Juan Miguel Montes analiza con precisión por qué no se condenó el comunismo en el Concilio Vaticano II
Juan Miguel Montes, director del “Ufficio Tradizione Famiglia Proprietà” de Roma, explica por qué no se denunció el comunismo en el Concilio Vaticano II y qué consecuencias tuvo ese silencio.
Durante muchos años se consideró una leyenda el pacto secreto entre el Vaticano y la URSS en el Concilio Vaticano II para no condenar el comunismo. Pero hoy ya casi nadie lo niega. ¿Cómo fue posible algo tan incomprensible?
El pacto se ligaba al compromiso de no condenar el comunismo a cambio del permiso de presenciar el evento conciliar a representantes calificados del Patriarcado de Moscú. A nadie escapaba el hecho de que en ese momento la iglesia ortodoxa rusa estaba profundamente comprometida con el régimen soviético. Hoy puede parecer efectivamente poco comprensible, pero en las grandes maniobras geopolíticas de ese duro período de la guerra fría, este pacto tenía mucho sentido para la URSS que se encontraba en plena expansión territorial y cultural. Dos bloques se disputaban la hegemonía del mundo y la Iglesia Católica tenía una decisiva influencia, mucho mayor que la que tiene actualmente, sobre la opinión pública occidental. Su silencio sobre el comunismo significaría una especie de pasaporte para que éste pudiera continuar la fuerte penetración que llevaba adelante por medio de guerrillas y guerras en el tercer mundo y, especialmente en el primer mundo, en el ámbito de la cultura y de la educación en general.
¿Cómo se originó ese misterioso pacto y a iniciativa de quién se desarrolló?
No sabría quién dijo la primera palabra, pero ambas partes tenían interés en él. Ya he hablado del interés que tenían los soviéticos. Por su parte, en vastos sectores de la Iglesia se había impuesto una mentalidad de optimismo de que la estrategia del diálogo habría encontrado comprensión en el “buen corazón” de sus adversarios, quienes podrían eventualmente corresponder a tanta buena voluntad relajando las medidas represivas contra los creyentes en los países dominados por el comunismo ateo. Eran los años en que se encaminaba la famosa “Ostpolitik vaticana”, cuya figura de proa en los años sucesivos pasó a ser el futuro cardenal Secretario de Estado Agostino Casaroli, y que de acuerdo a otro cardenal, el eslovaco Ján Chryzostom Korec, obtuvo resultados nefastos para la Iglesia. El Cardenal Korec llegó a afirmar que la Iglesia clandestina, que era floreciente en la prueba, fue “vendida” por la Ospolitik vaticana a cambio de “promesas vagas e inciertas de los comunistas”, todo lo cual era resultado del silencio sobre el comunismo de parte del Concilio. Un silencio que Plinio Correa de Oliveira, en su conocida declaración de resistencia a la Ostpolitik vaticana, calificó de “enigmático, desconcertante, asombroso y apocalípticamente trágico”, que por sus consecuencias prácticas haría que el Concilio pasase a la historia como “a-pastoral” por excelencia.
¿Qué consecuencias “a–pastorales” tuvo en la Iglesia dicho silencio conciliar?
Tal vez la más grave fue la difusión de la Teología de la Liberación en sus diversas componentes “teología de la lucha de clases”, “teología del pueblo”, “teología indigenista”, etc. En países hasta entonces masivamente católicos, ésta predicación malsana tuvo dos efectos: secularizar una parte de los fieles, cambiando el mensaje evangélico de salvación por un ideal de luchas meramente políticas y sociales. De otra parte - y aquí hablamos de millones y millones de personas - favorecer la emigración hacia comunidades y sectas protestantes y neo-protestantes que rápidamente substituyeron a la Iglesia Católica romana ofreciendo satisfacción a los anhelos espirituales de esas multitudes. Este último hecho fue categóricamente denunciado en Brasil por el Papa Benedicto XVI. Y pensar que a pesar de esa devastación, hay hoy quien en la Iglesia todavía continúa glorificando la teología de la liberación…
La URSS obtenía mucho, en plena Guerra Fría, mientras el Vaticano obtenía muy poco, más allá de la presencia de los ortodoxos. ¿No era un pacto muy desequilibrado?
