Un día en la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz: la “misa tradicional” en Madrid
En la confluencia de las calles de O’Donnell y Doctor Esquerdo, muy cerca del popular hospital Gregorio Marañón, en medio del ruido urbano a menudo ensordecedor, emerge un austero edificio neogótico que ha sobrevivido allí por espacio de cien años. Esta iglesia acoge una reliquia misteriosa que ha atravesado los siglos.
Nuestra Señora de la Paz no es una iglesia más. Desde el verano de 2020 una sociedad de vida apostólica de tipo canonial de derecho pontificio, aprobada por el decreto “Saeculorum Rex", el Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, ha adquirido el antiguo templo y celebra todos los días la misa tradicional (en latín) según el rito de San Pío V. El lugar es punto de referencia para los fieles madrileños del denominado “vetus ordo” y de católicos curiosos que quieren conocer de primera mano esta fascinante y milenaria liturgia, que en los últimos años ha experimentado un verdadero resurgir en todo el mundo.
La iglesia tiene como máximo responsable al canónigo D. Raúl Olazábal, que cuenta con la ayuda de otros dos sacerdotes, D. Jorge y D. Francisco, para impulsar las numerosas actividades pastorales del Instituto. Esto se hace bien visible a cualquiera que se interese por el constante movimiento que se registra en esta pequeña iglesia, cuyas celebraciones han debido duplicarse los domingos (tres por la mañana y una por la tarde) para acoger a un número cada vez mayor de fieles, que últimamente ronda el medio millar.
Para quien se acerca por primera vez resulta muy llamativa la baja edad promedio de los asistentes y la gran cantidad de matrimonios jóvenes y de niños. Dos de las cuatro misas del domingo son cantadas. En medio del silencio el órgano irrumpe para anunciar con sus notas el comienzo de la misa. Unos niños vestidos de monaguillos, que manejan con maestría dos velones aproximadamente de su mismo tamaño, muestran una gravedad que nos interpela. Al final de la procesión, con caminar lento, llega el sacerdote con casulla antigua, hermosamente bordada. La ceremonia transcurre envuelta en el suave olor del incienso, en medio de un reverente y solemne silencio. La belleza de la música sacra (gregoriana y polifónica) que entona el coro, surgido -según me dicen- de entre los propios feligreses, se combina con el latín, lengua universal de la Iglesia. Aunque la gran mayoría de fieles no entiende el latín, ayudados por un librillo bilingüe (latín-español), son capaces de unirse a la Eucaristía.
Templo, liturgia, silencio y música se complementan a la perfección. El rito cautiva a los fieles, sumergiéndolos silenciosamente en la belleza de la ceremonia, en la riqueza teológica de los textos, en el misterio que allí se palpa. Llegado el momento de la consagración, el templo y toda la iglesia se calla para contemplar el altar. El sacerdote inclinado susurra las palabras del mismo Cristo que convierten el pan en Su cuerpo y el vino en Su sangre. Al alzar la Forma y el Cáliz, las campanillas y el incienso llenan de reverente solemnidad el momento mientras un monaguillo, imitando al Cireneo, alza el borde de la casulla del celebrante. Los asistentes aprovechan el silencio para permanecer en oración. La misa concluye a los pies de la Virgen, al son del Salve Regina.
A la salida buena parte de la numerosa asistencia permanece en la puerta, mientras llegan los fieles que acuden a la siguiente misa. Se respira un ambiente familiar entre los asistentes, que charlan animadamente. Hablando con unos y otros parece claro que la actividad del Instituto de Cristo Rey no acaba en la misa tradicional. Me entero de que han surgido entre los feligreses que acuden a Nuestra Señora de la Paz un significativo número de vocaciones, que ha nutrido no solamente al propio Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote y a su rama femenina, las hermanas Adoratrices, sino también a instituciones de vida contemplativa, como la orden cartuja o benedictina.
Fuera del horario de misas se realizan adoraciones eucarísticas, donde destaca especialmente la llamada “noche heroica”. Cada primer viernes de mes el Santísimo es velado toda la noche. La concurrencia, que va en aumento, se compone mayoritariamente de jóvenes a los que estos actos de culto parecen, según ellos mismos dicen, haberles cambiado la vida. Además se llevan a cabo las clásicas catequesis para niños, jóvenes y adultos, y se presta una atención particular a los matrimonios.
Me cuentan que fuera de las paredes de Nuestra Señora de la Paz, el Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote organiza retiros para fortalecer la vida espiritual de los fieles, subrayando las enseñanzas de San Francisco de Sales. De modo más ocasional, los fieles más jóvenes han contribuido a la organización de actividades en Madrid, como el rosario por la juventud de España y el rosario de hombres, que han podido verse por las calles de la capital. Es significativa también su participación en peregrinaciones multitudinarias como las de Chartres (Francia) o Covadonga (Asturias).
Mi visita en esta iglesia, además de este artículo, me ha permitido grabar en vídeos decenas de testimonios -que serán aquí compartidos a su debido tiempo- en donde los asistentes valoran sinceramente su singular experiencia con la misa tradicional.
