El P. Aguilar, Deán del Cabildo Metropolitano, analiza la Coronación canónica de la Virgen del Pilar en 1905
P. Joaquín Aguilar Balaguer. Nació en Maella (Zaragoza) el 30 de noviembre de 1948. Fue ordenado sacerdote en Zaragoza el día 13 de octubre de 1973. Este año celebrará sus Bodas de Oro Sacerdotales.
Fue párroco de las parroquias rurales de Almonacid de la Sierra y de Cosuenda; después lo fue de la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, en la ciudad de Zaragoza. En 1990 fue nombrado Vicario Episcopal de media zona rural de la Diócesis de Zaragoza. Desde 2006 es el Canciller Secretario General de la Diócesis. En 2005 fue nombrado Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana y, desde 2019, Deán Presidente del Excmo. Cabildo Metropolitano.
¿Qué se entiende por coronación canónica de una imagen?
La coronación canónica de las imágenes de la Bienaventurada Virgen María es una de las formas más solemnes y peculiares –además de extraordinaria y excepcional– del culto a la Madre del Señor. Las primeras coronaciones canónicas se remontan al siglo XVII, y no fueron incorporadas definitivamente al conjunto de las celebraciones litúrgicas católicas hasta el siglo XIX.
Hay dos tipos de coronaciones: las pontificias y las diocesanas, dependiendo de la instancia o la autoridad eclesiástica que la concede. Cuando es el Papa el que concede la coronación canónica esta se llama coronación canónica pontificia. Así fue la coronación de la imagen de la Virgen del Pilar el 20 de mayo de 1905. Si es el obispo el que concede la coronación, se llama coronación canónica diocesana.
Todos sabemos que una corona dice relación con la realeza, y el hecho de coronar tiene que ver con la proclamación de un rey o de una reina. En el caso de la Virgen, la coronación de una imagen suya es el reconocimiento de su realeza: así la proclamamos en el 5º misterio glorioso del Santo Rosario –“La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado”– y en las 13 últimas letanías del Santo Rosario –“Reina de los Ángeles, Reina de los Patriarcas, Reina de los Profetas…”–.
A las imágenes de la Virgen se las corona no para que sea Reina sino porque es Reina.
¿Qué supuso la coronación canónica de la Virgen del Pilar en el año1905?
En primer lugar, supuso una gran movilización, que tuvo como resultado la aportación de joyas y metales preciosos provenientes de toda España: alianzas, broches pulseras, pendientes, relojes, etc.
En segundo lugar, una gran preparación espiritual de los católicos zaragozanos para tan gran acontecimiento.
Y, en tercer lugar, la coronación supuso el comienzo del auge esplendoroso de la devoción a la Virgen del Pilar que ha caracterizado, de un modo destacado, la espiritualidad pilarista a lo largo del siglo XX y comienzo del XXI.
¿Qué autoridades a nivel mundial estuvieron presentes aquel día?
El relato de la época dice: “Accediendo gustosos y honradísimos a los deseos que Su Santidad había manifestado de bendecir las coronas destinadas por los católicos españoles a la santa Imagen de Nuestra Señora del Pilar, marcharon a la Ciudad Eterna el señor arzobispo de Zaragoza, la Excma. señora marquesa de Aguilafuente, presidenta de la Junta Central de Madrid con algunas damas; y de Zaragoza acompañaron al señor arzobispo el canónigo D. Gregorio Marco, señores de Contín, marquesas y condesas de Esquivel, de Orgaz, de Casa Torre, de Gaytan de Ayala, de Águila Real, de Espés, de Arlanza. Su Santidad señaló el día 29 de abril, y a las 7 de la mañana para la ceremonia. Acudió, igualmente, al Vaticano toda la colonia española en Roma. Fueron llegando el cardenal Vives, que tomó asiento junto al trono de Su Santidad, señor arzobispo de Zaragoza, el señor Cagiado Azebedo, mayordomo del Papa, el embajador de España y representaciones de Agustinos, Carmelitas y Dominicos con sus Padres Generales, el Colegio Español de San José, capellanes de la Real Iglesia de España en Roma con su rector señor Parea y la Rvda. Madre Varona del Sagrado Corazón”.
¿Quién impulsó la coronación?
