La Virgen del Pilar, esperanza ante la amenaza de la guerra nuclear. (Homilía P. Juan Llorente, pasionista)
En este día tan especial para este blog, Caballero del Pilar, en el que celebramos con gozo la solemnidad de la Virgen del Pilar quiero compartir con ustedes la homilía de un piadoso sacerdote, el P. Juan Llorente, que une a la perfección la riquísima historia secular de esta advocación con el presente y los peligros que amenazan la humanidad a todos los niveles. Les deseo un muy feliz día del Pilar y un cordial saludo a todos lectores, especialmente hoy a los de España y la Hispanidad. Unidos en oración bajo el manto de la Virgen del Pilar.
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Queridas familias, queridos jóvenes, amados todos en N.S. Jesucristo, según una antigua tradición, documentos del siglo XIII conservados en la catedral, se afirma que la Santísima Virgen María se manifestó en Zaragoza sobre una columna o pilar al Apóstol Santiago el Mayor y a sus discípulos que después de la Ascensión del Señor, fortalecidos por el Espíritu Santo predicaban el Evangelio en las riberas del río. Era el día 2 de enero del año 40, cuando Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro, y “oyó voces de Ángeles que cantaban Ave María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se construyese allí una ermita, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que “permanecerá allí hasta el fin de los tiempos para que Dios obre portentos y maravillas a aquellos que en sus necesidades, imploren mi patrocinio”.
Desapareció la Virgen y quedó allí el Pilar. El Apóstol Santiago y los 8 testigos del prodigio comenzaron a construir la ermita con la ayuda de los conversos. El Apóstol ordenó presbítero a unos de sus discípulos para servicio de la capilla que llevaba el título de Santa María del Pilar. Esta fue la primera Iglesia dedicada en honor de la Santísima Virgen y el origen de la fe cristiana en España, cuando “brilló sobre nosotros la luz de la fe", estuvo relacionado con la presencia maternal de la Virgen María. Desde entonces, la basílica del Pilar de Zaragoza es lugar de oración y un centro de irradiación de esperanza para los pueblos de España y de América, como bien lo explica el “elogio de Nuestra Señora del Pilar", del Oficio de Lectura de hoy.
En Zaragoza a orillas del Ebro se produjo el milagro: Era una noche sublime: No ha habido otra igual en esplendor y gloria, exceptuando la noche en la que nació el Hijo de Dios, noche incomparable cual ninguna otra. El Arcángel San Gabriel dijo a la Virgen: “Quiere el Señor que para honraros, dulcísima Señora, se levante allí un templo y un altar donde se adore reverentemente el Cuerpo de vuestro santísimo Hijo, y esta Imagen sea colocada en lugar preferente para que toda Zaragoza pueda ver la estrella matutina que la alumbra, y la venere como a Madre y Señora. La comitiva partió desde Jerusalén. Fui llevada sobre trono de Ángeles; la mística carroza brillaba como el oro puro y como cristal transparente privilegio es que la Reina del Universo. Madre de Dios y de los hombres, visite en carne mortal la ciudad de Zaragoza”. De esto ha de quedar constancia y “de generación” irán transmitiendo este relato”. “Zaragoza tiene una estrella de grandes claridades, que señala insistentemente el camino del cielo a cuantos se le acercan; esta estrella refulgente es la Basílica del Pilar”.
1ª lectura,1 Crón 15,3-4: “Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda”. Relata los preparativos del traslado del Arca a la ciudad de David. Nos recuerda que María es comparada al Arca de la Alianza: ella llevó en su seno y dio a luz, para todos nosotros, al Hijo de Dios. Y así se constituyó en instrumento precioso en las manos de Dios para transmitir la buena noticia de la salvación a todos los pueblos. Desde Zaragoza, ella es como un faro que irradia luz y como un Arca preciosa que nos recuerda la presencia de Cristo Salvador en medio de nosotros.
En Hechos 1,12-14: “Perseveraban en la oración con María, la madre de Jesús,
nos presenta a la primera comunidad cristiana reunida en oración, a la espera del Espíritu prometido por Jesús. Allí están los apóstoles, junto con otros discípulos y con varias mujeres, sobre todo María, la madre de Jesús.
María está en medio de la comunidad. No preside. No es apóstol. No hace milagros ni pronuncia discursos. Está. Anima con su presencia a los seguidores de su Hijo. Se ha convertido en miembro entrañable de la comunidad y comparte su espera y su oración. Como con nosotros, ahora.
