Jaime Oliver: “En el matrimonio si la entrega entre el hombre y la mujer no es completa, es una estafa”
Jaime Oliver Gornals. Militar retirado. Casado desde hace cuarenta y cuatro años con tres hijos y tres nietos, por ahora. Consciente de la necesidad de formación realizó varios cursos y también profundizó en la teología del cuerpo de san Juan Pablo II, lo que le permitió impartir la catequesis de los sacramentos de iniciación tanto a chicos como a adultos, y cursos de preparación para el matrimonio. Desde hace unos años, y como voluntario de Enraizados, participa como profesor en los cursos de liderazgo cristiano, Doctrina Social de la Iglesia y matrimonios.
En esta ocasión nos habla de los temas que trata en el seminario sobre matrimonio y sexualidad.
https://enraizados.org/project/seminario-de-matrimonio-y-sexualidad/
¿Por qué el hombre ha nacido para amar?
Porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). “Dios es amor”, por eso es trinitario; porque el amor necesita a otra persona a quien amar. Ser persona supone relación.
Dios nos crea por amor y el hombre sólo se puede realizar amando, existiendo con alguno y más aún existiendo para alguno. Alcanza su plenitud en la medida que ama, cuando su relación con los demás es expresión de amor. El amor es la vocación fundamental del ser humano.
Dios nos llama, pero ¿cómo puedo yo responder a esta llamada?
Al Amor debemos corresponder con amor, confiar en Él en todas las circunstancias incluso en la adversidad. El Señor nos ha abierto el camino sobrenatural a la salvación, camino que llevamos escrito ya en nuestro corazón (Ezequiel 36,26-27 y Jeremías 31,31-34) ¡sigámosle!
¿Por qué Dios nos llama a la santidad?
Por su Muerte y Resurrección Jesucristo nos ha redimido, nos ha abierto las puertas del cielo. Allí es donde nos espera nuestro Padre, pero para ello deberemos estar completamente purificados.
Dios nos ha hecho a imagen y semejanza suya, el pecado hace que esta imagen se haya distorsionado. Nosotros, con la ayuda de la gracia, debemos “convertir” nuestro corazón para poder volver a reflejar su Rostro: «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo.» (Mt. 5,48) y «…porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación…» nos dice Pablo en 1 Tes. 4,3.
Pero, ¿qué camino seguir? ¿Cómo lo puedo descubrir?
Dios tiene para cada uno de nosotros un Plan previsto desde la eternidad. Es un plan que deberemos descubrir. Dios lo lleva escrito en su corazón, pero también lo está en el nuestro. No es algo extraño a mí, forma parte de mí. Para descubrirlo cuento con la oración, el contacto continuo con el Señor, debo preguntárselo. La capacidad de ver, oír, sentir, me la dará la unión con Cristo en la oración, así seré capaz de detectar todos los signos que el Señor pone a mi alcance para que pueda descubrir el camino que me conduce a Él.
¿Por qué el hombre por naturaleza siente una llamada al matrimonio?
Tanto el hombre como la mujer están hechos naturalmente para el matrimonio. Toda nuestra naturaleza lo atestigua de una manera evidente. En consecuencia, nos volvemos hacia el matrimonio como hacia un estado al que nos llama nuestra naturaleza humana de una manera espontánea e incluso imperiosa. Ahora bien, si el matrimonio es para nosotros únicamente una respuesta a una inclinación natural, no es más que un estado de vida, no obstante, el matrimonio puede ser también, desde la perspectiva cristiana, la respuesta a una auténtica vocación, a una llamada especial de Dios.
¿Qué exige el compromiso en el matrimonio?
El compromiso exige saber lo que es amar de verdad. ¿Es sólo estar enamorados? ¿Es querer ante todo el bien del otro, su felicidad, incluso por encima de la propia? ¿Se trata acaso de algo todavía más profundo? Y, en caso afirmativo, ¿De qué? ¿Qué decimos cuando le decimos al otro «te quiero»? ¿A qué nos comprometemos con el amor? ¿Qué es elegirse para toda la vida? ¿Cómo y cuándo tomo esta decisión? ¿Cuál es el verdadero sentido de los esponsales y cómo vivirlos?¿Qué es lo esencial del sacramento del matrimonio? Y, por último, ¿cuándo puede considerarse alguien «preparado» para casarse?
¿Cómo nace el amor de atracción y por qué no es buena la idealización excesiva?
Un día descubrimos que una persona nos conmueve, nos afecta, nos fascina, nos cautiva, nos seduce, hasta el punto de ir invadiendo poco a poco todo nuestro espacio interior. No somos dueños de todas estas reacciones que se llevan a cabo en nuestra esfera emotivo-afectiva: aspecto físico, aspectos morales, intelectuales, espirituales… Pero para desarrollarse necesita de la voluntad, puedo rechazar estas reacciones. Es posible «sentirse enamorado» en varias ocasiones y eso puede suceder incluso estando casado… Es entonces cuando el compromiso matrimonial adquirirá todo su sentido: puedo sentir que me he enamorado, pero no estoy obligado a dejar que se desarrolle este sentimiento en mí. Sentir no es consentir.
No podemos idealizarnos el uno al otro. La persona a la que amamos, es un ser real.