Sigo citando el relato de la época: “Así llegó el año 1904, cincuentenario de la Definición Dogmática de la Inmaculada Concepción, que se celebró en todas partes con inusitado fervor. A mediados de este año la “Semana Católica de Madrid” daba la noticia de que, bajo la presidencia de los señores arzobispo de Zaragoza y obispo de Madrid-Alcalá, se había celebrado una gran reunión, y, en ella, se propuso la idea de realizar una gran peregrinación al Pilar y de coronar a la Virgen. Textualmente decía el entonces arzobispo de Zaragoza don Juan Soldevila: «Promoveremos la coronación de la Virgen, pero dependiendo todo de nuestro Soberano Pontífice y necesitando trámites indispensables se llevará a cabo en un plazo un tanto lejano…».
El citado arzobispo dirigió una carta-circular a los prelados de España que firmaban con el cardenal primado de Toledo y el obispo de Madrid-Alcalá. Se formaba una Junta ejecutiva y de Señoras para llevar a cabo este proyecto doble. La excelentísima condesa de Godomar, vicepresidenta de esta Junta, elevaba preces a su Santidad en el sentido de que extendiera la gracia jubilar concedida con motivo del Cincuentenario y de la Definición de la Inmaculada Concepción a la ciudad de Zaragoza y al año 1905, que había de ser el de la Coronación”.
La respuesta afirmativa llegó el 28 de septiembre de 1904. Pero no sólo llegó la respuesta afirmativa del Papa Pío X; con ella llegó también su deseo de ver las coronas y de ser él mismo artífice de la Coronación.
¿Qué supuso llevar la corona al Papa San Pío X para que la bendijera?
El cronista recoge con precisión los detalles, circunstancias y sentimientos de aquella celebración. Tuvo lugar en la Capilla Sixtina. El papa vestía “sotana blanca, roquete y muceta, y una preciosa estola”, y, después de unos momentos de oración “tomó los ornamentos sagrados y comenzó la celebración de la santa Misa. Lo sublime de las ceremonias realzadas por la majestad de la augusta Persona que oficiaba, unido a la melodía de las voces unísonas de las Capilla Sixtina dirigidas por el maestro Perossi que entonaban con dulzura sin igual el Ave-María compuesta exclusivamente para la solemne ceremonia”. Todos estos hechos y circunstancias “embargaban de tal manera la atención de los oyentes, a quienes tanto enorgullecía aquel acto, que seguramente no habrían sentido nunca emociones tan grandes, y más en el momento de la comunión cuando el Soberano Pontífice distribuyó el Pan de los Ángeles entre aquellos sus amados hijos españoles, mientras la capilla cantaba fervorosos motetes. Terminada la Misa, el Santo Padre se retiró a su sitial y, arrodillado, oyó con edificación la que celebró monseñor Breson, su capellán secreto, y acto seguido el señor Arzobispo de Zaragoza tomó en sus manos las coronas y las presentó a Su Santidad, quien con las oraciones propias del ritual las bendijo, asistido por el Emmo. Sr. Cardenal Vives…”.
“Una vez terminada la ceremonia de la bendición de las coronas, una sorpresa, en extremo agradable, llamó la atención de los presentes. El Papa hizo señal de que se acercase el arzobispo de Zaragoza. Este se acercó al trono postrándose a los pies de Su Santidad y el Soberano Pontífice, con visibles muestras de satisfacción, le hizo entrega del cáliz con el que acababa de celebrar la Santa Misa y que lo dedicaba como recuerdo de aquel día y testimonio de su amor a la Santísima Virgen del Pilar. El arzobispo, confundido con tan agradable sorpresa, recibió el cáliz y dio expresivas gracias a Su Santidad”.
¿Cómo fueron las peregrinaciones y muestras de fervor que hubo?
La crónica que recoge el nº 1136 de la revista “El Pilar” correspondiente al 27 de mayo de 1905, recoge los preparativos para acoger a los peregrinos que acudían a la fiesta de la coronación de la imagen de la Virgen del Pilar. Se dividió la ciudad en 9 distritos con distintos colores identificativos y en las estaciones se situaron grupos de 10 personas que orientaban a los peregrinos hacia el distrito correspondiente según el color que se les adjudicaba; “kioscos de la plaza de la Constitución y los de la del Pilar, en las estaciones del Arrabal y del Campo Sepulcro, y la Escuela Católica de obreros, Fuenclara 2; en todos esos puntos se facilita a los peregrinos que lo soliciten, todos los datos que necesiten relativos a hospedajes y las reclamaciones que consideren presentar”. El despliegue organizativo para la recepción de peregrinos da una idea de lo que significó la coronación.