El Evangelio de Lucas 11,27-28: Jesús aprovecha el “piropo” que una buena mujer pronuncia “dichoso el vientre que te llevó” para proclamar que más importante incluso que la maternidad o el parentesco biológico es la nueva familia del pueblo de Dios: la familia de los creyentes. Y pronuncia una bienaventuranza: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen". Con lo cual, ciertamente, no está excluyendo a su madre: al contrario, está diciendo que su mayor mérito fue que creyó en la Palabra que Dios le había dirigido a través del ángel. Precisamente, es el mismo evangelista, Lucas, el que nos transmite la respuesta de María a la invitación de Dios: “Hágase en mí según tu palabra". Es feliz por ser la Madre del Mesías. Y es todavía más feliz por haber creído en Dios y haber acogido con fe a su Hijo.
El 10 octubre pasado se cumplió 150 años de la consagración del templo del Pilar. Las comunidades cristianas que nos gozamos de tener a la Virgen del Pilar como protectora, como “columna” o “pilar” de nuestra fe, nos unimos a todas las generaciones que la felicitan y la llaman bienaventurada, porque también para nosotros es ella “la gloria de Jerusalén y la alegría de Israel", porque en ella Dios nos ha dado un modelo magnífico de fe y una Madre, la Madre de la Iglesia, llena de amor y misericordia.
En esta fiesta tan entrañable damos gracias a Dios y con toda la Iglesia recordamos todas las grandes maravillas que ha realizado en la Virgen María: su concepción inmaculada, intacta en su virginidad, su maternidad divina y su gloriosa Asunción, pues ha participado en el triunfo de su Hijo sobre la muerte (no fue contaminada por la corrupción del sepulcro). El Señor nos la dio como Madre y la puso como columna de nube que día y noche nos guía y nos sostiene en el camino de nuestra peregrinación.
El día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las 3 carabelas de Cristóbal Colon llegaban a las desconocidas tierras de América, al otro lado del Atlántico, los devotos de la Virgen del Pilar cantaban alabanzas a la madre de Dios en su santuario de Zaragoza, pues ese mismo día, era ya la fiesta de la Virgen del Pilar, conocido hoy como el Día de la Raza, o día de la Hispanidad por el vínculo cultural entre España y los países latino americanos.
En España sigue siendo la Patrona la Inmaculada Concepción, cuya fiesta celebramos el 8 de diciembre, sin embargo la fiesta Nacional en nuestro País a todos los efectos es el día 12 de octubre (ley 18/1987 del 7 octubre).
Hoy es también la fiesta de la Guardia Civil. Este Cuerpo se fundó en 1844, al finalizar la 1ª guerra carlista (1833-1839), bajo el reinado de Isabel II, siendo Presidente del Gobierno el General Narváez.
Más que la evidencia o no de los hechos históricos que puedan estar en el origen de esta advocación, la fiesta de hoy nos invita a la certeza de la cercanía y la presencia de la Virgen en nuestras vidas y, por tanto, la firmeza de nuestra fe, reflejada en la figura, siempre viva y cercana, de María. En concreto, cuantos “la invocamos con la secular advocación del Pilar", pedimos a Dios que, por intercesión de la Virgen, nos conceda “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor” y que, finalmente, podamos “contemplarte eternamente en el cielo".
Todos deseamos que la Virgen del Pilar sea para nosotros “guía para el camino, columna para la esperanza, luz para la vida” en estos tiempos tan difíciles que nos ha tocado vivir de gran sufrimiento, incertidumbre y perplejidad antes las amenazas de una guerra nuclear. Cuidemos amados hermanos a las personas más vulnerables y frágiles de nuestra sociedad: ancianos, enfermos, a los que se sienten solos y abandonados, refugiados, emigrantes, a los que no tienen techo o están pasado hambre y de la juventud que vive más alejada de Dios.
Aún en medio de tanta crisis, festejemos con júbilo el día grande de Nuestra Señora del Pilar unido a tantos hermanos de Aragón, España y de las Naciones Hispanoamericanas y pidamos por la Iglesia de España y de América, también por nuestra Patria, Instituciones del Estado y sobre todo por nuestro Rey Felipe VI. Que la Santísima Virgen del Pilar interceda ante su divino Hijo Jesucristo y nos cubra a todos y cada uno bajo su manto. Amén. Feliz Fiesta de la Virgen del Pilar.
P. Juan Llorente, pasionista
1 comentario
Falta nos hace que la Virgen oiga nuestras plegarias, que son muchas y que por ellas, salve al mundo del horror de la guerra..
Que Dios, nuestro Señor, misericordioso nos ampare
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