Sonia Tomás explica como el poder de la oración fue determinante en la curación de su hijo

Sonia Tomás Márquez, nació el 24 de diciembre de 1979. Tiene 44 años. Está casada con Rubén Esparza Ángel, desde el 13 de mayo de 2006 y el Señor ha bendecido su matrimonio con 4 hijos: Juan, de 17 años, Javier de 14 años, Carlos de 10 años y Santiago de 18 meses. Es maestra de religión católica en la escuela pública y agente de pastoral en la parroquia de Cristo Rey, de Gandía, en Valencia.

Viven su fe dentro del Camino Neocatecumenal desde hace casi 24 años y se incorporaron a la Comunidad del Cordero como familia en el 2019, pero siempre hab estado vinculados a la Pastoral de la parroquia en diferentes movimientos. Actualmente, sirven en la catequesis del Buen Pastor, con los niños de 3 a 6 años; acompañan a un grupo de jóvenes de 15 años en la pastoral de post-confirmación; coordinan un grupo de matrimonios dentro de Proyecto Amor Conyugal y atienden a los niños de su Comunidad Neocatecumenal durante las celebraciones.

¿Cómo aceptó la grave enfermedad de su hijo Javier?

Cuando pienso en el momento en el que nos dieron la noticia del linfoma grado 4 de Javier, recuerdo que no me lo quería creer. Era inconcebible para mi razón. Fue sin duda la noche más larga que he vivido de momento. En el hondo de mi corazón, sabía que lo que le pasaba a Javier no era bueno, eran unos síntomas tan diferentes… pero de entre todas las opciones, no contemplaba la opción de que mi hijo estaba al borde de la muerte.

La experiencia me ha hecho ver que el Señor va por delante en todas las cosas, y en esto también. Él sabia la noticia que nos iban a dar aquel 10 de abril de 2019, y semanas antes escuchamos una palabra grande y portentosa de parte de nuestros catequistas. En aquella convivencia, nos hablaron de un misdrash, en concreto de la historia de Gam Zu Letovà, donde descubrí el “también esto es para bien”. Los catequistas nos invitaban a entrar en este modo de vida, en la alabanza…Y yo estaba allí, semanas después, en aquella habitación diciéndole al Señor. “¿En serio? ¿de verdad que me haces pasar por aquí?” Y de repente apareció en mi mente aquellas palabras recibidas “también esto es para bien”. Y sinceramente, eso es lo que me mantuvo en pie y serena.

Incluso cuando el pronóstico era peor siguieron confiando en su curación…

Si fue complicado digerir el diagnóstico de linfoma, el hecho de escuchar el grado 4 también fue costoso. Yo no quería entender eso de grado 4. Y así se lo hice saber al oncólogo, que me dijo “es el grado de extensión del tumor, siendo el 1 el más bajo. Grado 4 es metástasis en varios órganos.” Esa semana, noté muchísimo la presencia del Señor. Coincidía además con la Semana Santa. El Señor nos habló y nos susurró al corazón que quería celebrar la Pascua con nosotros en aquella habitación. Sentimos el abrazo del ángel en aquel Getsemaní que estábamos viviendo. Lo sentimos. Lloramos amargamente a los pies de nuestra cruz, aquella cama del hospital… y pudimos experimentar la Pascua.

Empezaron a llegar mensajes que nos animaban a no desfallecer, a confiar, a decirnos de parte de la Iglesia que no estábamos solos, y que había un gran despliegue de oración desde muchísimas partes del mundo. Amigos sacerdotes que ofrecían diariamente la Eucaristía por Javier y para que el Señor nos sostuviera en esta tribulación. Vinieron a visitarnos las Hermanitas del Cordero, los Siervos del Hogar de la Madre y el padre Henry nos acompañó y nos alentó. Las hermanas Clarisas de Gandía se ponían en contacto para saber como iba todo y poder ofrecer su día a día por Javier. Diariamente venían a la habitación alguien de parte de la Iglesia.

