Concepción Hoyos habla de su libro Dios bendiga esta casa, compendio de la Teología del hogar
Concepción Hoyos Barceló (Chiti) es Licenciada en Derecho por la UNED, tiulada por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma en los estudios de Máster en Ciencias de Matrimonio y familia del Instituto Pontificio Teológico Juan Pablo II y Experta en Afectividad y sexualidad por la Universidad Francisco de Vitoria. (Madrid). Es esposa y madre de ocho hijos (y dos más en el cielo). Ejerce su apostolado en redes bajo el pseudónimo de La samaritana (@Damihibibere) dando testimonio de su fe católica a través de la belleza, la esperanza y el sentido del humor.)
¿Por qué decidió escribir un libro que compendia la Teología del hogar?
Bueno, en realidad no fue iniciativa mía. Yo empecé a hablar en redes sociales sobre lo que iba aprendiendo de la teología del hogar y varias personas me empezaron a animar a escribir. Fué a través de ellas como se puso en contacto conmigo la editorial Nueva Eva y hablamos de que podía ser un buen proyecto. Luego ya fue un recopilar de varias fuentes y aportar lo que yo misma estaba experimentando en mi hogar, lo que decía la Iglesia, la sagrada escritura, los santos, etc, y también lo que meditaba en la oración. Es un libro muy rezado.
Sin duda una Teología poco conocida aún en España…¿Qué autoras le introdujeron en este tema?
El término “Teología del hogar” lo acuñaron Carrie Gress y Noelle Mering, dos madres de familia numerosa americanas. Carrie es filósofa y explica de maravilla el anhelo que toda persona tiene por el hogar (algo que entra de lleno en el campo de la metafísica) y Noelle es miembro del Centro de Políticas Públicas y Ética en Washington. La ética en el hogar se desarrolla sobre todo con la hospitalidad. La Madre Teresa lo consideraba primordial: “Si quieres cambiar el mundo, ve a casa y ama a tu familia"; la teología del hogar añadiría: …"y después abre las puertas y deja que el mundo vea ese amor".
Dicen las autoras que puede que nos sea difícil llevar a la gente a una iglesia, pero es muchísimo más fácil meterles en tu cocina. Y la cocina evangeliza.
De hecho yo llegué a la teología del hogar a través de Emily Simpson Chapman, autora del libro “la mesa católica “que desarrolla una auténtica teología de la comida, algo que no debe nunca faltar en un hogar católico.
Se empezó a interesar a través de la comida…en los pucheros también está Dios, en frase teresiana…
Eso es. Dice San Pablo: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". (1 Cor 10,31)”.
Esto no se refiere sólo a tener buenos modales en la mesa. También es la actitud con la que comemos, el amor que ponemos al cocinar y el servicio que prestamos a los que se sientan con nosotros a comer.
Debería ser siempre un momento para dar y recibir amor. Al Señor le encantaba sentarse a la mesa y comer con todos. Así que las comidas pueden ser un medio de santificación y sanación para cuerpo y alma si las unimos a la bendición de Dios por medio de su gracia. Emily habla mucho de descubrir el poder sanador de la comida a través del agradecimiento y la celebración. Porque ambas cosas nos unen a Dios y al prójimo. El “mirad como se aman” puede expresarse visiblemente en torno a una mesa.
¿Qué importancia tiene la familia, como célula básica de la sociedad y cómo Iglesia doméstica?
En su Primera Carta a Timoteo, san Pablo pide que se escoja para la Iglesia naciente personas que gobiernen bien su propia casa, es decir, buscaba personas virtuosas. El hogar es el entorno natural donde se desarrollan las virtudes. Aunque ahora se habla de valores, no son lo mismo. Los valores son criterios que orientan la conducta, por eso si cambias los criterios cambias la conducta. Mientras que las virtudes fortalecen el hábito de obrar bien. No quiero decir que en el mundo no haya virtudes, sino que, al margen de la familia, no hay células naturales que las transmitan; en los colegios se habla de valores no de virtudes. No se puede aprender una virtud de forma abstracta; para comprenderla bien se necesitan actos concretos de personas concretas —lo que conocemos como «predicar con el ejemplo». Los valores católicos pasan de una generación a otra, se heredan. Lo bueno que hacemos lo sabemos porque alguien nos lo ha enseñado, nos lo ha mostrado y, sobre todo, nos lo ha demostrado con sus actos, (virtudes) no con mera teoría. Por eso dependiendo de cómo se viva en los hogares, así se vivirá en la sociedad.
La familia además, como Iglesia doméstica, tiene una liturgia propia que acompase su fe, bendiciendo la mesa, y teniendo rituales familiares que marcan la forma de celebrar los tiempos fuertes. Por eso en Navidad o Semana Santa se hacen dulces especiales y se pone el Belén, la corona de adviento, etc.. Se debería saber siempre al entrar en un hogar católico en qué tiempo litúrgico se está.
Hablo mucho de las tradiciones en el libro, porque son el verdadero tesoro de la familia. Es una riqueza inmensa que va directamente a la memoria del niño, y como explica San Juan de la Cruz, la memoria es la tierra donde se siembra la esperanza.
Sin duda la Sagrada Familia es el modelo por antonomasia de los hogares cristianos…¿Por qué Jesús, José y María tienen que reinar en todo hogar cristiano y ser un anticipo del Cielo?