Es así. Aparte de la “estrategia del diálogo”, al Vaticano le interesaba también un aspecto estrictamente religioso: fomentar con las comunidades cristianas lo que el Cardenal Walter Kasper ha llamado el ecumenismo de las vías paralelas de una única “Iglesia de Cristo” que marcha, cada una por su senda, rumbo a la Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo. Este ecumenismo de las vías paralelas debía substituir al “ecumenismo de la convergencia”, practicado hasta entonces, en el cual los cristianos a-católicos, como se decía en un tiempo, son invitados caritativamente a converger en la Iglesia Católica para formar, según dice San Juan, “un sólo rebaño con un sólo pastor”.
Pero también en este frente, verificamos un sonoro fracaso de las ilusiones post-conciliares. Mientras las viejas denominaciones protestantes caminan hacia la completa auto-disolución e insignificancia y la inmensa mayoría de los ortodoxos orientales son reacios al diálogo con Roma, va quedando como única materia prima para continuar el diálogo ecuménico el vasto mundo nuevo de los neo-evagélicos y pentecostales. Pero esta vez son los exponentes católicos del ecumenismo post-conciliar quienes rehúsan de conversar con ellos, a causa de la frecuente oposición de éstos a doblarse ante los “signos de los tiempos” que aquellos ven en las modificaciones de la sociedad secularizada del Occidente.
El profesor De Mattei incide, en su obra de referencia sobre el Concilio, en que Juan XXIII, se dejó manipular en la estrategia soviética, que manejaba el “pacifismo” como argumento principal. También la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII resultó polémica, ya que parece ser muy comprensiva con el comunismo y la URSS. ¿Qué opina usted?
Creo que el profesor de Mattei tiene razón. El Papa Juan XXIII tenía una marcada capacidad emotiva y se dejó impresionar por los comunistas de “buen corazón”, especialmente Nikita Kruchiov, que le mandó un habílisimo telegrama de felicitación cuando el Papa cumplió sus ochenta años. A este hecho, se sucedieron muchos otros como, por ejemplo, la ya mencionada delegación de ortodoxos rusos autorizados por el Partido para venir al Concilio.
Tal vez, lo más triste de todo, es que con esta sorprendente actitud se minimizaban casi por completo las advertencias de la Santísima Virgen en Fátima, de que Rusia esparciría sus errores por el mundo. ¿No lo cree así?
Efectivamente. Sor Lucía de Fátima insistía que el tercer secreto debería difundirse en el año 1960. Pero ¿cómo hacerlo? Allí se hablaba de tremendas persecuciones a la Iglesia y ello se ligaba a lo ya sabido sobre los “errores de Rusia” difundidos en el mundo. Ahora bien, en 1960, no obstante la intensidad de la guerra fría movida por los soviéticos, tres figuras de líderes irradiaban un gran optimismo, el Papa Juan, el presidente americano Kennedy y el rechoncho y sonriente Kruchiov, que no obstante de su cordial telegrama al Papa, había perseguido brutalmente a los católicos en Ucrania en su precedente mandato en aquella nación. El Mensaje de la Virgen en Fátima francamente “desentonaba” con el espíritu optimista que la propaganda de los medios de comunicación social y los grandes hombres públicos de entonces representaban.
¿Cómo se pudieron desatender las voces de tantos obispos de todo el mundo, sobretodo de quienes procedían de países que sufrían en sus carnes las atrocidades del comunismo?
Un día, todos delante del Divino Juez, sabremos por qué pudieron ser abandonados a su suerte en aquellos años cardenales como Mindszenty, Korec, Swiatek, enteros episcopados como el rumano, el ucraniano y otros . Es verdad que en las últimas décadas, muchos exponentes de ese martirio in odium fidei han sido reconocidos y han subido a la gloria de los altares. Pero faltan muchos en aquella lista, mientras hoy parecen ser favoritos algunos dudosos mártires de la “teología de la liberación”, que sí murieron atrozmente, pero que estaban comprometidos en causas políticas no estrictamente ligadas a la Fe.
