Elvira Roca Barea afirma que las nuevas ideologías tienen un componente grandísimo de intransigencia y de fanatismo
Elvira Roca Barea es licenciada en Filología Hispánica y máster en literatura medieval, es profesora de un centro de enseñanza secundaria. Ha trabajado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y ha impartido clases en la Universidad de Harvard. Es, asimismo, conferenciante y articulista en los más importantes diarios de España. Su trabajo de investigación se ha centrado, principalmente, en la leyenda negra anti española, es decir, el relato desfavorable sobre España y su pasado. En esta etrevista reflexiona brevemente sobre la barbarie de la destrucción de estatuas y sus causas.
¿Cuál es la primera valoración que hace de la oleada de destrucción de estatuas que se está dando en Estados Unidos?
La destrucción de las estatuas es un asunto que hay que globalizarlo, hay que entender que está ocurriendo en un amplio marco de destrucción y que están siendo vandalizadas estatuas que tienen que ver con la comunidad hispana, pero también con la historia de los Estados Unidos, incluso con figuras muy sobresalientes y destacadas del país estadounidense.
Hay que plantearlo en un marco más completo, y saber por qué se producen estas oleadas de iconoclasia y qué significan.
Es algo cíclico, que ya se ha repetido otras veces en la historia.
Esto ha ocurrido más veces en la historia de la humanidad y son manifestaciones de barbarización muy inquietantes. Las vimos en aquella destrucción de los budas en Afganistán y las hemos visto otras veces en oleadas sucesivas que han pasado una y otra vez.
¿Qué es lo que reflejan en el fondo estas acciones?
Anuncian siempre extremos de intolerancia y como digo, de barbarización, que es una forma de infantilismo hasta cierto punto en la que se considera que el mundo prácticamente nace con uno mismo, con su generación y con aquello que uno considera que es bueno o malo, deseable o desechable y a partir de ahí todo lo que no se ajusta a esa especie de catecismo, merece ser destruido.
En el fondo hay un gran componente supersticioso.
Es una forma de renacimiento del pensamiento mágico, que concedía a las imágenes esas cualidades carismáticas y casi místicas y parece que destruyendo esas imágenes se destruye aquello que esas imágenes representan o se destruye el pasado del que esas imágenes emergen.
Piensan que destruyendo las estatuas destruyen este mundo caduco y corrompido y que a partir de ahí nacerá un hombre nuevo. Ahora las nuevas religiones nacen como nuevas ideologías y tienen un componente grandísimo de intransigencia y de fanatismo y lo estamos viendo muy claramente.
Esto afecta a la historia de España y a personajes relacionados con su historia, pero en la pura horda de la barbarización destruyen una estatua de Cervantes, que él mismo fue esclavo de los musulmanes en Argel. Hay cosas que no se sostienen por ningún sitio.
¿Hay una coherencia en la barbarie, si se puede llamar así?
Sí y como he dicho esa especie de coherencia es el infantilismo propio de creer que su ideología o religión va a crear un mundo nuevo, que son los primeros que han visto a Dios, que han visto la verdad, que todo lo anterior es un horror. Esto se manifiesta en estas formas bárbaras de intransigencia absoluta, de fanatismo y esto no anuncia, desde luego, nada bueno.
Por Javier Navascués
7 comentarios
Ahora le toca la historia, a la que literalmente hay que hacer añicos; borrar del mapa como hacía Stalin con los retratos de sus enemigos políticos Nada nuevo bajo el sol.
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