Los límites no se descubren de inmediato, el enamoramiento no favorece la lucidez. No podemos vivir pensando que el otro no los tiene y que con el matrimonio todo se va a arreglar. Podemos de todas formas esperar y confiar en la Gracia de Dios que todo lo puede. Pero esto no significa, que el otro cambiará para configurarse con el ideal del marido o de la esposa que nos hemos forjado.
Háblenos de la fecundidad del matrimonio…
28Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; …(Gn 1, 26-28)
El amor conyugal es un amor plenamente humano, al mismo tiempo sensible y espiritual; es también un amor total en la entrega de sí; es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte; es, por último, un amor fecundo que pide prolongarse a través de nuestras vidas.
La entrega entre el hombre y la mujer debe ser completa, no puedo entregarme parcialmente, sería una falsedad, no puedo recibir sólo parte de esta entrega, sería una estafa.
El amor de los esposos no es egoísta, tiende a plasmarse, a difundirse, por esto está abierto a la fecundidad, el testigo de este amor. El hecho de permanecer cerrados a la creación de vida es contrario a la dignidad del matrimonio, supone un pecado contra la vida y también contra la comunión del matrimonio. Los esposos no pueden romper por propia iniciativa los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador. Eso no quiere decir que exista la posibilidad de procreación para hacer legítimo el acto sexual, pero sí prohíbe disociar voluntaria y artificialmente la unión y la procreación El acto conyugal privado de su verdad interior, al ser privado artificialmente de su capacidad procreadora, deja de ser también un acto de amor. Pero el Creador nos ha dejado un recurso, los métodos naturales de regulación de los nacimientos basados en la observación de los ritmos de fertilidad, que permiten recurrir a los períodos infecundos cuando los esposos estiman en conciencia y en un proceso de paternidad-maternidad responsable que no deben acoger una nueva vida.
¿Por qué el matrimonio es una escuela de humildad?
Esperar que con mis únicas fuerzas pueda hacer frente a las incertidumbres que van a surgir es algo peligrosamente presuntuoso. No puedo vivir siempre simulando, debo mostrarme como lo que soy, es una experiencia de verdad sobre nosotros mismos.
La humildad nos permite pedir perdón. Sin perdón no hay comunión. El perdón no se presume: se pide humildemente y se comunica de forma explícita. El perdón es para los esposos la exigencia principal de su crecimiento en la comunión conyugal. Sin el perdón todo corre el riesgo de naufragar. Cuando los esposos realizan el acto de entrega de los cuerpos sin haberse insertado de verdad previamente en el perdón mutuo, esta entrega ya no es, en suma, más que una falsificación y no puede pretender llevarlos a una comunión verdadera.
¿Por qué el perdón es el garante absoluto de la fidelidad de los esposos?
La infidelidad conyugal no es, a menudo, más que el resultado de los actos de perdón que, por no haber sido pedidos o por no haber sido otorgados, han permitido que se introduzcan zonas de sombra, de silencios, de sufrimientos, de rencor, de frustración, que se van convirtiendo poco a poco en el terreno en que se instala la mentira.
El perdón habitual nos mantiene en la verdad que regenera la fidelidad.
La comunión en el matrimonio se va convirtiendo, de perdón en perdón, en más verdadera y más radical, aun cuando siempre siga siendo imperfecta, como haciendo cada vez más profunda en nosotros la sed de una comunión más total.
Háblenos de la infidelidad en el matrimonio y de la gravedad del pecado de adulterio…
El pecado original, el pecado, quiebra la relación entre el hombre y la mujer. Vemos como Adán y Eva ocultan su cuerpo y todo lo que tiene que ver con la sensibilidad, la psicología y la afectividad propios de la masculinidad y feminidad. En esta situación es muy difícil que se produzca una entrega total entre los esposos, podrá haber una entrega física, pero será difícil entregar el corazón y el alma. Se debe reparar esta situación cuanto antes y acudir a los Sacramentos y al diálogo.
Pedir la Gracia para que nos ayude a mantener esta alianza que el Señor bendijo. Si no lo hacemos así podrá presentarse el adulterio como un medio para poner remedio a lo que es sentido como un fracaso. La posibilidad de autorrealización fuera del matrimonio será una tentación.Lo que constituye el fondo del adulterio y lo hace pecaminoso es que establece una ruptura de la alianza personal que un hombre y una mujer contrajeron. Una ruptura del juramento de fidelidad que se hicieron los esposos el día de su matrimonio y por el que se comprometieron el uno al otro a reservarse la exclusividad de sus relaciones conyugales.
¿Por qué en el matrimonio se deben vivir también los consejos evangélicos Pobreza castidad y obediencia?
Pues sí, la idea de que únicamente la vía religiosa permitía vivir los consejos evangélicos y por lo tanto sólo esta vía permitía llegar a la santidad no es conforme con la enseñanza de la Iglesia.
El Catecismo nos enseña en el Punto 915: Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de Cristo…por lo tanto a todos los bautizados.
El estado matrimonial no se ha considerado normalmente como una vía que facilitara el acceso a la santidad debido a que este estado hacía difícil el cumplimiento de los consejos evangélicos, pero siendo el matrimonio un camino hacia la santidad, los cónyuges son llamados a practicar estos consejos de una manera que les es propia.
Por Javier Navascués
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