) , en los enfermos abandonados en sus hogares (Soledad Torres Acosta) , en las obreras valencianas explotadas, en la pobreza de los barrios marginales de Sevilla (Angela de la Cruz) o de Madrid (Micaela Desmaisières, Luz Rodríguez Casanova) y así una larga y singular estela de santidad, de santidad heroica.

¿Por qué fueron mujeres audaces en tiempos recios?

Fueron audaces porque cuando se analizan sus procesos fundacionales, las cosas no les fueron fáciles. ¿A qué cosas me refiero? Santa Teresa decía que cuando perdices, perdices y que cuando penitencias, penitencias. Cuando entramos en el mundo de la santidad, por ejemplo el Hº Rafael Arnaiz, era feliz cuando se adentraba en el misterio de Dios a través de la oración (eran perdices), pero la convivencia con los hermanos no era fácil (penitencias). Pues estas mujeres tuvieron que luchar, una a una, proyecto a proyecto “contra viento y marea” ante los innumerables obstáculos que tuvieron que sortear para poder fundar, para abrir una casa, para conseguir un permiso, para sortear injurias, persecuciones, rechazos, dificultades, disgustos y situaciones agónicas. No ha habido ni un solo caso en el que la noche oscura no la hayan padecido. Todos los casos y todas las historias analizadas no han estado exentos de haber bebido, cada una de ellas, el cáliz de la amargura ante todo tipo de contrariedades y tormentos. Esto fue así… Son los tiempos recios de los que habla Santa Teresa en el “Libro de la vida”.

¿Por qué merece la pena leer el libro?

Por ética, porque es una historia llena de valores en el que el bien, la bondad, la entrega, la solidaridad, la caridad, el servicio, priva por encima de todo, de cualquier ideología, de cualquier planteamiento sociológico, político y económico. Este movimiento no puede ser olvidado, esta es una historia grande, una historia viva, emocionante, útil (necesitamos la enseñanza, los hospitales, las residencias de ancianos).

En la historia de la mujer española figuran grandes personajes, del siglo XIX-XX, que lucharon para conseguir la dignidad y el lugar que a la mujer le correspondía como ser humano, como fueron, entre otras, Concepción Arenal, Concha Espina, Victoria Kent, Carmen de Burgos, Clara Campoamor, Emilia Pardo Bazán, etc. Grandes pensadoras, grandes escritoras y grandes luchadoras… pero no nos olvidemos de estas mujeres, que desde otra perspectiva, desde otra orilla, lucharon “contra viento y marea” para que la dignidad de los más vulnerables no fuera pisoteada.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Juan Mariner
Renovarse o morir. Las ordenes religiosas es como todo en esta vida: errare humanum est, sed perseverare diabolicus. El viento de Espiritu Santo se llevará la bazofia y llegarán minorías creativas para suplir a los pagados de si mismos, iluminados, granujas, decadentes, orgullosos, democristianos, serviles, majaras, desfasados...
31/07/24 11:09 AM

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