Blanca Llantada cuenta como el Señor le sanó y le hizo ser instrumento de su misericordia por el mundo
Blanca Llantada Sacramento nació en Valencia un viernes 22 de julio de 1977 a las 15.00 pm, de padre vasco y madre canaria. Está casada y tiene 2 hijas. Estudió la diplomatura de Turismo, realizó un Master en liderazgo, formadora en coach con caballos, Técnico en laboratorio clínico y micro biológico y Técnico en salud mental y drogadicción. Antes de la conversión trabajó en coordinación de aérea para Air Nostrum en la T4, en el Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid. Trabajó en British Telecom y Xerox. También fue fundadora del Instituto europeo de training con caballos.
Después de la conversión participó en las Peregrinaciones a Jesús por María, organizadas por su esposo. En cuanto a otros apostolados es impulsora del apostolado Veni Sancte Spiritus y de la escuela del Espíritu Santo. Da a conocer las enseñanzas sobre el Espíritu Santo que nos dejaron la beata Elena Guerra, Santa Catalina de Siena y la beata Concepción Cabrera de Armida. Imparte conferencias por todo el mundo sobre la importancia de la sanación interior con los sacramentos y temas relacionados.
¿Cómo pudiste vivir tanto tiempo alejada de Dios?
Esta es una pregunta que me repito cada día de mi vida. Me gusta definirlo, como que pude sobrevivir que no es lo mismo que vivir. En un mundo vacío y sin sentido donde quería y deseaba encajar. Un mundo donde quería agradar a todos a costa de destruirme y ser la perdición para mí misma.
Una situación que me llevó a un enfado con Dios y una gran herida en mi adolescencia, me llevó a alejarme por completo de la Iglesia. Me dejé arrastrar en el mundo, buscando lo que yo creía que era la felicidad… Fueron muchas situaciones de dolor que me llevaron a grandes depresiones. No quería sufrir, nada y nadie sabían darme un sentido del porque sufrir, el mundo va en contracorriente y quiere enseñarte un estándar, de que o sientes una alegría y un placer o no eres feliz, y entonces me planteé, ¿y por qué vivir si siempre se sufre? Gracias a mis hijas, que fueron los motores más importantes para darme una fuerza para continuar en cada circunstancia , aunque ahora me doy cuenta, de que Dios actuó a través de ellas muchas veces para acercarme de nuevo hasta Él. Mi hija mayor constantemente me reclamaba que la llevaba a catequesis, pero que luego, no la llevaba a la Misa. Con 9 años ya me reñía prácticamente para que fuéramos a la Iglesia. Yo seguía metida en un mundo creyéndome ser feliz, cuando la realidad era que pesaba 45 kilos, y solo pensaba en mí y en agradar a los demás, a todos menos a Dios.
¿Por qué te resistías a acercarte a Dios?
Recuerdo que cuando veía a alguien rezando o de una forma muy piadosa, recuerdo que aquello me producía entre atracción y rechazo a la vez. Ahora se que era una batalla, pero en aquel momento me daba rechazo porque lo veía retrógrado y anticuado, como que no habían descubierto otras cosas que pudieran ayudar a uno mismo. Cuando caí en una depresión por segunda vez, me hablaron de la ley de la atracción y de lo que uno mismo, con las herramientas adecuadas y aprendidas, era capaz de transformar su vida… y de verdad Javier, que yo me lo creí. Decidí salir de aquella situación de tener que sacar con 30 años, a dos hijas de corta edad, de tener éxito, de ser madre y padre a la vez. Me hubieran vendido que una vaca volaba y me lo hubiera creído, porque la desesperación en el sufrimiento me llevó a aquello. Nadie me había enseñando el valor del sufrimiento.
Creí que se podía hacer la mejor versión de uno mismo y me equivoqué y mucho. Cuanto más pasaba el tiempo y más me iba metiendo en estas cosas, porque nunca terminas, más me iba alejando de mí misma y de lo que me rodeaba. Era como una desconexión emocional. Te crees que tú has llegado a un nivel de consciencia que el resto no entiende y no puede comprender y en cambio más me alejaba de mis propias emociones e incluso de mí misma.