Por Javier Navascués
14 comentarios
2. Patriarcado ortodoxo que era satélite del Partido Comunista.
3. El acuerdo fue que la URSS permitiese la salida de observadores ortodoxos de su territorio al CVII a cambio de no condenar el comunismo. Durante el Concilio, Tisserant vigilará en todo momento su cumplimiento.
https://youtu.be/6ifjsD562gg
Y lo del optimismo congenito, me recuerda a Zapatero y a los masones, que tanto les gusta pregonar su optimismo por naturaleza. Eso no es catolico, incluso es anticatolico, se tiene la virtud teologal de la esperanza, no oiras a ningun martir hablar de optimismo, no cuela.
No se, sigamos con el ensueño de los papas "santos" postconciliares.
Este tema ya lo ha tocado en este mismo Portal D.José Miguel Arráiz, el 13.10.12 " El concilio Vaticano II y su condena al comunismo"
Condena implícita pero diáfana del Concilio al comunismo
Se encontraron los padres conciliares con un problema de difícil solución. Por un lado estaban razones prudenciales muy justificables, ligadas a la suerte de los cristianos en los países comunistas, pero por otro lado no se podía omitir una condena y reprobación al comunismo. De esta manera el organismo encontró un expediente que pudiera componer las exigencias opuestas. Se introdujo al principio del párrafo 21 una clara alusión al comunismo basada en las condenas precedentes del magisterio pontificio. El texto quedó de esta manera:
“Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica y social. Pretende este ateísmo que la religión, por su propia naturaleza, es un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar el espíritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartaría al hombre del esfuerzo por levantar la ciudad temporal. Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran alcanzar el dominio político del Estado, atacan violentamente a la religión, difundiendo el ateísmo, sobre todo en materia educativa, con el uso de todos los medios de presión que tiene a su alcance el poder público.
La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.” (GS 20-21).
Para despejar cualquier duda respecto a la alusión de esta condena al comunismo se agregó una nota donde se citaban intencionadamente las encíclicas Divini Redemptoris de Pío XI (19 de marzo de 1937), Ad Apostolorum Principis de Pío XII (29 de junio de 1958), Mater el Magistra de Juan XXIII (15 de mayo de 1961) y Ecclesiam suam de Pablo VI (6 de agosto de 1964). Estas cuatro encíclicas se referían exclusivamente al comunismo, mientras que la alusión a las reprobaciones pasadas, incluida en el número 21, se refería a todas las formas de ateísmo incluyendo el ateísmo comunista.
Todavía hoy día se sigue escuchando que el Concilio Vaticano II no condenó el comunismo, cosa que no es cierta. Lo que sería cierto es que no pudo haber sido lo suficientemente explícita como algunos hubiésemos querido, pero fue al mismo tiempo diáfana, como se puede comprobar en el texto citado y en la ratificaciones del Magisterio precedente al respecto, y sutil, para no comprometer la situación de los cristianos en los países comunistas.
Es poner a la verdad a la par del error.
dices bien en tu articulo que la Iglesia se encontro a los ganadores de la guerra, volterianos y comunistas. Yo añado que los volterianos ya habian mostrado su odio a lo catolico ensañandose bombardeando Montecassino, y donde habia restos catolicos Irosima y Nagasaki; y no creo que la Iglesia no lo tuviera presente en la postguerra. Y por el otro lado, a los comunistas que se habian expandido a un tercio de la humanidad en una expansion relampago nunca vista antes en la historia.
Frente a esto, a que viene ese optimismo que como digo parece de cuño masonico? No tiene ningun sentido el aggiornamiento a un mundo cuyos vencedores de la guerra eran enemigos de la Iglesia. Lo normal seria el miedo, como lo tenia la Iglesia, pero nunca ese optimismo. Pasaron cosas muy extrañas en la eleccion del papa Juan 23, y ahi tenia enfrente amenazantes a los volterianos sobre todo, y a comunistas, que en realidad son de la misma naturaleza. Lo que siguio, el concilio pastoral aggiornantil, fue parte de ese golpe de mano, cuya no condena del comunismo fue solo uno de sus frutos, frutos que vemos hoy en su esplendor con la mayor apostasia de ltodos los tiempos.
¿Por qué pudo haber sido?
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