Es evidente que la misa en Nuestra Señora de la Paz no supone para muchos una liturgia más. Para aquellos que buscan sinceramente un despertar espiritual, esta liturgia les abrirá sin duda nuevas perspectivas y les suscitará numerosos interrogantes. En el círculo de fieles que asisten se nota una alegría y una implicación poco frecuentes, además de una notable eclesialidad, manifestada entre otras cosas en las oraciones especiales que se agregan cada día pidiendo por el Papa Francisco.
Es inevitable preguntarse, ¿cómo es posible que personas de apenas veinte o treinta años se sientan tan unidas al rito de sus antepasados? Intuyo que en esta época movediza y líquida, la misa tradicional aporta a muchos un referente claro, inquebrantable, frente a la presión -y a menudo hostilidad- de los tiempos. Decía San Agustín que estamos hechos para Dios y solo descansamos en Él. De esta necesidad brota el ansia de elevación que lleva a muchos a buscar un sentido fuera del mundo, por encima de la miseria actual, que con tanta frecuencia vemos retratada en cualquier periódico. Quizás el resurgir de la misa tradicional radica no en igualar a Dios al promedio de sus criaturas, hasta el punto de convertirlo en una especie de “colega” de fin de semana, sino precisamente en lo contrario: en señalar que el hombre puede y debe levantar la cabeza hacia un Padre que se halla muy por encima de tiempos difíciles.
En Nuestra Señora de la Paz uno experimenta a flor de piel la sensación inequívoca de que debemos esperar confiados pues, más arriba que los cielos, Dios gobierna amorosamente el mundo y por ello, pese a cuanto de oscuro quiera traernos la época, al final, lo bueno y lo verdadero triunfa frente a todo. Esta liturgia nos trae esa mirada “bajo la perspectiva de la eternidad” (sub specie aeternitatis) que el hombre de hoy parece haber perdido y que, sin embargo, le es tan necesaria.
Por Javier Navascués
16 comentarios
Por eso Nuestra Señora de la Paz somos tantos jóvenes y incluso hay muchos conversos que redescubrieron la fe mediante este apostolado, ya que explican la fe de una forma completa y solida.
La mayoría no sabemos latín, pero sabemos que lo importante no somos nosotros, si no lo que allí sucede. Asistimos a la renovación del sacrificio, vamos a adorar a Dios, a pedirle y a dar gracias.
Se trata de adherir en todo a "las tradiciones apostólicas y eclesiásticas" y abrazarlas firmísimamente, como ordena la Profesión de fe católica.
Y rechazar todo lo que se les opone.
El mundo nos ahoga, en este siglo y en todos desde la caída de Adán, pero hoy el Mal ha arrumbado a la Iglesia y a la Tradición fuera de nuestras vidas; queremos ser cristianos, porque es nuestro fin natural reunirnos con nuestro Creador, pero no vivimos como cristianos por seguir al mundo, y si no es por la Gracia no podremos porfiar en la lucha por alcanzar la salvación, ni individualmente ni como sociedad. La Misa y los demás sacramentos son la fuente que da fuerza a los benditos sacerdotes de esta iglesia de la Paz y a la comunidad de fieles, por ello animo a todos los que lean este comentario a conocer la Tradición, a estudiar la sana Doctrina, a venir a Misa a Nuestra Señora de la Paz o en los cada vez más numerosos lugares que se celebra con la liturgia tradicional, o a pedir que se celebre allí donde aún no ha vuelto. Vuelva la Misa tradicional y volvamos nosotros a vivir como católicos, siempre confiando en Dios, a instaurar y restaurar todo en Cristo.
Como fiel de Nuestra Señora de la Paz, no dejo de dar gracias al Señor por este tesoro: verdad, bondad y belleza, que trazan un camino directo hacia Dios.
No lo merezco, pero lo tengo. Animo a todos a descubrirlo.
El que la acaba conociendo, acaba poniendo la Santa Misa Tradicional en el centro de su vida.
Recuerdo al día siguiente que era domingo de Resurrección, lo primero que se le ocurrió decir al llegar al restaurante es que había venido a comerse un buen cordero para celebrar que Cristo había resucitado.
El misterio y solemnidad, la unción y reverencia, el sentido de lo sagrado y el derecho supremo que tiene Dios en esa iglesia, hace que la gente venga buscando esa fuente de agua limpia que el mundo no le ofrece.
Luego descubren la verdadera vida cristiana, la caridad bien entendida y la vida espiritual de la mejor mano posible porque todos los sacerdotes son excelentes en su trabajo. Y al final todo para volver al inicio: la devolución de todo ese amor a través del acto supremo de la religión: la Santa Misa.
Amor con amor se paga, y el amor es fecundo. Doy gracias a Dios por la Santa Misa porque yo soy uno de esos jóvenes conversos gracias a la belleza de la liturgia.
Eso unido al maravilloso apostolado de sus sacerdotes hacen que uno no se quiera separar de allí jamás. Un auténtico regalo del Cielo.
Un saludo
Con sus incomparables sacerdotes, pocas comunidades exhiben como ésta la perpetuidad inmutable de la Fe católica como una roca segura, tanto más necesaria en un momento en que parece que debiésemos avergonzarnos de ella.
(Actualizado a 12/11/24; fuente misa.org)
12 p.m.;
18 hs;
20 hs
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