¿Cómo fue el momento de la conversión?
Solo puedo definirlo como una doble cara de una moneda, tuve una gran cruz y ella me llevó al Amor, al momento más bonito de mi vida, mi reencuentro con Dios. La verdad que he pensado mucho sobre esto, y la paciencia tan infinita que Dios tiene para con nosotros . Cuantas veces me llamó y estuve tan sorda … que no fue hasta que me quitó casi todo, y literalmente digo casi todo, cuando empecé a escucharlo…Fue un momento muy doloroso para mí, ya que había tenido una ruptura sentimental, tuve la pérdida del que había sido mi hogar por años y del trabajo, el cual llevaba años con esfuerzo tratando de que saliera adelante. Todo aquello me llevó a un estado lamentable de salud, llegué a pesar 43 kilos y mentalmente estaba tan afectada que solo podía ir a una iglesia y llorar. Todo en lo que había creído que me iba a llevar a la felicidad, de repente se diluyó, ya no existía nada que pudiera hacerme feliz en este mundo… y ahí fue mi encuentro con el Espíritu Santo. Una vez que estaba vacía de mí misma, fue Él, el que me encontró y me llevó a la Virgen y a Jesús.
El día de Pentecostés, una amiga me invitó a su casa y me insistió para ir a Misa. Yo estaba en pecado mortal, aunque todos salieron a comulgar y yo por mi ignorancia y un impulso, les seguí y fui también a la comunión. Cuando estuve delante del sacerdote, una fuerza me empujó a ponerme de rodillas y abrí la boca y no recuerdo ni siquiera decir Amén.
En ese instante en el que el cuerpo de Jesús, tocó mi boca, pude sentir y ver, como si fuera la película de mi vida, el estado tan lamentable en el que estaba mi alma y como estaba recibiendo su cuerpo donde había condenado mi alma. Mi alma estaba perdida, Él era tan puro y yo tan indigna y llena de pecado….de repente pude verme a mí misma con todos los actos que me llevaron a alejarme de Dios con cada pecado cometido. Comenzando desde recibirle sacrílegamente en pecado hasta robar un bolígrafo de una niña de clase cuando tenía 6 años. Finalmente me llevó a un momento en el que tenía esa edad y yo entraba en el oratorio y me escondía debajo del altar con un álbum y se lo enseñaba… Y ahí sentí que me decía que ya estaba en casa con Él.
No recuerdo cuanto tiempo estuve llorando, ni lo que estaba ocurriendo. Solo te puedo decir, que algo había cambiado dentro de mí cuando pude levantarme. El sacerdote ya había dado la bendición final, y las señoras se habían marchado, todo estaba a oscuras. Mi amiga estaba allí, con mucho amor esperándome . Recuerdo las palabras que me dijo: “Desde luego hoy he sido testigo de un milagro…”. Y así fue. Esa noche me enseñó a rezar el Rosario y sobre todo como hacer una buena confesión y reparar cuanto antes el haber comulgado en pecado.
Al día siguiente fui corriendo a la Basílica de la Virgen a confesarme. No podía olvidar el horror de lo que había visto de mi propia alma, ni los momentos tan graves en los que yo me había dañado a mí misma alejándome de Dios. Ahora me daba la oportunidad de reencontrarme con Él a través de su amor y misericordia, con una buena confesión. Después de aquella experiencia, la confesión no se convirtió solo en un hábito semanal sino en una necesidad para mi alma. Ahí es donde encontré la misericordia De Dios.
¿Cómo fue el proceso de preservar en la vida de la gracia tras la confesión general y arrepentimiento?
Al principio hubieron muchísimos regalos. Era sencillo y fácil dejarse enamorar del Espíritu Santo. Me sentía como un bebé, arropado en los brazos de unos padres. Todo lo hacen por tí y resulta sencillo. Aunque llegó mi primera prueba de fe. Mi ex novio, con el que me iba a casar y habíamos convivido por años, quiso tener un acercamiento y quería que continuáramos viéndonos.
