Agustín Laje recuerda que el actual feminismo se inspira en Simone de Beauvoir, defensora de mantener relaciones con niños
Entrevistamos a Agustín Laje, conocido politólogo, periodista y escritor argentino, cuyo canal de YouTube tiene mucho éxito, sobre la actualidad de la agenda de género en el mundo y sus aberrantes planes.
Los abortistas intentan convencer a la gente través de la manipulación del lenguaje que el aborto es un derecho, ¿cómo se puede refutar esta afirmación?
“Derecho” es hoy un significante vacío. Vivimos en el tiempo de los “derechos", en el que todo puede ser traducido en términos de “mi derecho a". Es una consecuencia esperable en generaciones educadas al calor del “nanny-state", es decir, ese tipo particular de Estado que, como una niñera, funda su legitimidad en el cumplimiento de cualquier capricho que tenga el poder de devenir “derecho". Por eso la filosofía del derecho prevé una serie de “generaciones” de derechos, que marcan progresividad (progresismo) en su concatenación: “derechos de primera generación", “segunda generación", “tercera", “cuarta"…
¿Qué significa entonces el derecho en este contexto?
Lo que venga en gana; lo que tenga poder para presentarse, pues, como derecho. El aborto tiene poder político, económico y cultural para ser presentado como un derecho. Refutar su pretensión tiene que ver, en primer término, con efectuar una crítica al vaciamiento de significado del derecho, mostrando su actual contenido como un mero efecto del poder. Adicionalmente, desde una óptica más tradicional, habría que poner de manifiesto que el aborto de ninguna manera podría ser considerado un “derecho", toda vez que colisiona con el derecho fundamental a vivir, sin el cual ningún otro derecho tiene sentido. Los muertos no gozan, en sentido estricto, de derechos. El derecho es cosa de vivos. Por ello, precisa de la vida como fundamento de su existir: sin vida humana, no hay derecho. Y ocurre que el aborto es el hecho de asesinar una vida humana en plena gestación. No puede ser por tanto derecho, porque socava el derecho fundamental sin el cual ni siquiera podría pensarse en términos de derechos: vivir.
Sin embargo muchos gobiernos del mundo apuestan por la legalización del aborto, aunque el hecho de ser legal no quiere decir que sea lícito.
Eso es así porque el aborto es una de las principales tecnologías biopolíticas para controlar la natalidad y la demografía. Hay que revisar la historia de la obsesión por la supuesta “sobrepoblación", y nos llevará directo a diversos esfuerzos de alta envergadura por controlar la natalidad con políticas abortistas: Planned Parenthood Federation of America, International Planned Parenthood Federation, Population Council, United Nations Fund for Population Activities, las múltiples “Conferencias de Población” de ONU, empezando en 1974 y con un hito importante en 1994, etcétera. El discurso de los “derechos” es una pantalla de humo en definitiva; detrás de ella se podrán ver esfuerzos biopolíticos de control poblacional. Esto es historia documentada en los propios organismos que he citado. De ahí que muchos gobiernos terminen aplicando todo esto: no hay alternativa, es una orden que viene de arriba y, como sabemos bien, la soberanía de los Estados ya no existe realmente.
Igualmente la legalización de la eutanasia es algo que ha llegado a países como España, cuando en algunos países llevan ya años.
Tiene que ver con lo mismo. La política moderna se levanta como poder sobre la vida y la muerte. El hombre moderno, cuyo proyecto de dominar sus propias condiciones de existencia lo lleva a dominar su entorno, a sí mismo y a otros hombres, necesita dominar por ello mismo la vida y la muerte: decidir quién nace y quién no; quién muere y quién no. Poder sobre la vida y sobre la muerte, a escala masiva, y en forma de “derechos". El aborto impide el inicio; la eutanasia obliga a concluir. Son dos caras de la misma moneda, aunque por alguna razón, parece que es más fácil empezar por el aborto, y seguir con la eutanasia. La agenda progresista es una agenda de pasos sucesivos, “progresivos".
También han dado rango de matrimonio a las uniones contra natura.
Bueno, eso ya ocurre hace bastante también. En Argentina, desde el año 2010. La agenda de género incluye todo esto: aborto, feminismo, LGBT. Todo lo que tiene que ver con el control de la sexualidad y sus consecuencias, constituye lo que podemos llamar “agenda de la ideología de género". Los llamados “matrimonios homosexuales” se caracterizan por la esterilidad no accidental, sino esencial: como regla general, no hay generación de vida posible en este tipo de unión. Ahora bien, lo propio del matrimonio, tanto por su derivación tradicional como moderna, ha sido la de constituirse en un tipo de relación fecunda: su propio nombre así lo dice (mater, matriz, matrimonio).