Y los peregrinos fueron llegando de Zaragoza, de Aragón y de todos los puntos de España. A las 12 de la noche del viernes día 19 de mayo se abrieron las puertas del Pilar y entraron los numerosos peregrinos que esperaban en la plaza rezando. Toda la noche se celebraron misas ininterrumpidamente (más de 300, dicen las crónicas). A las 10 de la mañana el Pilar rebosaba de fieles. Poco después llegaron los Prelados y los Representantes de las personas de la familia real.
“Celebró de pontifical el Sr. Nuncio asistido por los M. I. Señores Moreno, Erice, Jardiel, Codera y Pardo. Las dos capillas dirigidas por D. Antonio Lozano cantaron con verdadero primor la hermosa misa de Perossi, gradual de Borobia y ofertorio de Lozano. Durante la misa era imposible el tránsito por las naves”.
A continuación de la Misa se organizó la procesión hacia la Santa Capilla. “Las coronas iban llevadas en una peana por cuatro Canónigos, y en la procesión iban todas las representaciones, Autoridades, Cabildo, delegados regios, Prelados y nuestro Excmo. Arzobispo, de pontifical.
La creciente emoción que iba invadiendo las masas de fieles que esperaban tan solemne momento se tradujo en manifestaciones de entusiasmo al oírse el primer cañonazo de los veintiuno que se dispararon desde la arboleda de Macanaz.
Abundaron los aplausos y no cesaron ya los vivas y aclamaciones… Luego nuestro Prelado impuso la Corona al niño y después a la Virgen con la fórmula que el Ritual ordena… El Te Deum que se cantó después y el Himno con que terminó la fiesta pusieron adecuado remate a una solemnidad tan brillante y entusiasta”.
¿Qué supuso el hecho para consolidar el Pilar como uno de los grandes santuarios marianos a nivel mundial?
Creo que los retazos de las crónicas de aquel momento recogidos en este artículo dan una idea de lo que, a partir de entonces, supuso el Pilar a nivel mundial. La historia posterior, y en especial la correspondiente a la segunda mitad del siglo XX y los comienzos del XXI, evidencian el significado y la consideración del Pilar como uno de los grandes santuarios marianos a nivel mundial.
¿Qué nos puede decir de la corona de oro macizo y platino que lleva engarzadas más de 10.000 piedras preciosas?
La joyería Ansorena, fundada en Madrid en 1845, fue la encargada de confeccionar la “Gran Corona” para la coronación con las joyas y metales preciosos fruto de las donaciones provenientes de toda España: alianzas, broches, pulseras, pendientes, relojes, etc. Es una de las obras más importantes de la orfebrería europea de la época. El cuerpo total contiene: la corona de la Virgen, la corona del Niño, el halo y el resplandor, que está confeccionado sobre 18 kg. de oro. Los tres cuerpos tienen un total de 13.839 piedras preciosas, y se colocan en fechas muy significativas: el 2 de enero y el 20 de mayo; el día del Pilar y durante la octava; el día de la Inmaculada; el día 1 de enero…
¿Qué actos importantes hubo después a lo largo de los años para conmemorar esta coronación?
1954: Congreso Nacional Mariano.
1954: El Cardenal Roncalli (futuro Juan XXII) visita Zaragoza y el Pilar.
1961: V Congreso Eucarístico Nacional.
1982: 1ª Visita del Papa San Juan Pablo II.
1984: 2ª Visita del Papa San Juan Pablo II.
2005: Año Jubilar en el Centenario de la Coronación Canónica de la Imagen de la Virgen del Pilar y 150 Aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción.
A todo ello hay que añadir las cuidadas celebraciones litúrgicas de cada día, en especial al Misa Conventual; la Novena y fiestas en honor de la Virgen del Pilar; el Rosario de Cristal el 13 de octubre; la programación pastoral de cada año en los tiempos fuertes; la acogida de peregrinos que, procedentes de todas las partes de mundo vienen a celebrar la Eucaristía en la Catedral Basílica; los conciertos religioso-culturales en el marco de la Basílica; y los 3.500.000 fieles que, a lo largo del año, vienen a ver a la Virgen del Pilar y a que la Virgen del Pilar los vea.
Por Javier Navascués
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