El hogar tiene un papel glorioso en la historia de la redención. Jesús, durante su vida terrena paso el 90% en su casa. Eso es un dato importantísimo. Porque Jesús nos muestra la manera de llegar al cielo. Ningún momento de su vida está desaprovechado. Él siempre está expresando el camino, la verdad y la verdadera vida. Por lo tanto pasar tiempo en casa debe de ser algo bueno, no, buenísimo.
La clave está en que, al igual que el matrimonio está llamado a ser imagen de la Trinidad en la tierra, el hogar está llamado a ser imagen del cielo. Es una comparación que hace él mismo Jesús al hablar del cielo como la “casa de mi Padre". Al hablar de “Casa” da por hecho que todos lo vamos a entender, que es un refugio, un santuario un sitio donde recibimos y damos amor, estamos en paz y nos sentimos libres.
Dios quiso prepararle a su hijo el mejor de los hogares, por eso la sagrada familia es modelo para poder “re-crear” un poco del cielo en nuestros hogares, un pequeño jardín del edén, donde Dios pueda pasearse y reclinar la cabeza. Tenemos que imitarles, o mejor dicho, aprender siento guiados por ellos a plantar ese pequeño paraíso en nuestras casas.
Para eso es importante consagrar el Hogar al Sagrado Corazón de Jesús…
Pío X llamaba a la consagración de los hogares una “obra de salvación social".
La costumbre de entronizar al sagrado corazón empezó con el sacerdote peruano Mateo Crawley-Boevey, que tuvo una inspiración al visitar Paray le Monial, donde el Sagrado Corazón se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque.
Releyendo las promesas que el Señor hacía a los devotos de su divino Corazón, se dió cuenta de que podrían ser el motor de una auténtica regeneración espiritual de las familias.
En la práctica se ha demostrado efectiva y así lo he documentado en el libro con ejemplos reales de familias devotas del Sagrado Corazón. Pero a mí lo que me ha convencido es mi propia experiencia de vida. El dejarle la llave de nuestro hogar al Señor ha sido la mejor decisión que tomamos desde que entramos por primera vez en casa. Entramos nosotros y el Sagrado Corazón entronizado. Es una declaración clarísima de intenciones: «Yo y mi casa serviremos al Señor» (Jos 24, 15) y Él ha cumplido su parte: Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
Eso sí, cuando entra en un hogar se toma libertades y cambia todo a su gusto. El cambio es una auténtica “conversión” de la familia, muy necesario para que la casa verdaderamente sea un anticipo del cielo. Por eso siempre hay que empezar por preguntarse ¿Por qué mi casa no es el cielo? Y a partir de ahí discernir cuál es la voluntad de Dios para tu hogar.
San Ignacio y San Agustín da pautas de discernimiento para santificar el hogar…
Me hizo especial ilusión que mientras yo estaba escribiendo el libro el Papa Francisco comenzara sus catequesis sobre el discernimiento ignaciano. Él habló de que era un discernimiento que se podía hacer en comunidad, pero también en familia.
San Ignacio recibió el regalo de poder evaluar lo que acontecía en su vida de oración, pero también en su día a día, para poder saber si lo que sentía o pensaba venía de Dios y le acercaba a Él o todo lo contrario. En ese sentido es una herramienta universal que puede aplicarse a cualquier estado de vida.
Lo bueno que tiene es que no es una “recetilla” sino que se adapta a las características de cada uno. Tampoco hay dos familias iguales, ni dos hogares iguales, por eso me parece tan útil y necesaria, sobre todo ahora que andamos todos un poco perdidos por tantos ataques y frentes contra la familia.
San Agustín sin embargo nos recuerda que a veces buscamos a Dios fuera y lo “tenemos dentro". Dios ha puesto en el hogar todo lo necesario para alcanzar altos grados de santidad, solo que pensamos que es algo complicado y no. Dios confundió a los sabios dando a conocer los secretos a los pequeños, y es que es eso, es el truco de Santa Teresita de Liseux, se trata de hacer pequeñas cosas con gran amor.
¿Qué otros santos han hablado de la Teología del hogar?
Pues a parte de los que ya he citado hay muchísimos más, porque todos los santos han vivido en un hogar y allí han recibido las semillas que necesitaban para que luego fueran el “árbol frondoso” bajo cuyas ramas nos refugiamos los católicos. Pero yo destaco en el libro a San Francisco de Sales, Charles de Foucault, San Rafael Arnaiz y muchos más. Vas a ver muchas citas de santos, porque no sólo son maestros especialistas en todo lo que puedas pensar, algunos son hasta “doctores".
¿Cómo podemos llevar a la práctica esta Teología del hogar en el día a día?
Una de las partes del libro va precisamente a dar una luz sobre eso; porque cuando empiezas a leer sobre la teología del hogar te entusiasmas y quieres aplicarlo todo de golpe y eso es imposible y puede llegar a ser muy frustrante. Por eso hay que empezar por trazar un plan, un plan de vida, sabiendo que no es un proyecto a largo plazo sino el auténtico plan de Dios para tu vida familiar.
Cada plan de vida debe adaptarse a las necesidades reales de tu familia, porque es por donde hay que empezar: no por lo que te gustaría, sino por lo que es más necesario en cada momento.
No es una tarea fácil (si no, no sería santificadora, jajajaja) pero es una tarea apasionante y a la que merece la pena entregarse en cuerpo y alma.
Yo estoy en ello, “corriendo la carrera” , como diría San Pablo, y sin quitar los ojos de la meta que cada vez me parece más bella y luminosa.
Por Javier Navascués
1 comentario
Jeje, muy bueno. Entrevista muy enriquecedora e interesante tema.
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