José Manuel (Canal Católico Familiar): “Al confesar sentí una lluvia de perdón imposible de describir”
José Manuel Anguiano Fernández reside en Molvízar (Granada). Casado con tres hijos. Vive y trabaja en el campo. Terciario del IVE es muy activo con los apostolados: Grupos de Oración Santa Teresita por las necesidades y santidad de los sacerdotes, Casa de Oración Reina de la paz, Emaús, Adoración Eucarística y nuestra iglesia doméstica.
Administra el canal Católico Familiar en YouTube. En esta entrevista nos habla de su proceso de conversión.
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¿Por qué afirmaba usted que a ateo no le ganaba nadie?
Antes discutía mucho en las redes sociales y a veces, cuando defendía una postura, me acusaban de defenderla por mis creencias religiosas y yo respondía: “A mí a ateo no me gana nadie” porque era ateo convencido y practicante. Vivía en concordancia con lo que pensaba y la religión era ya un tema para mí superado, el cual me causaba indiferencia pero lo miraba con condescendencia y soberbia. En realidad, cuando me decían eso, me iba dando cuenta de que algunas posturas que consideraba lógicas estaban sólo defendidas por los cristianos.
Usted empezó a buscar la verdad…¿Cómo fue ese proceso?
Un punto de partida fue la mentira, darme cuenta de cuántos errores y mentiras manejábamos normalmente y decidí intentar descubrir cuánto de eso estaba afianzado en mi cabeza. El otro factor fue reconocer que tenía fe en ciertas cosas, una confianza a veces ciega que no cuestionaba porque venía, por ejemplo, de “la ciencia". Así que decidí desaprender, poner a prueba mis fundamentos y sólo aceptar lo que conociera por conocimiento directo. Eso implicaba un proceso muy lento, incluso angustioso porque se creó un gran vacío (tuve un dolor abdominal perenne durante meses) y no sabía dónde llegaría. Era un proceso de mucha escucha sin prejuzgar. Estaba dispuesto a ir a donde la verdad me llevara pero por mis prejuicios, lo último que deseaba era llegar al catolicismo.
¿Por qué es tan difícil buscar la verdad en muchos sitios, sin tener un criterio claro a la hora de buscar?
Creo que lo más determinante es que requiere tiempo y esfuerzo, cosa que cada vez es más difícil encontrar hoy día, sobre todo en un mundo con muchísima información, donde “cualquiera” puede publicar, dar su opinión al mundo entero, muchos intereses detrás de las ideas que se mueven. No tenemos a veces la formación ni el tiempo para acceder a fuentes primarias o estudiar en profundidad ciertos temas y ponernos a corroborar cada información que nos llega. Bajo mi punto de vista, nuestros propios intereses funcionan además como un filtro para la verdad que queremos encontrar y nos agarramos a ella venga de quien venga. Yo hice Historia y ciencias de la Música, y en la parte de historia, que aprendes a investigar diferenciando fuentes, es algo que normalmente nadie hace porque confiamos en quien nos presenta la información.
En mi caso además, partía de ciertas premisas falsas y prejuicios que me hacían no escuchar o interesarme por acudir a ciertas materias. También mi soberbia de querer hablar y opinar de todo.
Fue providencialmente el deseo de su hija de hacer la primera comunión el que le fue acercando a Dios. ¿Cómo fueron sus primeros diálogos con el sacerdote?
El primer paso fue encontrarme con cristianos nada beligerantes que no sólo argumentaban bien sino que además eran coherentes y eso me invitaba a realmente escucharlos y así, al hacerlo empecé a abrirme a la posibilidad de que Dios existiese. También encontrarme con mentiras, por ejemplo históricas contra la Iglesia las cuales para mí no tenían razón de ser. Pero providencial, en todos los sentidos de la palabra, fue que mi hija me pidiera hacer la primera comunión ya que en casa eso no era una opción (yo ateo y mi mujer luterana alejada de la fe) y porque además le dije que la condición era sin fiesta ni regalos, que debía ser por fe. Me dejó a cuadros cuando aceptó.
Vivimos en un pueblo muy pequeño al que nos habíamos trasladado hacía poco. Con el sacerdote no había tenido contacto alguno y le conté la situación tal cual, sin ocultar nada y la verdad es que creo que tenía razones para habernos rechazado y no lo hizo. Posteriormente me he dado cuenta de lo importante que es la acogida en la Iglesia. Él muy amablemente invitó a mi hija para acudir a las catequesis de comunión en el último curso.
¿Por qué sintió un deseo tan fuerte de confesarse, si en teoría se decía no creyente?