La ideología de género es una clara manifestación del marxismo cultural, que fracasada la lucha de pobres/ricos busca enfrentar al hombre con la mujer.
Yo no diría que el efecto más destacado de la ideología de género es el choque de hombres y mujeres. Creo que lo específico es, al contrario, la desintegración de las categorías hombre/mujer. Lo que la ideología de género dice, en una palabra, es: toda esa dimensión que llamábamos “sexualidad” no es más que un artificio cultural, una “construcción social” que nos encadena a modelos previamente definidos de ser; la sexualidad es reductible al género, y el género es cultural; poner de manifiesto la artificialidad del sexo abre las puertas a la “deconstrucción” de la propia identidad, y la posibilidad de “auto-construirse” como a cada uno le plazca; luego, la sexualidad habrá sido una invención de la cultura de la que hoy, sin embargo, podemos emanciparnos, determinando para nosotros mismos nuestra propia “identidad de género". Todo esto es un absurdo contrario a la ciencia y a la razón, desde luego. Pero los absurdos, cuando son bien financiados y reciben apoyo político, se vuelven dominantes.
Una ideología donde cabe cualquier aberración como la sexualización de la infancia, tanto en la forma de vestir como a la hora de impartir la educación sexual a niños desde 3 años en España.
Mi problema con la ideología de género no tiene que ver con la calidad de las creencias ajenas. Si un demente se cree Napoleón, pues será problema suyo y de su psiquiatra. Mutatis mutandis, si un hombre se cree mujer, será problema suyo y, hoy podríamos decir, será una bendición para cirujanos y fabricantes de hormonas. Pero sigue sin tenerme cuidado. Todo esto se convierte en un problema para mí y mi libertad, cuando me impiden decir la verdad so pena de castigarme estatalmente por “discurso de odio"; cuando me impiden opinar al respecto en medios de comunicación y en redes sociales; cuando parasitan del fruto de mi trabajo, en forma de más y más impuestos, para regalar hormonas y cirugías estéticas a “minorías” que reclaman su “derecho” a la “identidad de género"; cuando el Estado se mete con la familia, cuando adoctrina a los hijos de los demás en estas ideologías, cuando, en una palabra, vuelve a la ideología de género una religión estatal laica. Ahí, este conjunto de supersticiones, se vuelve un problema para todos.
Muchos afirman que es un paso previo a la futura legalización de la pedofilia.
Así es. Lo vengo diciendo desde hace al menos 5 o 6 años. Me trataron de alarmista, y desde entonces han surgido muchísimos casos en los que vemos a movimientos pedófilos tratar de legitimarse con los discursos del género. No es una casualidad: les caben perfecto. En efecto, si la ideología de género dice “no hay sexo, hay género; es decir, no hay naturaleza, hay cultura", ¿por qué no entender la pedofilia como una “alternativa de género” más? ¿Por qué, si todo lo sexual es arbitrario, nuestra repugnancia por la pedofilia no lo sería también? ¿Por qué, si “el amor es el amor", tal la frase vacía de moda, habría de limitarse el “amor” por los niños? ¿Por qué puedo auto-construirme en mi género pero no en mi edad? ¿Por qué puedo autopercibirme como una mujer pero no como un niño que desea otros niños? Hay muchas preguntas que no han sido respondidas… y que, mejor dicho, militantes pedófilos ya les están dando respuestas que se ajustan muy bien al dogma del género.
De hecho usted dijo en una entrevista que cierto feminismo está apoyando la causa pedófila, ¿puede explicar esa afirmación?
El actual feminismo de género es deudor, sobre todo, de Simone de Beauvoir. En ella encontramos ya una militancia clara por la “libertad sexual” que abarca, incluso, la libertad de mantener relaciones sexuales con niños. El actual feminismo radical, en lo que tiene de marxistoide, a su vez, se lo debe a Shulamith Firestone, que asociaba directamente la “liberación de la mujer” con la “liberación sexual de los niños". En su utopía posfeminista, los niños podrían relacionarse sexualmente con adultos sin mayores inconvenientes, más que el de cuidar que el tamaño del miembro del adulto no llegue a dañarle el cuerpo. Si avanzamos hacia la dimensión “queer” del actual feminismo, topamos con Foucault, quien también, en algunas entrevistas, se mostró abierto a apoyar la pedofilia. Como De Beauvoir, también firmó una solicitada de apoyo a pedófilos. En fin, hay muchos nombres en los que abrevar. Lo importante es ver que una parte nada despreciable de esta militancia feminista y de género, se muestra cada vez más abierta a la cuestión de la pedofilia. En Alemania hace poco hubo un TedX donde una feminista reivindicó la pedofilia como una “orientación sexual” más. En España se cuenta con el caso de Lola Pérez, conocida militante feminista, que reivindicó en sus redes sociales la pedofilia de una manera especialmente desagradable.
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