Un nombramiento anunciado
En la mitad de la década del ’60, el Padre Oswald Gomis [arzobispo emérito de Colombo, predecesor inmediato de Ranjith] era editor del periódico Gnanartha Pradeepaya. En ese tiempo, yo era un columnista en ese semanario católico cingalés. Recuerdo que un joven visitaba con bastante frecuencia la oficina del editor. El Padre Gomis me presentó una vez al joven como su “hijo espiritual”, agregando que el muchacho tenía un gran futuro en la Iglesia.
Es tradicional que un sacerdote que acepta el rol de gurú o guía espiritual de un laico lo llame “niño espiritual”. Muchos de mi generación incluso recuerdan cómo el Cardenal Thomas Cooray se dirigía a los laicos como “niños”, de una manera encantadora, aunque no condescendiente como algunos inferían.
De cualquier forma, poco pensé en ese momento que, décadas después, el hijo espiritual iba a suceder a su padre espiritual como Arzobispo de Colombo, titular metropolitano de la Iglesia Católica en Sri Lanka. Incluso cuando los católicos no creen en el destino o en el camino de las estrellas, tal y como las Escrituras han iluminado algunos eventos próximos, el futuro del joven Patabendige Don Malcolm Ranjith parecía estar escrito en su rostro. Mis notas dicen que así lo parecía, de acuerdo a las predicciones de, al menos, dos santos misioneros.
Así es como sigue la historia. Un fuerte ciclón golpeó la costa oeste del país en 1964. El gobierno le encargó al esposo de la tía materna del joven Ranjith, un oficial del Departamento de Censos y Estadísticas, que hiciera un informe sobre los daños del ciclón en el distrito de Mannar. Deseando combinar la visita a Mannar con una peregrinación al Santuario de Madhu, en diciembre de aquel año, la pareja alquiló una casa en los locales del santuario. Bien consciente de la devoción de su sobrino a la Santísima Virgen, y deseoso de animar sus crecientes sueños sacerdotales, la piadosa tía invitó al joven Ranjith a que se una a ellos en la peregrinación. Y mientras durante las tres semanas el tío estuvo yendo y viniendo de Madhu a Mannar para realizar su informe, la tía y su amado sobrino pasaron el tiempo en oración en el Santuario. Además de asistir como acólito a la Misa diaria en el Santuario, el joven Ranjith halló tiempo para la profunda oración personal.
Aunque no sabía del rol del Santuario de Madhu en el crecimiento de la vocación sacerdotal del joven, el administrador del Santuario, un oblato francés, estaba muy impresionado por su piedad. El Padre Alfred Mouille le pidió ayuda con la correspondencia cingalesa de los peregrinos del sur, lo que el muchacho hizo con gran fervor. Al fin de las tres semanas, mientras el tío estaba ocupado ordenando sus informes, siguiendo la típica tradición de Sri Lanka la tía y el sobrino llamaron al administrador para agradecerle por la hospitalidad recibida en el santuario. También deseaban pedirle su bendición para el viaje de regreso al hogar. En contra de los deseos de Ranjith, la ansiosa tía le contó al Padre Mouille acerca de las aspiraciones del joven al sacerdocio. Mirando profundamente los ojos del joven, el misionero dijo que estaba lleno de gozo. Se abalanzó hacia su habitación y trajo consigo una pequeña imagen de Nuestra Señora de Madhu. Mientras le regalaba la imagen a Ranjith, el sacerdote le dijo a la radiante tía: “Un día, el vendrá como Arzobispo de Colombo para celebrar la fiesta de Nuestra Señora de Madhu”. La tía, que falleció el año pasado, solía recordar este incidente desde que su sobrino fue ordenado sacerdote. Y la profecía le dará una nueva perspectiva al Santuario de Madhu, cuando el Arzobispo Ranjith celebre allí la fiesta como Arzobispo de Colombo.