Pues aquí ya no intervino la razón, sino una moción interna de la cual no puedo decir más que fue una gracia. Al volverme a casa sentí un impulso que me superaba que me llevaba a tener que confesarme así fuera lo último que hiciese; así que la siguiente vez que me encontré con el párroco le dije que quería confesarme, pero en ese momento ni quería cambiar de vida, ni estaba arrepentido, por lo que no había preparado la confesión.
¿Cómo fue el momento de la confesión y el sentirse perdonado?
Rompí a llorar y empecé diciendo “he hecho de todo". Aunque era una confesión de vida, no fue muy extensa porque no la había preparado. No recuerdo bien todo lo que dije, lo que sí recuerdo es decir “he negado a Dios” y en ese momento se me partió el alma; lo que tuve claro que era lo peor que había hecho en mi vida (aunque en el momento de hacerlo no fuera consciente) es que había presionado para que abortaran a mi propio hijo. Gracias a Dios en ese momento ya cualquier párroco podía absolverte de ese pecado.
Dentro de mis argumentos ateos, utilizaba la autosugestión para descalificar ciertas experiencias, pero yo que no iba en absoluto autosugestionado por nada, en el momento en el que el sacerdote impuso su mano y comenzó con la fórmula de absolución yo empecé a sentir como una lluvia de perdón físico que no puedo describir más allá de eso, porque nunca jamás he sentido algo así, pero que al caer sobre mí me hacía sentir y saber que me estaban perdonando de todo. Fue un shock para mí porque no asimilaba lo que acababa de pasar.
¿Qué experimentó en la primera vez que volvió a comulgar tras la confesión?
Sin haber terminado de recuperarme del impacto que me causó, sentí un nuevo impulso, esta vez era “tengo que ir a Misa” lo cual para mí en ese momento era lo más aburrido del mundo. Como no sabía ni como decir que yo quería ir a Misa le pregunté a mi hija que si no quería que la llevara para que viera cómo era aquello ya que ella quería hacer la comunión. Ella que es muy buena me dijo que sí y así tenía la excusa para poder ir. Esa vez, cuando empezó la Liturgia de la Palabra, todo resonaba en mi cabeza como con reverberaciones, entendía la profundidad de cada palabra y sabía de algún modo que era verdad. Yo saltaba de alegría y euforia por dentro, pero estaba en el banco muy quietecito. Mi angustia y dolor desaparecieron. No pensé mucho, estaba casi recién confesado, así que cuando llegó el momento de la comunión me dirigí a recibirla. Cuando el sacerdote puso la Hostia consagrada en mi lengua sentí tal explosión de amor físico, como de un fuego que no quema, que explotaba del pecho hacia fuera, que no podía ni soportarlo y comencé a llorar mientras me marché al banco. Mi hija vio llorar por primera vez a su padre y se asustó:
-¿Qué te pasa, papá?
-No lo sé, pero tranquila que es bueno- alcancé a decir. Y la verdad es que no sabía lo que acababa de pasarme y fue algo que oculté durante meses porque no me atrevía a contarlo por lo que pudiera pensar la gente hasta que decidir dar testimonio para dar la cara por la Eucaristía.
Debo decir que la primera vez que conté mi testimonio fue sobre todo por motivos eucarísticos, para testificar que Dios existe, que es misericordioso, que es amor y que está en la Eucaristía. Y también porque una vez ya entrado en materia, siendo libre y consciente de lo que era un pecado mortal, aunque no lo cometí, fui a comulgar habiendo acogido en mi corazón ese pecado, y la experiencia fue todo lo contrario. No tenía claro cuándo no debía ir a comulgar, y el Señor me dejó la línea muy clara. En el momento en el que el sacerdote puso la Hostia consagrada en mi lengua, la llama de amor de Dios que hay siempre en nosotros aunque no la notemos, en ese momento se apagó. Sentí una ausencia total del amor de Dios, y sin que fuese ninguna pena o sufrimiento, pensé que sólo ese vacío por la eternidad era un auténtico infierno.
Por eso, di testimonio también, de que tal como dice La Palabra y la Doctrina de la Iglesia, no podemos ir a comulgar de cualquier manera.
¿Cómo fue el proceso de formación y de integración en la Iglesia a través de la oración y del apostolado?
Se me abrió una gigantesca puerta de conocimiento y deseaba conocer a Dios y a la Iglesia. Empecé con la Biblia, Catecismo, vidas de santos, apologética, etc.
Al principio mis oraciones eran espontáneas, pero investigando apariciones Marianas, descubrí que la Virgen pedía que rezáramos el rosario a diario y fue mi primera oración ordenada. Después de un viaje a Medjugorje llegó la Adoración Eucarística. En la parroquia nos acogieron de maravilla, y eso ayudó a que mi esposa, aún luterana aunque no practicante, se sintiera en casa y pudiera avanzar en este camino. Lamentablemente en muchos lugares no se ven niños por las iglesias y la gente se alegraba de ver a nuestros hijos. Poco a poco fuimos poniendo nuestra vida en orden, y el día que mi hija hizo su primera comunión nosotros nos casamos por la Iglesia. Posteriormente mi esposa hizo la comunión plena y ahora es Católica. Para mí su conversión tiene más valor, porque ella no vivió nada así sino que de forma confiada se dejó llevar por Dios y por la Virgen.