Recuerdo ir a ver al Señor al Santísimo y decir: “Dios mío, me has mostrado tantas cosas, me has enseñado lo que es amarte y tu verdad, que no puedo ahora a volver a la vida de antes”. Ya no había marcha atrás. Había encontrado mi amor, mi alma se reencontró con el Creador, esa experiencia es única y jamás lo olvidas. Uno ya no tiene elección. Conoce el infierno porque lo ha vivido y es por eso que reconoce el Cielo.
Hubieron y hay muchas pruebas a lo largo de este camino hacia la santidad, y por cada una de ellas, le doy las gracias a Dios, porque es el mejor maestro, psicólogo y amigo que pueda existir. Cada una de ellas, me lleva a profundizar más en la fe. Cada momento en nuestra vida, es increíble y único para poner en práctica lo que Dios nos enseña en el Evangelio y con testimonios con la vida de los santos, especialmente con los de nuestra madre María.
¿Por qué fue importante ir recibiendo una formación católica integral?
Dice la palabra de Dios “mi pueblo muere por falta de conocimiento” , y uno también Javier, ama lo que conoce. Yo me enamoré desde el primer instante del Espíritu Santo, de Jesús y de María, quería saberlo todo, hasta casi como olían. No había más locura de amor más bonita que hubiera experimentado nunca antes, que el conocerlos a ellos. Y quise aprenderlo todo.
Aunque poco a poco me fui dando cuenta, que no todo lo que te enseñan, ni los vídeos de internet, ni lo que muchos laicos o sacerdotes te enseñan es válido y que si no hay amor de nada te sirve. Muchos quieren humanizar y tratan de confundir la doctrina y aquí te das cuenta que encontrar una fuente fiable, como es el catecismo de la Iglesia Católica, es una riqueza para nuestra fe y una necesidad para nuestra alma. Es bien conocido que el diablo es el padre de la mentira y de la confusión, y cuando uno decide que ha nacido con la única misión de la santidad, no lo van a poner fácil…
Para mí querer conocer la profundidad del amor, me llevó a la raíz, me llevó a la cruz. Hasta que Jesús no fue glorificado no se nos pudo dar al Espíritu Santo dice el evangelio de San Juan, un amor tan perfecto y puro, para podernos hacernos sus templos y quedar purificados mediante este amor derramado en sus sacramentos y en su Iglesia. La ignorancia muchas veces, Javier, me ha llevado a meter la pata en mi fe, y el diablo se aprovecha de ella para desviarte del camino de la santidad. La ignorancia muchas veces me ha llevado a la soberbia sin darme cuenta, y si no eres dócil al Espíritu de Dios, puedes alejarte del camino con muchísima facilidad. El conocimiento solo por estudio no te lleva al Cielo, pero el conocer para amar y abrir tu corazón humilde y sincero, lleno del amor a Dios, si nos lleva a Él.
¿Cómo nació tu carisma de evangelizar, de hablar del Espíritu Santo y la sanación interior?
La verdad, que nunca busqué evangelizar, además que cuando el Espíritu Santo te da un carisma, también va seguido de una cruz. Realmente no recuerdo en qué momento en el que comencé. Al principio de mi conversión ayudé a un sacerdote que estaba con depresión y le animaba a que hiciera retiros y yo le apoyaba con las catequesis. Todo lo hacía para ayudarle a que se sintiera válido en su vocación sacerdotal.
Muchas personas que venían aquellos retiros, me compartían sus testimonios de conversión y de sanación gracias a aquellas catequesis. Recuerdo estar impartiendo un retiro y hacer una oración desde el corazón al Espíritu Santo y muchas personas sanaron e incluso en varias ocasiones llegaron hasta más de 200 personas a caer en un descanso en el Espíritu Santo. Después de aquella ocasion en Madrid, ha ocurrido varías veces más…
Estas cosas siempre me sorprenden, porque yo no se qué va a ocurrir, no se qué va hacer, pero lo hace Él. Yo siempre antes de comenzar me pongo nerviosa, sean 10 o sean 500 personas, y le ruego al Espíritu Santo y a nuestra Madre, que no me abandonen porque por mí misma, no soy nada, y yo no podré ayudar a los que llegan a los retiros. Esto es algo de Él, yo sufro a veces en las misiones que voy, porque me muestra los corazones incrédulos y cerrados a Él, y siempre termina finalmente llenándolos de amor.