Conocimos el movimiento Veni Sancte Spiritus y a la Beata Elena Guerra. Nos acompañó una reliquia suya durante un tiempo, y pedimos su intercesión para la curación de Javier. Vinieron sacerdotes para imponer las manos a Javier. Hasta tuvimos la dicha de tener una reliquia del Padre Pío…Pudimos ver una Iglesia grande, unida, católica. Vi como las palabras de San Pablo son ciertas, y cuando un miembro sufre, todos sufren con él. Vi que la comunión de los santos es real. Lo sé porque tengo la certeza que es lo que nos sostuvo.

Confiábamos en que el Señor iba a actuar e iba a obrar el milagro, pero más confianza teníamos en que no nos iba a dejar solos. Repetimos tantas veces el Salmo del Buen Pastor: “Aunque camine por sendas oscuras nada temo, porque Tu vas conmigo”. Una amiga de parte de Dios me dijo: “Sonia, solo te puedo decir, que el Señor da a pasar la prueba, y junto a ella, las armas para superarla”. Y es cierto, había un ejercito sosteniéndonos durante la prueba.

¿Estaba preparada para aceptar que Dios se llevase a su hijo?

La verdad es que no lo sé. Esa es una respuesta que no te podría decir con certeza. A veces piensas que estás capacitada para hacer algo y cuando eso pasa te das cuenta que no. Y también pasa al revés, cuando crees que no eres capaz de vivir un acontecimiento y de repente te ves viviéndolo en primera persona con serenidad. Rubén y yo teníamos puesta toda nuestra oración en “poder aceptar su voluntad y que no nos faltase la paz”. Te puedo asegurar que no nos faltó la paz en ningún momento. Lloramos, pero no nos faltó la paz. Esa paz que el mundo no da. Esa paz que sabes que solo viene del Espíritu Santo.

Una vez me dijeron que Dios no elige a los capacitados, pero capacita a los que Él elige, y aunque no era lo que hubiésemos elegido, el Señor nos había elegido para este acontecimiento. Y en ese “que podamos aceptar tu voluntad” sabíamos que existía la opción de que el Señor se lo llevase. Cuando nos dieron la noticia de la curación de Javier, Blanca Llantada quien fue un apoyo espiritual enorme durante todo este tiempo y que tantas veces nos acompañó y nos trajo la comunión, le dijo a Javier: “Javier, el Señor te deja en este mundo porque quiere algo de ti para este tiempo, tienes que dar testimonio con tu vida de todo esto que has vivido”. Y ahí vimos que la voluntad de Dios, de momento era esa para nosotros.

¿Cómo experimentó el poder de la oración al movilizar tantas personas rezando por su hijo?

Nosotros ya habíamos experimentado el poder de la oración anteriormente. Con una experiencia también muy fuerte. Durante el embarazo de Javier, se rompió la bolsa en la semana 27 del embarazo, me ingresaron de urgencia para parar el parto, pues era demasiado prematuro. Tuve que estar un mes de reposo absoluto y en control médico para asegurarse que Javier pudiera nacer sin complicaciones. Ese tiempo también fue muy duro. Hubo mucha gente también rezando, y el embarazo pudo llegar a la semana 32 y Javier nacer sin ninguna secuela ni complicación. Esa fue mi primera experiencia grande de comunión de los santos, del poder de la oración en la Iglesia. Pero no era nada comparable con la experiencia durante el linfoma de Javier.

Cuando un paciente ingresa en oncología, rápidamente el servicio psicológico va a visitarte a la habitación. A dar apoyo, a dar consuelo… Cuando vinieron a verme, el psicólogo recuerdo que me dijo: “Sonia, me sorprende escucharte, y me alegra. Te veo firme. Todo lo que me estás diciendo solo pone de manifiesto que teneis unos grandes pilares que os están dando soporte en este acontecimiento”. Yo sonreí y le dije que así era. Y en mi corazón dije que era todo un ejercito unido a nuestra oración. Eran Aarón y Hur sosteniendo los brazos de Moisés durante la batalla. Esa es la imagen que define lo que experimentamos.