A partir de ahí, empezamos a querer hacer todo por el Señor, y pasaron muchas cosas por su gracia, desde acoger en casa a dos jóvenes, dar unas catequesis, apoyar en varias parroquias, varios movimientos, servir en Emaús, colaborar con Mary’s Meals…
En realidad tuvimos que parar porque perdíamos de vista nuestro gran apostolado al que estamos llamados como matrimonio que es la familia y especialmente los hijos.
¿Cómo conoció al Instituto del Verbo Encarnado y por qué decidió consagrarse como seglar?
Uno de los apostolados del Instituto del Verbo Encarnado es fomentar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, y un verano que me quedaba solo en casa decidí hacerlos en la versión on-line que tienen. Me los dirigió el P. Gustavo Lombardo y le pedí que me buscara un director espiritual y me envió a la parroquia que tiene el IVE encomendada en Granada, el sitio más cercano para nosotros. Una vez allí, conocí su carisma: su gran amor y devoción por la Eucaristía, su Esclavitud Mariana, su espiritualidad de continua conversión, buena formación, o los innegociables para los seglares como la docilidad al Magisterio de todos los tiempos, misiones, etc. Eso unido a ver en sus ramas religiosas la alegría de la santidad, me hizo ver que encajaba a la perfección conmigo.
Háblenos de su canal en YouTube como plataforma de apostolado…
Al hacer reforma de vida, y conocer reglas de discernimiento ignacianas, nos dimos cuenta de que teníamos que dejar cosas y sólo mantenemos tres apostolados. Por un lado, mi mujer está en proceso para terminar la formación del Proyecto Raquel que acompaña a personas que tengan síntomas pos aborto hasta llevarles a la misericordia de Dios y ayudarles a sanar heridas. Por otro lado tenemos una pequeña casa de oración (Reina de la Paz) que dejamos de forma gratuita para Sacerdotes y Religiosas que la necesiten o bien quien quiera hacer EE de San Ignacio que coordinamos con el IVE. Por último, mi hijo y yo, con ayuda de una de mis hijas, tenemos el Canal Católico Familiar en Youtube, donde subimos programas con pequeñas catequesis, recomendamos películas, música, libros, juegos, etc. Todo con carácter cristiano para facilitar a las familias el acceso a la cultura cristiana ya que es un tiempo que dediqué en la búsqueda de contenidos para ofrecer a mis hijos como alternativa a todo lo que considero nocivo y que suele llegar. Al final mi hijo se ha hecho el protagonista y hace poesías y cuenta chistes cristianos.
También seguimos con Mary’s Meals, que aunque no es un apostolado en sí, es una parte de ayuda al necesitado que como cristianos, consideramos que debemos hacer.
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¿Qué ha supuesto para usted poder hacer la reversión de la vasectomía que se había hecho?
Tengo que decir que ante el obvio desembolso (ya que la Sanidad pública no lo realiza) y los dolores y molestias, para nosotros ha supuesto alegría, paz, gratitud y libertad. La alegría de vivir en la voluntad del Padre. Aunque nos informaron de que la Iglesia no nos exigía en nuestro caso tener que hacerlo, poco a poco ambos hemos ido (creemos que guiados por Dios) hasta esta decisión que nos da la oportunidad, en contra de nuestros razonamientos mundanos, de poder vivir en nuestro matrimonio de la forma que ha diseñado el Señor. Es una gracia, ha sido un proceso largo y bien acompañados en el cual Dios nos ha permitido estar dóciles a su voluntad (ni querer ni no querer más hijos), sino querer lo que tenga preparado el Señor para nosotros y poner todo lo que esté en nuestras manos para que así sea. Le pido a Dios que no me permita juzgar a ningún hermano que no haya recibido esa gracia y se encuentre en mi situación anterior. Ahora ya pienso en lo siguiente que tengo que entregarle al Señor, pero voy a esperar a recuperarme.
Por Javier Navascués
3 comentarios
Casi le tengo envidia...ya se q no es una palabra muy cristiana, pero venir de la oscuridad y recibir esa gracia y esa luz...q maravilla.
Q usted y su familia sigan recibiendo bendiciones.
Es un testimonio valiente.
Muchas gracias.
Ahora en Cuaresma tenemos miles de inscritos a la nueva tanda de Ejercicios Online en la web www.ejercicioesespirituales.org
Que muchos más quieran y puedan hacerlos y recibir las mismas gracias que tu!!!
Gracias
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