¿Puede contar algún hecho que muestre cómo es Dios el que actúa y atrae a las almas?
En Mexico me pasó una cosa preciosa. Estábamos en una iglesia y solo habían 50 personas. El sacerdote estaba nervioso porque no llegó casi nadie. Tenía una capacidad para 400. Comencé la conferencia y en menos de 15 minutos, se llenó tanto la iglesia que tuvieron que abrir las puertas porque llegaban hasta la calle.
Esto se volvió a repetir al día siguiente, en otra parroquia a las afueras de Puebla. Hubieron muchos frutos, que muchas veces, ni soy consciente ni veo. Mi misión con Él es ir donde me lleve y donde Él disponga y no ver sus frutos. Después me voy enterando y me alegro tanto. Hubo conversiones de personas que llevaban 40 años alejados, de matrimonios, de parejas en unión libre, sanaciones por la muerte de los hijos… Él es tan bueno y nos ama tanto…
Los comienzos fueron difíciles pero aprendes mucho junto a Él. Imagínate que estuve impartiendo conferencias en un garaje en Badajoz, y al día de hoy, unas mujeres me llaman la Steve Job’s del Espíritu Santo, con mucho humor. Hoy en día, puedo mirar atrás y ver hasta donde me ha llevado. Hace unos años, en la búsqueda de conocer personalmente al Espíritu Santo, me encontré con la Beata Elena Guerra, que está próxima su canonización, y ella me enseñó a través de sus escritos todo aquello que busqué en tantos lugares, Inglaterra, EEUU y nunca hallé.
Y lo tenía tan cerca de mí… La madre general de los oblatas del Espíritu Santo me dijo que si de verdad estaba abierta a conocerlo más a fondo, debía de desaprender todo lo que había aprendido de Él hasta ahora. Aquello fue lo más difícil. Desaprender para volver aprender. Muchos creen que es una exclusividad de un movimiento determinado, que solo son carismas y eso solo es el 1%. Cuando aprendí realmente a conocerlo y a tratarlo como a un maestro, me di cuenta de cuantas cosas erróneas y distorsionadas me habían enseñado. Y de ahí nació la escuela del Espíritu Santo. Se trata de 3 cursos para conocer verdaderamente la profundidad de Dios mismo, conociéndonos a nosotros mismos, llegando a Él a través de la santidad.
¿Cómo te ha ayudado a sanar tus propias heridas para poder ayudar a otras almas?
Cuando yo me acerqué a Dios, era una llaga viva. Era consciente de que mi comportamiento y mi forma de pensar estaba ligada al sufrimiento y las heridas que habían dentro de mi corazón. Todos tenemos un tope ante el sufrimiento, uno sabe que ha llegado al fondo. Dios me llamó en todas las etapas de mi mayor sufrimiento, pero no fue hasta que toqué fondo cuando lo escuché. Dios me llamó a través del dolor de mis heridas. Yo solo podía llorar y no podía reaccionar ante el mundo. Yo era como un perrito que está mal herido y no podía moverse. Me lamentaba cuando el amo me tocaba. Pero el buen amo, limpiaba las heridas aunque llorara y el amo, sufría al tocarme por el daño que padecía. Sabía el buen amo que era necesario limpiar las heridas para que sanen y que el animal no perdiera la vida.
Así fue mi relación con Dios. Él arrancó todo lo que no me convenía a mi alma, no por maldad sino por bondad: amistades, relaciones tóxicas, estilos de vida, trabajos…Él te va sanando las heridas poco a poco, heridas profundas que nos han hecho nuestros padres o madres, hermanos o familiares, circunstancias, perdidas de hogares, etc.. nos va sanando cosas que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos. Me fui dando cuenta la importancia de los sacramentos, la Eucaristía y de la confesión para sanar. Se han hecho imprescindibles en mi vida diaria.