A consecuencia de la dura quimioterapia tenía llagas en la boca y estuvo días sin comer, su único alimento era la Eucaristía…

Así es. Nos dijeron que el tratamiento era muy duro, que era veneno, que lo mataba todo, lo bueno y lo malo, para que su mismo sistema linfático volviese a producir desde 0. No exageraron. Experimentamos varias veces que Javier se moría. Durante los primeros ciclos de quimioterapia tuvo mucositis aguda, unas úlceras en la boca y en el esófago que no le dejaban comer, ni tragar. Horrible. Para quitarle hierro a la cosa, le pusimos el nombre de “boca zombi”. Porque literalmente era la impresión que daba. Nos sorprendió que pese a no poder comer ni tragar nada, cuando venían a traerle la comunión si que podía recibirla. Es más, Javier la esperaba con alegría. En ningún momento se planteó que las llagas no le dejarían comulgar.

En todo este tiempo, tuvimos grandes experiencias que Jesús sacramentado es alivio del alma. Hubo una vez, que durante la comunión Blanca le dijo: pídele lo que quieras a Jesús, Él te lo va a conceder. Era el día de Pentecostés. Javier dijo: “Que ya no me salgan más llagas. Que los otros ciclos no me den mucositis”. Nunca más volvió a tener mucositis en lo que quedó de tratamiento. Era otro guiño que el Señor nos hacía para decirnos que Él estaba con nosotros.

¿Cómo edificó la actitud de su hijo a las personas que lo trataron?

Nos sorprendió el comentario de una enfermera que estaba haciendo las practicas allí. Venía muy a menudo y hablaba mucho con Javier. Compartían risas cuando venía a cambiarle el gotero o hacerle las analíticas. Al finalizar las prácticas, vino a despedirse de nosotros. Nos pidió permiso para hablar de él y de la manera que manifestaba en el día a día de la enfermedad en su TFC, porque decía que en todos los momentos que ella había entrado siempre había visto esperanza y normalidad. Y vivir la enfermedad así era algo que quería reflejar. La maestra del aula hospitalaria también resaltaba estos dos aspectos en el día a día con Javier.

Y las auxiliares y las enfermeras, así como el equipo del hospital de día, hacían referencia al “respirar” de la habitación. Esperanza y normalidad. Son dos palabras que para la gente que no tiene fe y no tiene experiencia de Dios utilizan para definir lo que San Pablo dice a los Filipenses en su carta “Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

¿Cómo fue su mejoría y recuperación?

La mejoría de Javier fue bastante rápida. El equipo médico se sorprendía de la respuesta del cuerpo de Javier al tratamiento. Es cierto que hizo todos los efectos secundarios que podía hacer. Hasta estuvimos ingresados en la UCI por una neumonía enmascarada. A mitad del tratamiento estaba la prueba de diagnóstico para ver como evolucionaba la enfermedad. La oración fue intensa: “que el diagnóstico sea favorable y que podamos aceptar tu voluntad”. Y los resultados hablaron. No había restos de linfoma. La imagen estaba limpia. Aparecieron las tesituras sobre continuar o no con el tratamiento…pero el Señor también nos habló claramente: ciencia y fe van cogidas de la mano, y el Espíritu Santo había estado sobre todas las decisiones del equipo médico, así que no íbamos a dudar de ellos y dejar a medias el tratamiento.

Terminamos el tratamiento, y volvimos a casa con normalidad, con las revisiones continuas. En cada revisión había un estado de alerta dentro de nosotros. Continúa habiéndolo cuando volvemos a la revisión, pero es un estado de alerta vivido en paz. Y que no nos falte nunca esta paz.

¿Cómo fue su sentimiento de gratitud por la sanación?

Se cerró la puerta del tratamiento, los supervivientes de cáncer lo llaman cumplevida. Era en octubre, mes en el que también nació Javier, mes en el que el rosario está presente. El Rosario que tanto ha acompañado a Javier desde el vientre materno. Sólo nos salía de lo profundo del ser, el salmo que dice “¿Como pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. Vimos en las palabras de Blanca una señal de lo que Dios quería de nosotros: proclamad las grandezas del Señor en nuestra vida.; contad a todos los pueblos sus maravillas.

Hoy Javier está en un grupo de oración para rezar por una familia que está en misión en Alemania. Consiste en rezar el Rosario todos los días delante del Santísimo y pedir para que el Espíritu Santo sostenga la misión. Él además reza por la vida, por las decisiones de los equipos médicos, que siempre sean a favor de la vida. Cuando decidió formar parte de esta misión, me dijo al llegar a casa: “Mamá se lo debo a la Virgen, por todos los que han rezado por mi, yo también tengo que rezar por ellos”.

