22.05.09

El deseo del Espíritu Santo

Hoy empieza la novena en preparación para la Solemnidad de Pentecostés. Aprovechamos la ocasión para ofrecer este breve y bello extracto de un sermón de San Juan de Ávila.

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No vendrá el Espíritu Santo a ti si no tienes hambre de Él, si no tienes deseo de Él. Y los deseos que tienes de Dios, aposentadores son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, que presto vendrá a ti. No te canses de desearlo, que, aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que lo llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.


Hermano, ten confianza en Él. Porque debes, hermano mío, asentar en tu corazón que, si estás desconsolado y llamas al Espíritu Santo y no viene, es porque aún no tienes el deseo que conviene para recibir tal Huésped. Y si no viene, no es porque no quiere venir, no es porque lo tiene olvidado, sino para que perseveres en el deseo, y perseverando hacerte capaz de Él, ensancharte ese corazón, hacer que crezca la confianza, que de Su parte te certifico que nadie lo llama que se salga vacío de Su consolación.


¡Y cómo dice esto el real profeta David! El deseo de los pobres no lo menospreció Dios, oyólo el Señor (Sal 21,25) ¿Quién es pobre? Pobre es aquél que desconfía de sí mismo y confía sólo en Dios; pobre es aquel que desconfía de su parecer propio y fuerzas, de su hacienda, de su saber, de su poder; aquel es pobre que conoce su bajeza, su gran poquedad; que conoce ser un gusano, una podredumbre, y pone juntamente con esto su arrimo en sólo Dios y confía que es tanta Su Misericordia, que no le dejará vacío de Su consolación. Los deseos de estos tales oye Dios.

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San Juan de Ávila, “Sermones del Espíritu Santo” (Primer sermón, Domingo infraoctava de la Ascensión).

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18.05.09

¿Fariseos o esenios?

En su blog Fides et Ratio, Isaac García Expósito ha escrito un excelente artículo titulado “Tiempos nuevos”. En el mismo, y después de hacer una breve descripción de algunos de los tremendos desafíos que enfrenta hoy la Iglesia Católica en su relación con una sociedad “re-paganizada”, dice así:


“… ante las escasas posibilidades de construir o fermentar la civilización moderna, lo único que cabe preguntarse es si será necesario segregarse para poder vivir”.


El autor se pregunta también si existe alguna “analogía histórica” que nos ayude a “explicar las coordenadas sociales” de nuestro tiempo. Y concluye que la analogía con la “antigüedad pagana” es insuficiente por varias razones.


Entonces surge la pregunta: ¿hay o no hay algún momento de la historia que pueda brindarnos una mayor luz para leer los signos de nuestro tiempo? O, mejor formulada: ¿alguna otra vez experimentó tan fuertemente el Pueblo de Dios que carecía, prácticamente, de “posibilidades de construir o fermentar la civilización”?


Para intentar una respuesta, analicemos brevemente cómo era la situación del Pueblo de Israel “cuando llegó la plenitud de los tiempos”, es decir, al momento de la Venida de Nuestro Señor Jesucristo.

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16.05.09

El alma y el purgatorio

Coro Angélico

Gloria a Dios, admirable en las alturas,

admirable en los senos más profundos,

gloria por siempre a Él, senda segura,

luz y vida del mundo.


Conforme con su esencia intelectiva,

la prueba que a los ángeles advino

fue una simple y tajante disyuntiva

que fijó para siempre su destino.


No hubo entreluz crepuscular, ni medio

para volver atrás o hallar reposo:

o el abismo de sombras sin remedio,

o la suprema plenitud del gozo.

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13.05.09

Holocausto: ¿qué dijo verdaderamente el Papa?

El discurso pronunciado por Benedicto XVI en el Museo en recuerdo de las víctimas del Holocausto no ha sido una alocución más. Las palabras del Papa colocan a aquel terrible hecho histórico en el lugar que debe ocupar en el pensar y el sentir de los católicos. Después del sonado “caso Williamson” se suponía que el Papa debía “lucirse” al abordar el tema. Y lo hizo. Aunque a algunos no los conforme.


Después del discurso papal, según informaron la agencia Ynet y el Jerusalen Post, el Rabino Yisrael Meir Lau, presidente de Yad Vashem, criticó duramente su contenido como carente de compasión, tristeza y dolor por la terrible tragedia de seis millones de víctimas. La palabra “seis”, dijo, no fue incluida en el discurso. El rabino también criticó la utilización por parte del Papa de la palabra "muertos" en lugar de la palabra "asesinados". Agregó que el Papa Benedicto no mencionó a los nazis como responsables del Holocausto. Lo que más preocupa, dijo el rabino, es la falta de solidaridad con la nación judía, que ha perdido un tercio de sus hijos (en el Holocausto). “No estoy hablando de disculpas, estoy hablando de empatía … este texto se ha centrado, en cambio, en una "simpatía" por el dolor de la humanidad”.


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11.05.09

El celibato, otra vez sobre el tapete

Como sabemos, las noticias de estos últimos días que implican a sacerdotes, han puesto nuevamente sobre el tapete la cuestión del celibato sacerdotal. Estas circunstancias siempre vienen bien a quienes buscan volver a la carga contra la norma eclesiástica. Y el bombardeo se está sintiendo ya. Como una contribución más para esclarecer el valor y el sentido del estado celibatario, publicamos un fragmento del libro “La sal de la tierra”, en el cual el periodista Peter Seewald entrevista al Cardenal Joseph Ratzinger interrogándolo sobre el particular.


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Nada hay que enfade más a la gente, que la vieja cuestión sobre el celibato. Aunque sólo afecte a una mínima fracción de la Iglesia ¿por qué existe el celibato?


Va muy unido a unas palabras de Cristo. Hay algunos, -dice-, que renuncian al matrimonio por el Reino de los Cielos y ofrecen toda su existencia en testimonio del Reino de los Cielos. La iglesia llegó muy pronto a la convicción de que ser sacerdote significaba dar testimonio de ese Reino de los Cielos. En el Antiguo Testamento, el sacerdote tenía una situación paralela, aunque de otra naturaleza, que sirve de objetiva analogía. Israel se instala en el país. Las once tribus recibieron su propia tierra, su territorio. Sólo la tribu de Leví, la tribu de los sacerdotes, no recibió ninguna tierra, no recibió ninguna herencia; su herencia era sólo Dios. Esto significaba, en la práctica, que sus miembros tenían que vivir de las ofrendas del culto, y no de la explotación de las tierras como las otras tribus. Su característica fundamental es que no tenían ninguna propiedad. En el Salmo 16 se dice: « Tú eres mi copa, y la porción de mi herencia. Tú eres quien garantiza mi suerte». Dios es mi heredad. Esta figura del Antiguo Testamento que deja a la tribu de los sacerdotes sin territorio y que, podría decirse, sólo vive de Dios, y, por tanto, sólo referida a Dios, se tradujo más adelante como unas palabras de Jesús que venían a decir que, en la vida del sacerdote, su tierra es Dios.


Actualmente nos resulta difícil entender el carácter de esta renuncia, porque la proporción de matrimonios y de hijos ha sufrido un gran cambio. Morir sin descendencia, era considerado antiguamente como vivir inútilmente, «he trazado las huellas de mi vida, pero no he dejado mi rastro; de haber tenidos hijos, habría sobrevivido en ellos, hubiera quedado mi inmortalidad reflejada en mi descendencia». Por eso, era casi condición de vida permanecer en el mundo de los vivos, dejando descendencia.


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