La Eucaristía porque al ser cuerpo de Cristo, real y presente, dice en Isaías que por sus llagas hemos sido sanados, y si su cuerpo está presente, ¿qué no sanará cuando esté dentro de tu cuerpo junto a tu alma?. He tenido grandes experiencias con la Eucaristía, por ejemplo, el día que comenzó mi conversión…
En la confesión, he experimentado también mis mayores sanaciones… Una vez tenia una herida muy profunda con mi madre y era incapaz de perdonarla. Quería pero no sabía cómo. Y allí el Espíritu Santo me llevó hasta un confesionario y abrí mi corazón. Le dije al sacerdote que quería poder perdonarla, pero que humanamente a veces me resultaba imposible y que necesitaba que Jesús me enseñara a hacerlo.
Y así pasó, en el momento que me dio la absolución, empecé a sentir mucho calor y creía que me desmayaba. Después de aquella confesión no he vuelto a sentir aquella herida, ahora siento compasión, empatía y amor. Muchas veces he podido darme cuenta como Jesús ha podido actuar en mi vida, sanando aquello que era lo que me impedía llegar a Él. Delante del Santísimo, en su presencia, hago mío el salmo 51, no apartes de mi tu Santo Espíritu, porque sin Él no podría hacer nada , ni siquiera vivir…
Después de experimentar, en mi propia persona, la gracia de la confesión uno quiere contarlo a los demás para que puedan experimentar la gracia de Dios. Y hay muchos que se preguntan: Y ¿cómo sabes que están sanadas las heridas?
Uno se da cuenta, por sus comportamientos y sentimientos. Las heridas nos lleva a tener comportamientos que nos hacen daño a nosotros mismos y nos alejan de Dios. Por eso Él quiere sanarnos, pero al estar curadas estas heridas, ya no reaccionas igual. Algo ha cambiado, tienes paz y paciencia, tienes armonía y amor en tu interior. Por ejemplo, una mujer que en su niñez y juventud sintió que su padre no la quería lo suficiente o la rechazaba, ella irá imprimiendo estas heridas en su carácter y en su comportamiento. Quizá sea irascible, y se pone a la defensiva y es explosiva de carácter. Todo ese resultado proviene de aquella herida con su papá. Este no lo hace a propósito, en cambio el niño percibe que hay un daño y reflejara en el comportamiento. Jesús sana esas heridas, y cuando las sana, ya no hay ese comportamiento de ponerse a la defensiva, ya no hay ira, sino humildad, ya no hay reproches y odio sino amor. Estoy segura Javier de que si todo el mundo se confesara a menudo, muchos psicólogos y psiquiatras se quedarían sin trabajo. He podido experimentar y ver muchos milagros de personas que sanaban su corazón y pasaban del odio al perdonar y eso en casos muy fuertes, desde abusos de familiares hasta asesinatos.
¿Por qué te especializaste en ayudar a sacerdotes y a los jóvenes?
Realmente yo no me especialicé, sino que me enviaron. Nunca lo busqué de verdad. Los sacerdotes, me buscan para hablar y para que les ayude. Esto es una gran responsabilidad para mí y soy consciente de que es el Espíritu Santo quien los envía. Empatizo fuertemente en su soledad, y en lo vitales que son para el pueblo de Dios. Sin ellos, los dos pilares de mi día a día confesión y Eucaristía, no serían posibles. Solo por esto, trato de cuidarlos y protegerlos. También algún sacerdote no es consciente ni responsable de la gracia que se le ha concedido, y con cariño y mucho respeto, se le hace caer en la cuenta. Me ocurrió en México. Fui a una parroquia y cuando llegué el propio pueblo quería cerrar la parroquia al sacerdote. De verdad que me costó dar crédito a lo que veía y pregunté si había violado o asesinado a alguien y me contestaron que no, que lo único que había un problema con las fiestas del pueblo y que quería terminar con sus costumbres
Finalmente era porque unos cuantos del pueblo que no iban ni a Misa querían hacer algo que al párroco no le pareció que era acorde con la iglesia. He conocido en México muchos sacerdotes, cansados y humillados por muchas personas que no respetan ni conocen la figura del sacerdote. Días más tarde tuve la oportunidad de dar una conferencia en aquella parroquia, y les expliqué la importancia de un sacerdote para el pueblo y para nuestra alma. Si cerraban la iglesia, se quedaban sin comunión y Eucaristia. Después de aquella conferencia, muchos se acercaron a abrazar y pedir perdón al sacerdote. Estamos con un proyecto en México de la construcción de una casa para sacerdotes y religiosas con problemas vocacionales.