Este acontecimiento ha supuesto un antes y un después en nuestra relación familiar, en nuestro sí a las cosas del Señor… Y es cierto que hay “uno” empeñado en borrar estas victorias del Señor de nuestra mente para que reneguemos de la historia que Dios hace con nosotros…por eso cada día le pedimos al Señor que no borre este sello nunca…que nunca dudemos de su amor.

Usted misma también estuvo al borde de la muerte….¿Cómo fue su curación?

Mi casi muerte, fue otro acontecimiento fuerte que el Señor nos dio a vivir. El Señor prueba al crisol a los que quiere…pero a veces pienso que, como decía Santa Teresa, si trata así a sus amigos, con razón tiene tan pocos…Nuestros catequistas nos dijeron en alguna ocasión que el corazón del hombre ha de pasar por tres escrutinios: la enfermedad, la vejez y la muerte. Y a mí me tocaba vivir este escrutinio en la enfermedad en primera persona. Había tenido a nuestro cuarto hijo por cesárea. Mis partos anteriores habían sido muy buenos. Ni siquiera me habían puesto puntos. Mi cuerpo dilata generalmente bien. Pero en esta ocasión no fue así. Así que hicieron una cesárea de urgencia. Pasaban los días de recuperación y yo no me recuperaba. Mi cuerpo no estaba bien, y yo lo sabía. Los médicos me dijeron que tuviera paciencia, que era una cesárea. Pero cuando mi cuerpo vino a hacer la fiebre, tenia una infección muy considerable.

En mi útero había un absceso que desencadenó en una peritonitis. Me operaron de urgencia…pero mi cuerpo no se recuperaba y los marcadores de infección continuaban ahí. No sabían que pasaba. Decidimos pedir traslado a otro hospital donde trabaja un familiar y donde hay más medios para poder intervenir. Recuerdo esa intervención, porque además era con anestesia local. Lo veía todo… Recuerdo que tenía mucho miedo. Era el día de la Virgen de Guadalupe… y me encomendé a ella. Recuerdo que pasé toda la intervención cantando en mi corazón: “María mírame, que si tú me miras Él también me mirará” e iba alternando con las jaculatorias al Corazón de Jesús. También tuve la dicha de que trajeran una replica del manto de la Virgen de Guadalupe y me lo impusieron mientras rezaban el Rosario.

Llegó a mis manos una de las obras de San Rafael Arnáiz, Saber Esperar, y en su lectura pude entender porque pasaba todo esto. El Señor me estaba probando en la paciencia, en la esperanza. En ese Adviento de 2022 pude descansar en el Señor y abandonarme en su voluntad. Sé que también hubo un mucha gente rezando, todo un ejercito. Pero este acontecimiento venía a mí para vivir un sola a solo con el Señor.

La oración de nuestros hijos y de todos los que me conocen estaba puesta en que pudiese vivir la Nochebuena en familia. Para nosotros especialmente es un día muy especial. Además de celebrar el nacimiento del Señor, celebramos también mi cumpleaños, siempre digo que es un día de doble bendición para nosotros. Me dieron el alta médica con controles en casa el día 22 de diciembre, por lo que pudimos montar el Belén juntos, como siempre lo hacemos y preparar casa para celebrar la Navidad.

Como conclusión, ¿se podría decir que estamos siempre en manos de Dios?

La verdad es que el Señor todo lo hace bien, y siempre va delante de cada uno de los acontecimientos. Él es un artista, es creador. Ordena el caos. Hace nuevas todas las cosas. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis que nos lo revela y a veces nos cuesta tanto mantenerlo vivo en nuestro pensamiento…

Con todo esto he descubierto que el Señor va delante, abriendo el camino, preparándonos. Él da la prueba y las armas para poderla llevar. Sólo hay que estar atentos a los acontecimientos del día a día, porque en cada cosa está la presencia de Dios que nos quiere decir algo… Por eso pienso que es tan importante pedir discernimiento, y decirle al Señor como le dijo el ciego de nacimiento: “Señor, que pueda ver”. Así yo le pido que pueda ver su amor en cada acontecimiento de mi vida.

Por Javier Navascués

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