La segunda predicción llegó pocos años después de la visita al Santuario de Madhu. Por entonces, el hermano Malcolm Ranjith había ingresado al Seminario nacional de Nuestra Señora de Lanka, en Kandy. Como el ex-secretario del Cardenal Cooray, el oblato Padre Clinton Anandappa, recordó varias veces en público, la predicción fue hecha por el Padre Claude Lawrence. Alrededor de 1966, el hermano Ranjith tuvo que ir a Colombo para consultar con un médico especialista, y pasó la noche en la casa arzobispal. En aquellos días, las comidas e incluso las recreaciones posteriores a la cena solían ser un evento comunitario en la casa arzobispal. También aquella noche, después de la cena, el Cardenal Cooray se dirigió a la sala de recreación para jugar al billar. Estaba acompañado por algunos sacerdotes oblatos, incluyendo al Padre Claude, al Padre Riou, al Padre Margesz y al Padre Clinton. No queriendo que el joven seminarista se sintiera excluido, el cardenal los invitó a unirse a ellos, aunque el hermano Ranjith mantuvo una distancia reverencial de los venerables misioneros.
No sorprende que, en algunas ocasiones, el tiempo de recreación de una comunidad religiosa se vea transformado en una discusión sobre asuntos pastorales y esto sucedió aquella noche. De acuerdo con lo que el Padre Clinton me contó, en medio de una seria discusión sobre un problema relacionado con la Iglesia, al Padre Claude se le encendió el semblante. Casi dando por terminada la tranquila discusión, el Padre Claude levantó su voz para dirigirse al seminarista, que estaba a cierta distancia: “Hermano Malcolm, tú podrás arreglar este asunto cuando seas Arzobispo de Colombo, dentro de 25 años”.
No obstante mi curiosidad periodística, nunca logré que el Padre Clinton me revelara el asunto que se discutió aquella noche. Pero sí me dijo que el Cardenal Cooray, que permaneció tranquilo allí por un tiempo antes de finalizar el momento de recreación, parecía avergonzado. Veinticinco años después de este fragmento de la historia futura de la Iglesia, el joven Ranjith fue ordenado obispo auxiliar del sucesor del Arzobispo Nicholas Marcus Fernando, sucesor del Cardenal Cooray.
Después de la muerte del cardenal, el Padre Clinton se convirtió en párroco de la Iglesia de Todos los Santos en Borella, muy cerca de la casa arzobispal donde residía el obispo auxiliar Malcolm Ranijth. El Padre Claude estaba en la Casa “Darley Rod” para sacerdotes retirados. Cierto día, el Padre Clinton los sorprendió invitándolos concelebrar la Misa dominical en su parroquia. Mi hijo estuvo entre los asistentes, y así es como describe la interrumpida liturgia: “En su estilo inimitablemente optimista, el Padre Clinton contó a los asistentes sobre la profecía del santo Padre Claude. El Padre Claude estaba tan encorvado que no se podía ver la expresión de su rostro, al tiempo que el obispo Malcolm Ranjith reprimía una avergonzada sonrisa”. Pasaron otros cinco años hasta que Ranjith fue nombrado arzobispo, aunque no de Colombo. Pasó algunos años más en el servicio a la Santa Sede y ahora regresa a Colombo, dando cumplimiento a las profecías de los videntes.
Cuando pienso sobre otra declaración profética del Padre Claude, me pregunto si las palabras de tales videntes pueden quedar, en ocasiones, atrapadas en la trama del tiempo, o continuar avergonzando a los líderes de la Iglesia, como sucedió en 1966. En los años ’80, este santo historiador y analista de la Iglesia pidió al concejo presbiteral arquidiocesano hacer que Colombo fuera declarada la sede primada de Sri Lanka. En un tiempo en que el país tenía sólo una arquidiócesis y un arzobispo, algunos pensaron equivocadamente que se trataba de un pomposo movimiento para elevar la categoría jurídica. La profética comprensión del místico misionero puede haber anticipado una transición pastoral que coincide con las exigencias locales, tanto nacionales como eclesiales.
Por Hector Welgampola
Ex editor en jefe del Gnanartha Pradeepaya y El Mensajero
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Fuente: Arquidiócesis de Colombo
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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