Ángeles de chaleco azul. Homenaje a los voluntarios de la peregrinación a Covadonga
Comparto por su interés un interesante testimonio de una voluntaria anónima
Llegaba el 25 de julio, un año después de aquellos días del 2021 durante los que participé en la I peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad. Mi corazón impaciente anhelaba reencontrarse con los hermanos en la fe y especialmente con nuestra querida Santina. Pero unas semanas antes, pasó una de las peores cosas que le puede pasar a un peregrino, mi rodilla comenzó a fallar. Dios no podía permitir aquello… me dio un bajón total y escribí al jefe de mi capítulo: “Tomás, no puedo ir, no puedo andar casi”. Él me respondió: “te necesitamos para el transporte, no puedes fallarnos, llevamos un mes sin parar de cambiar planes para poder llegar”.
Sin pensarlo mucho escribí a uno de los organizadores que conocía de Valencia diciéndole que no podría andar mucho, que me empleara en lo que necesitasen. No pasaron ni dos horas y tenía una respuesta de ella, de Diana, la cabecilla del equipo, ya tenía una tarea para mí. Así que partí hacia Oviedo, triste por no poder andar e intrigada por lo que me tocaría hacer. Tres días después, el 23 de julio, sin comerlo ni beberlo me encontré entre Oviedo y el Remediu enfundada en un chaleco azul. No se si Diana se equivocó de color, después de lo vivido estos días me considero totalmente indigna de haberlo portado, pero debo agradecer a esa sencilla prenda el lugar privilegiado que me otorgó para ver a ese fantástico equipo revolotear, organizar, ordenar, sufrir y disfrutar… todo ello sin parar de sonreír. Me refiero al equipo organizador. Yo los llamo ángeles de chaleco azul.
Los ángeles de chaleco azul son las personas que mueven el motor de esta peregrinación
Nuestra pequeña gran Diana, con esa cabeza que no para de trabajar, con la fuerza y ánimo de 100 mujeres, a mis ojos la Juana de Arco Española, al frente de las huestes en la batalla contra la maldita modernidad. Daniel hace posible que las familias, con esos niños impresionantemente buenos y educados a la cabeza, la esperanza de nuestra sociedad, compartan unos kilómetros al día con el resto de peregrinos. El otro Daniel es el director de ese coro que nos transporta al cielo en las Eucaristías y, apoyando el excelente trabajo del Padre Carlos, cuida con esmero que cada altar y ornamento estén en su lugar, como Dios manda. José María es el ángel que, pegado a un móvil, cuida de que no se quede nadie atrás organizando los transportes para rezagados y asegurando que los cruces estén marcados para que ningún caminante se pierda. Balles prepara y pone en orden el campamento, para que el cuerpo y el alma de los viajeros puedan encontrar reposo tras 30 kilómetros de marcha extenuante. Afanado en el campamento podemos encontrar también a Javier, el ángel que más discretamente trabaja, el que ordena la logística de la peregrinación, esa tarea tan pocas veces agradecida, pero tan necesaria.
Cada uno de estos chalecos azules coordina a varios voluntarios. Dios derrama su Gracia, pero necesita de las manos, cabezas y pies de los organizadores y voluntarios para que el fruto de esta peregrinación arraigue y brote en el corazón de cada persona. Andando y ordenando la marcha y paradas, cocinando, cuidando la salud (sanitarios), cargando, montando y desmontando campamentos, cantando, acolitando o conduciendo, supervisados por el equipo organizador, los voluntarios funcionan como un reloj (casi siempre en hora) y hacen posible que la peregrinación avance segura, siguiendo la dirección que marca la Tradición, por el camino hacia la Madre de Dios que no es otro que el camino hacia su Hijo.
Es precioso ascender con la vista puesta en María y en su Hijo, pero no es menos la forma en que el alma se reconforta y llena de plenitud cuando ayuda a otros a recorrer este camino, el camino al cielo que pasa por Covadonga. Este fin de semana he redescubierto el tesoro del servicio, y animo a muchos más (porque cada año se necesitarán más voluntarios) a vivir esta experiencia del voluntariado en la peregrinación. El servicio no es fácil, fue muy duro tener que mantenerme en el exterior de la Basílica a cargo de las mochilas mientras casi todos disfrutaban del pedacito de cielo que fue la Santa Misa en Covadonga, pero recordad, Dios nos devuelve el ciento por uno por cada pequeña cosa que damos.
No quiero concluir sin acordarme de los mayores servidores de la peregrinación, nuestros Sacerdotes. Decenas de ellos, además de celebrar Eucaristías, han caminado, rezado y meditado junto a los peregrinos, han cantado, reído y llorado, y cuando ha sido necesario han escuchado en confesión o han mantenido una edificante charla, todo ello mientras los pies no paraban de avanzar firmes, paso a paso, rumbo a la cueva de la Santina. A todos ellos, gracias, no hay palabras para expresar el bien que nos hacéis. Especialmente quiero dar las gracias a los Padres D. José Miguel y D. Francisco J. Delgado, que con tanto cariño han acompañado a mi capítulo, Nuestra Señora de los desamparados.
Que Dios bendiga a los Sacerdotes, a los voluntarios y a los ángeles de chaleco azul. Gracias a todos por haber hecho posible esta experiencia que ha llevado a muchos a un pasito más cerca de la santidad.
LAUS DEO.
Firma: Una peregrina frustrada pero una voluntaria inmensamente bendecida.
3 comentarios
Doy gracias a Dios y pido por todos vosotros. Sois la esperanza de la Iglesia en España. Seguir perseverando en el camino de la fe que actúa con amor. Paz y bien en el Señor, para todos vosotros, laicos y sacerdotes, todos unidos en el amor al Señor y al prójimo. Gracias.
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