P. Esteban Castell: “El sacerdote tiene también sus debilidades, por eso hay que rezar por nosotros”
El P. Esteban Castell Núñez es párroco en la parroquia de San Juan Bautista de Arganda del Rey (Madrid).
¿Cómo valora la iniciativa de El Rosario de las 11 de rezar por los sacerdotes?
Gratitud. Esa es la palabra que mejor puede definir mi valoración de esta iniciativa. Gratitud hacia Belén y a todo su equipo de El Rosario de las 11. Conozco muy bien que constantemente rezan por todos los sacerdotes y no saben cuánto lo necesitamos.
Muchas veces te dicen “Padre rece usted por esta intención, rece porque usted está más cerca de Dios”, y yo lo que pienso en esos momentos es “no sabes cuánto necesito que reces por mí”.
Si conociéramos el poder de la oración, rezaríamos mucho más unos por los otros. Hay gente, sobre todo personas mayores que con cierto pesar se quejan de que ya no pueden hacer otra cosa más que rezar. Yo les digo que es lo más grande que pueden hacer. Después de años de duro trabajo, Dios les regala un tiempo con tiempo para rezar y para ofrecer, ¿se puede pedir más?
Muchas veces me encomiendo a la religiosa, al religioso, al novicio, al laico… que en ese momento está ante el Santísimo intercediendo por los sacerdotes. Las oraciones nos mantienen en la vocación.
¿Por qué es importante rezar por los sacerdotes?
Si me lo permites yo diría que no sólo es importante, sino que es indispensable. A este respecto siempre recuerdo el día de la ordenación sacerdotal. Fue en San Pablo Extramuros en Roma. La basílica estaba llena de gente y nosotros esperábamos en el atrio para la procesión de entrada. De repente alguien gritó “la chiave! dov’è la chiave?”
Parece que alguien no encontraba la llave para abrir la puerta. Lejos de ponerme nervioso tuve muy claro que esa puerta se abriría. Dentro de la iglesia había mucha gente rezando, los cuales habían rezado por nosotros durante los años de preparación y ahora estaban también rezando por nosotros. Si fuera necesario esas oraciones echarían abajo las puertas para poder entrar.
Es la misericordia de Dios y las oraciones de los fieles lo que nos permite decir fiat a Dios en el llamado y es la misericordia de Dios y las oraciones de los fieles lo que nos mantiene en pie, sobre todo, en los momentos de dificultad.
Siempre ha sido una tradición de la Iglesia rezar por la perseverancia y santificación de los sacerdotes.
La Iglesia, como Madre que es, conoce la debilidad de sus hijos, también de sus hijos sacerdotes y, por supuesto, se ha preocupado y se preocupa por cada uno de nosotros. Por ese motivo ha incentivado mucho la oración por los sacerdotes.
No olvidemos que el sacerdote es un hombre sacado de entre los hombres con sus debilidades y sus momentos buenos y malos. En el libro del Éxodo leemos que mientas Moisés mantenía los brazos en alto Israel vencía, pero cuando, por cansancio, los bajaba Israel perdía la batalla y necesitó la ayuda de otros para mantener los brazos en alto. Moisés debía mantenerse perseverante en su intercesión ante Dios, pero solo no puede. Necesita a los demás (cfr. Ex. 17).
De hecho, siempre se ha dicho que según es el sacerdote, así serán los feligreses…
¡Uf!, no me digas eso. Da como miedito… Gracias a Dios, es Él quien actúa, muchas veces a pesar de nosotros.
Es verdad que tenemos una gran responsabilidad de ser testigos creíbles de Cristo y Dios nos libre de ser un obstáculo para nadie, pero es Dios quien actúa y en no pocas ocasiones tenemos la inmensa gracia de ver y palpar la acción de Dios en las almas. Cada confesión, cada dirección espiritual, cada vez que alguien me pide un consejo… renace en mí la sorpresa del primer día “siervos inútiles somos” y sólo soy capaz de hacerlo desde la seguridad de que es Dios quien actúa.
Sin duda, como dijo el Cura de Ars, la misión de los sacerdotes es mostrar el camino al cielo…
Sin duda, sin duda esa es la misión. El cielo es nuestro destino. Es una cita en la Casa del Padre a la que nadie puede faltar. El sacerdote debe mostrar el camino al cielo y, al mismo tiempo, debe recorrer ese camino con las almas encomendadas. Ponerse los zapatos de los demás, entenderles en sus dificultades y en el momento en que se encuentran, caminar con cada uno, sin miedo a enfangarse.
Tengo la impresión de que a los sacerdotes nos resulta más sencillo hablar de la virtud de la fe y de la virtud de la caridad que de la virtud de la esperanza y hoy parece que hemos perdido la esperanza. ¡Cuánta gente sin esperanza!, ¡cuánta gente que no esperan nada de Dios ni de la Iglesia!, ¡cuánta desesperación! Y el cielo es nuestra esperanza, el cielo es esperanza.
Igualmente los sacerdotes deben luchar por la santificación de los fieles…
Por supuesto y ahí volvemos al inicio de esta charla. Esta “lucha” por la santificación de los fieles sólo puede nacer de la oración de los sacerdotes por sus fieles. Ponerse ante Cristo Eucaristía y, si se me permite, “recordarle” que son sus ovejas.
Rezar por ellos, por cada uno. Ofrecerse a Dios por ellos, por cada uno. Acompañar a cada uno saliendo al encuentro de cada uno. Pedir al Espíritu Santo el don de la prudencia y saber esperar el momento de cada uno. Que nadie se sienta abandonado.
¿Cuál es la principal tentación que pueden tener los sacerdotes hoy en día?
El diablo se pasa toda nuestra vida estudiándonos para ver cuál es el punto débil de cada uno. Es más fuerte e inteligente que nosotros, pero no es más fuerte ni más inteligente que Dios. Así que, ¡con Dios ningún miedo!
De todas maneras, yo destacaría algunas tentaciones por su frecuencia. A nivel personal una de ellas es, sin duda, la soledad. Una soledad que puede desembocar en tristeza y cierta ansiedad. El sacerdote debe tener muy claro que es un simple hombre, por lo que favorecer la auténtica fraternidad sacerdotal debe ser una de las principales prioridades de los obispos y de los superiores religiosos.
En la labor pastoral la tentación podría ser, por exceso, el clericalismo cuando el sacerdote no confía en los seglares en la labor evangelizadora, además del activismo con el peligro de relegar la oración y, por defecto, un cierto sentimiento “funcionarial” limitando su acción a un mero cumplir sin más.
Por Javier Navascués
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