La importancia de la contrición en la vida cristiana
Providencialmente llegó a mis manos hace poco el libro La contrición perfecta, llave de oro del paraíso de J. Von den Driech. Un librito muy sencillo, un opúsculo breve, pero que me hizo caer en la cuenta de las almas que se pierden o se pueden perder por hacer malas confesiones.
Es un tema, que aunque pueda parece muy sencillo y sabido, especialmente para las personas bien formadas, es siempre muy necesario y saludable recordar. La calidad de nuestra vida cristiana depende en gran medida de las disposiciones con las que recibimos los dos sacramentos más habituales que son la confesión y la comunión.
Una sola comunión bien hecha, recibiendo al mismo Cristo, debería servir para santificarnos y sin embargo cuantas comuniones solemos hacer por rutina y de manera mecánica. Para recibir a Cristo hay que tener la casa de nuestra alma limpia, esto es sin conciencia de pecado mortal. Aunque no tengamos pecados graves, la Iglesia siempre ha recomendado la confesión frecuente, que ayuda a tomar conciencia de nuestra imperfección y a crecer en santidad.
¿Qué es la contrición?
La contrición es el dolor del alma y el odio por los pecados cometidos. Debe estar acompañada del buen propósito, es decir de una firme resolución de corregirse y no pecar más.
Todos somos pecadores y pecamos a menudo. Por eso es importante confesarse con frecuencia y con una verdadera contrición y dolor de los pecados. Es además una de las condiciones necesarias para recibir la absolución.
Recordemos que la Iglesia nos propone cuatro pasos para hacer una buena confesión: Examen de conciencia; contrición (o arrepentimiento), que incluye el propósito de no volver a pecar; confesión y satisfacción (o cumplir la penitencia).
Condiciones para la contrición
Tengamos en cuenta que para que la contrición sea real es necesario que sea interior, que salga de las profundidades del corazón; no debe ser una simple fórmula, formulada sin reflexión. Tampoco es necesario mostrarla con suspiros o lágrimas, etc. Todas estas demostraciones pueden ser indicadores, pero no son la esencia de la contrición. Ésta reside en el alma y en la voluntad determinada de huir del pecado y de volver a Dios.
Además la contrición debe ser universal, es decir, debe extenderse a todos los pecados cometidos, al menos a todos los pecados mortales. Finalmente, debe ser sobrenatural y no meramente natural, porque entonces no serviría.
Es por esto que la contrición, como todas las cosas buenas, debe provenir de Dios y de su gracia. Sólo la gracia de Dios puede engendrarla en nosotros. Sin embargo Dios siempre nos concede la gracia necesaria con tal de que se la pidamos, con tal de que poseamos una buena voluntad y un arrepentimiento sincero y sobrenatural.
Si nuestro arrepentimiento se basa en un motivo de interés, o en una razón puramente natural (Por ejemplo males temporales, vergüenza o enfermedad) tendremos la contrición natural sin mérito alguno. Pero si realmente está basada en una verdad de la Fe (Por ejemplo el infierno, el cielo, Dios) entonces verdaderamente poseeremos una contrición sobrenatural, que puede ser perfecta o imperfecta, como veremos Dios mediante en otro texto.
Javier Navascués Pérez
4 comentarios
La contrición es una Gracia. Y como tal hay que pedirla sin descanso. Y qué bella oración es "pedir lágrimas para llorar mis pecados".
Extraña, vive Dios, la dinastía
que fundó un pescador en Galilea.
Sin armas, a las armas desafía
y es débil e inmortal como una idea.
A sus pies ,las catervas, a porfía,
la asaltan con el hacha y con la tea,
y ella de noche reza; y luego el día
en enterrar sus émulos emplea..
No hay otra tal en todas las edades
que a tanto golpe y tal furor se avece
con tanta fuerza pertinaz e interna,
que supere tan duras tempestades
y tan gallardamente se enderece,
tranquila, intacta, inconmovible, eterna .
Como aquellas pirámides gigantes
clavadas como líbicos peñones
ven pasar a sus plantas, incesantes,
las oleadas de mil generaciones,
Ramsés, Cleopatra, Antonio, coruscantes
Cruzados, Saladino, los Borbones,
Napoleón con sus tropas fulgurantes
y míster Roosevelt, cazador de leones,
todo fue y ellas son… así el Papado
pirámide de luz de bases dobles
cuyo ápice se yergue hasta la gloria
sobre Pedro, que es Piedra, sustentado
ve desfilar ante sus pies inmobles
la larga caravana de la Historia…
Y cuando de este siglo diamantino
queden ruinas no más, y medios arcos,
y se hable de Venecia y de San Marcos
como hoy de Menfis y del Sesostrino.
Cuando el turista zelandés o chino
venga a mirar curioso los arcaicos
restos de Londres, o a buscar mosaicos
del Louvre, en el desierto parisino,
aún habrá Vaticano . Todavía
en medio de otros pueblos y otros nombres
y sin sombra de ruina ni desmedro
levantará la mano dulce y pía
bendiciendo a los hijos de los hombres:
el sucesor milésimo de Pedro.
Jerónimo del Rey
(Leonardo Castellani)
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