Nuestra madre siente debilidad por los sacerdotes, y por la pureza y la inocencia de los niños. Estos últimos son importantes porque muchos llegarán a tener vocación. Hoy en día, los 3 enemigos del alma (mundo, demonio y carne) quieren robarnos la identidad de hijos de Dios. De esta forma los aleja para que no lleguen a ese encuentro con Dios y a su verdadera vocación. Con los jóvenes, son ellos los que me iban buscando. Hay un grupo de jóvenes en México que solo me escucharon una vez en una conferencia y esperaron un año a que volviera para estar con ellos casi 2 semanas. Con los jóvenes allí hay grandes frutos, son sencillos y como esponjas en las cosas de Dios. Han sufrido mucho, entre las derivas, abusos y secuestros. De aquellos chicos hay unas 12 vocaciones femeninas y varios para el seminario. Trabajar junto a ellos, me enseña lo que es conocer la ternura de Dios.
¿Qué supone para ti el hecho de poder misionar en varios países del mundo y que casos de conversión te han impactado más?
La verdad que seguir a Cristo no es sencillo. En ocasiones sufres por tener que dejar un tiempo a tu familia para hacer un trabajo para Él. En San Mateo nos dice Jesús que todo aquel que haya dejado casa, hermanos, padres, hijos o tierra por su nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Muchas veces me aferro a esta promesa porque es realmente difícil dejar todo atrás para llevar el amor de Dios a los que le necesitan y no lo conocen. Pero una vez estás allí, delante de tantos niños, de tanta necesidad, sientes ese amor y das gracias a Dios porque te hace partícipe de esa grandeza. México me robó mi corazón. Recuerdo la primera vez que estuve, lloré los 20 días que estuve allí. Vi tanto dolor y sufrimiento en las cárceles, en los centros de drogadicción con las niñas y los niños y en el basurero del DF, los cuales me impactaron por su fe. Cada uno de ellos me enseñó y me llevaron más a Dios. La segunda vez que fui a compartir el dolor y la alegría de encontrarnos con Dios y llevar la escuela del Espíritu Santo hasta Txlacala y Puebla fue maravilloso.
En Apizaco conocí a una chica de 17 años que había nacido con una enfermedad rara llamada la niña de piedra. Me contó su madre, que solo había 7 casos en México y muy pocos en el mundo. Cuando yo la vi, aquella chica tenía la tez tan suave, y pensé que la tez de la virgen debía de ser como la suya. Cuando aquella niña tenía apenas 6 años ya no podía caminar ni siquiera moverse. Sus huesos eran como piedras. Y comenzaron a rezar el Rosario a la Virgen de Guadalupe todos los días. Un día, ella le dijo a su madre que podía moverse, bajó de su cama y comenzó a caminar y a estirarse. Los médicos no daban crédito, la enfermedad estaba remitiendo. Su caso fue llevado a un congreso médico porque no lo podían creer. Ahora mismo Tiene 17 años y a pesar de una pequeña secuela en su cuello que no le permite girarlo, puede caminar y hacer una vida prácticamente normal. Aquella chica hizo un retiro con los jóvenes que le permitió servir a Dios y contar su testimonio. Es increíble como, a través del Rosario, la madre hizo aquel milagro, al que todavía los médicos no dan explicación.
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Por Javier Navascués
3 comentarios
Muchos sacerdotes está dormidos, ojalá alguien los despierte antes de que sea demasiado tarde.
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