Loles Barrado analiza la importancia de los cursos prematrimoniales para vivir en plenitud el sacramento
María Dolores Barrado. 54 años. Abogado de profesión, con máster en derecho fiscal, es profesora de Economía y Religión y tutora de Bachillerato del Colegio RM Santa Isabel, donde trabaja desde el año 2000. Tras varios años en un despacho de abogados y economistas, decidió pasar a la docencia para poder tener más tiempo con su familia.
Casada con cuatro hijos. Lleva impartiendo cursos prematrimoniales junto a su marido, Rafa, desde 1998. Han tenido contacto con más de 200 futuros matrimonios.
¿Por qué decidió involucrarse con su esposo en el apostolado de la catequesis prematrimonial?
Primeramente, porque aquello que te dan gratis lo tienes que devolver, igualmente, gratis. A nosotros nos impartieron unos cursos prematrimoniales muy buenos y justo, donde nos los dieron a nosotros, en el DIF, del Regnum Christi, necesitaban parejas que estuvieran dispuestas a lanzarse y participar en el grupo que impartía cursos prematrimoniales. Al principio nos costó, pero después ha sido una experiencia impresionante.
¿Hasta qué punto piensa que es importante la formación antes del matrimonio?
Hoy en día se nos exige formación para todo: manipulación de alimentos, monitores de tiempo libre, riesgos laborales… Sin embargo, mucha gente va a desgana o intenta, literalmente, esquivar la formación al matrimonio, el paso más importante que van a dar en sus vidas. Es muy importante poder escuchar de un sacerdote lo que implica el sacramento, pero también es fundamental escuchar de una pareja que lleva un tiempo importante casada sus vivencias y cómo se encuentran compartiendo la existencia, siendo una sola carne. El matrimonio es salir de uno mismo y para ello es vital formarse.
De hecho, con una buena formación y conociendo la trascendencia del sacramento se evitarían muchos divorcios y separaciones…
Por supuesto, en la actualidad se tiene un gran miedo al compromiso, a dejarlo todo por una vocación, porque no olvidemos que el matrimonio es una vocación y, de hecho, una vocación de servicio. La gente da el paso y se planta en un juzgado y se casa por lo civil, lo cual es un gran paso, pues ya podemos hablar aquí de compromiso. Sin embargo, cuando deciden casarse por la Iglesia deciden poner a Dios en el centro de su vida. “El matrimonio es cosa de tres”, decía el obispo Fulton Sheen, frase que también acuña Natalia Sanmartín Fenollera en el libro El despertar de la Señorita Prim. El sacramento nos da la gran fuerza. Si Dios está con nosotros…
Sin embargo, no acaba el día de la boda. Dios tiene que estar presente en cada día de nuestra vida. Si, como decía al principio, lo ponemos en el centro de nuestra existencia, el matrimonio será para siempre.
¿Cómo les ayudó en su matrimonio la formación que recibieron antes de casarse?
Nos ayudó muchísimo. Nos hizo reflexionar sobre el amor que nos teníamos, sobre el hecho de vivir juntos durante el resto de nuestras vidas, algo que suena a mucho tiempo, pero que se construye día a día. Nos permitió valorar enormemente a los hijos, el regalo más grande –regalo que no derecho- que Dios puede hacer a una persona. Y finalmente nos puso en línea con lo que implica el sacramento. Los dones que por él recibimos y aquello, el apostolado, a lo que nos llama como matrimonio cristiano. El curso, además, nos permitió, gracias a aquellos que nos lo impartieron, ver una visión práctica de las cosas para no quedarnos solo en la parte teórica. Y creo que también eso es muy importante.
¿Cuáles son los aspectos más esenciales en los que inciden a las parejas y qué conceptos son los que deben tener claros?
Bueno, aquí nos podríamos alargar mucho… Incidimos en que, como decía el papa Juan Pablo I, el ser humano está conformado por su dimensión corporal, mental y espiritual, y que las personas somos un todo, y que nos tenemos que querer como un todo. Y esto vale también para los hijos. Damos un valor muy grande a la generosidad a explicar el amor como buscar el bien del ser amado, buscar ese amor de ágape, que no puede estar presente al inicio de la relación pero que tiene que ir marcando el sendero por el que caminamos, juntos de igual a igual. Invitamos a los futuros matrimonios a no acostumbrarse, a dar gracias cada día por poder vivir al lado del ser al que tanto aman.
Ponemos un énfasis especial en la comunicación, una comunicación que se da de varón a mujer y de mujer a varón, con las particularidades físicas y psicológicas que cada uno tiene. Destacamos el gran don de los hijos, ese gran regalo del que hablábamos antes, remarcando que cada hijo es diferente y necesita ser querido y aceptado como es. Finalmente, hablamos de la necesidad de, como se diría en términos futbolísticos (esto le encanta a mi marido), pasar la pelota a Dios, involucrarlo en nuestra vida porque, si lo dejamos “sentado en el banquillo”, ponemos en riesgo nuestro matrimonio. Pero sabiendo que él juega en nuestro equipo… como dice Juan Manuel Cotelo: “este partido lo vamos a ganar”.
¿Qué dificultades encuentran a la hora de formar a las parejas?
Yo no hablaría de dificultades. La verdad es que todas las parejas acuden con muy buena predisposición. Quizá con algún miedo, como pensando “a ver qué me van a decir”, pero dispuestas a escuchar. Más bien creo que es un tema de peculiaridades. Cada persona y, por tanto, cada pareja es diferente y ha pasado por circunstancias diferentes en su vida. Tenemos parejas que vienen de círculos católicos muy claros; otras en que una o uno es practicante y el otro no; otras que no son asiduas a los sacramentos, pero hacen la gran apuesta, convencidos, de casarse por la Iglesia; otras que se casaron ya por lo civil y deciden dar el paso al matrimonio sacramental… En fin, creo que todo esto es muy enriquecedor y maravilloso.
¿Qué sucede cuando encuentran parejas inmaduras, que no están preparadas para el matrimonio?
Nosotros nos centramos en tres charlas en las que hablamos del Amor, con mayúscula, la convivencia y la paternidad responsables, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia. Después, hay un sacerdote, generalmente el que los va a casar, que imparte la charla sobre el sacramento y hace el seguimiento de las parejas. Es él quien diagnostica o determina esta inmadurez. Si nosotros observamos algún tema concreto, hablamos con el sacerdote y es él quien lo comunica a la pareja.
¿Por qué muchas parroquias no se toman en serio el tema de la preparación matrimonial?
Yo creo que porque van de bólido. Porque muchos sacerdotes tienen que atender varias parroquias y les es complicado cubrirlo todo. Aquí creo que los laicos podríamos realizar un gran papel, descargando al sacerdote de este tema. Por eso creemos fundamental el tener un servicio de cursos prematrimoniales, bien trazados y organizados, que pudiera ofrecerse a las diversas parroquias de un arciprestazgo o una diócesis. Por este motivo, mi marido y yo hemos escrito un pequeño libro, Destino Caná, que se acaba de publicar en PPC-Editorial, que quiere servir como guía. En el libro destacamos estas tres charlas que mencionábamos y diversos ejemplos para impartirlas.
Por Javier Navascués
2 comentarios
Dejar un comentario