Profundizar en la identidad sacerdotal

“El año sacerdotal ha sido una feliz intuición del Papa Benedicto XVI, a la que nuestro dicasterio se ha asociado prontamente poniéndose a completa disposición para que sea un período fuerte para la renovación espiritual de todo el clero y de toda la Iglesia”. El cardenal brasileño Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero – 74 años, franciscano, anteriormente arzobispo de San Pablo – está particularmente satisfecho por la buena recepción que la iniciativa pontificia ha encontrado en el mundo eclesial y también en los medios de comunicación social católicos. Avvenire lo ha entrevistado en la vigilia de la solemne inauguración que será presidida el viernes por el Papa.

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Eminencia, ¿por qué celebrar un Año Sacerdotal?


El motivo ocasional ha sido el 150º aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, figura ejemplar de sacerdote, que desde hace mucho tiempo es patrono de los párrocos y que probablemente el Papa proclamará patrono de todos los sacerdotes. Pero hay también un motivo más profundo: la exigencia de estimular ulteriormente la espiritualidad de los sacerdotes en el mundo de hoy. Un mundo determinado por una cultura postmoderna, secularizada, relativista, laicista, que no ama la religión y que, más bien, quisiera relegarla a la esfera privada. Y los sacerdotes de hoy deben vivir esta nueva situación que tal vez es menos fácil que la de otros tiempos. Y, en este panorama, el sacerdote debe redescubrir el propio rol misionero. No se trata de demonizar esta nueva cultura añorando un mundo que ya no está o soñando un futuro que no existe. También esta cultura debe ser evangelizada. Y éste es el tiempo que se nos ha dado. El motivo del Año Sacerdotal es, por lo tanto, ayudar a nuestros sacerdotes a afrontar los desafíos que impone este mundo. Pero hay también otro motivo por el que ha sido convocado.

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¿Cuál?


En los últimos años, la prensa mundial ha dado un relieve realmente excepcional a los delitos cometidos por sacerdotes, como la pedofilia, y a las debilidades concernientes a la falta de observancia del celibato. Estas cosas han ocurrido. Y quien se ha manchado por crímenes, es justo que sea sometido a la justicia eclesiástica y civil. Es decir, debe ser juzgado y castigado, según las leyes vigentes. Pero está bien recordar que estos tristes casos conciernen a una parte realmente mínima de los sacerdotes. Verdaderamente se trata de algunos puntos en porcentaje, no más. Mientras que la mayoría, la grandísima mayoría, vive fielmente el propio ministerio, desarrollando también un precioso servicio a la sociedad en campos como la educación, la asistencia, la ayuda a los pobres. Y esto hay que decirlo en alta voz. El Año sacerdotal debe servir también para esto. Alentar a los sacerdotes y animarlos a continuar en su servicio por la Iglesia y por toda la humanidad.

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¿Y cómo?


Siempre es necesario que cada sacerdote pueda vivir continuamente el encuentro personal con Jesucristo, en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Sólo de este modo el sacerdote puede afrontar los desafíos del mundo y ser testigo creíble del Evangelio. Para obtener esta gracia, es siempre necesario rezar por los sacerdotes y con los sacerdotes. Igualmente necesario es profundizar la identidad sacerdotal, que no es la de los laicos. Los laicos son importantísimos pero no pueden sustituir a los sacerdotes.

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¿Cómo trabajará concretamente la Congregación para este Año sacerdotal?


En nuestro sitio, www.clerus.org, pondremos a disposición numerosos textos que pueden ser de ayuda. Es un instrumento realmente precioso. Los sacerdotes podrán encontrar los tesoros litúrgicos y patrísticos de la Iglesia y también contribuciones de expertos del mundo de hoy. Pero es importante que también las Conferencias episcopales, las diócesis y las parroquias no esperen desde lo alto documentos o indicaciones sino que localmente celebren y sientan como propio este Año sacerdotal.

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¿Cuáles serán los “momentos fuertes”?


Ciertamente lo será la inauguración, con las Vísperas del viernes. Otro momento particularmente solemne será la celebración de clausura, en la solemnidad del Sagrado Corazón del 2010. En aquella ocasión, se celebrará en Roma un Encuentro mundial de los sacerdotes. Entre estos dos eventos, habrá otras iniciativas señaladas vez por vez.

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¿Es más grave la falta de clero que se registra en no pocas zonas de la catolicidad o las dificultades que los sacerdotes encuentran a veces al vivir el ministerio?


Los números son importantísimos. Hay zonas en las que se asiste a un dramático decrecimiento del número de sacerdotes, como en Europa y en el mundo occidental. Esperamos y rezamos para que el Señor no haga faltar operarios en estas partes de su Viña.

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Pero más importante aún es el modo en que el sacerdote vive la propia condición…


En su gran mayoría, los sacerdotes están contentos por su vida. Pero no falta quien vive dificultades. Es importante que los sacerdotes vivan alegremente el propio ministerio. Cuando los sacerdotes están felices, toda la comunidad lo advierte y también las vocaciones pueden florecer más fácilmente. Aún siendo cierto que el Señor puede suscitar – y suscita- llamadas a la vida sacerdotal incluso en las situaciones más difíciles e impensadas.

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Recientemente, se han publicado nuevas disposiciones para reducir al estado laical a los sacerdotes que, de hecho, abandonan el sacerdocio. ¿Es un fenómeno en crecimiento?


Es un problema que se remonta a los años sucesivos al Concilio. Al respecto, no tenemos estadísticas completas. Estas últimas disposiciones no quieren tener una connotación punitiva sino que, más bien, son un instrumento de misericordia para readmitir a pleno título en el cuerpo eclesial a aquellos sacerdotes que se han alejado de su ministerio y que, por diversas razones, no han pedido la dispensa o la dimisión del estado clerical. Es necesario recordar siempre que la ley suprema de la Iglesia, también en las normas canónicas, es la salvación de las almas, aún cuando por parte de los beneficiarios de las disposiciones por usted citadas no haya siempre buena voluntad.

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¿Cómo ve el estado de las relaciones entre obispos y sacerdotes?


Considero que la preocupación por el propio clero debe ser una prioridad absoluta para un obispo. Porque un obispo sin sus sacerdotes no puede hacer mucho y es como un hombre sin miembros. La Iglesia camina con los pies de los sacerdotes. Ellos están en la primera línea. Si se frenan, la Iglesia va más lenta. Si se debilitan espiritualmente, la Iglesia se debilita. Por eso, entre los obispos y el clero debe haber una comunión afectiva y efectiva. Y el obispo debe seguir con atención y cuidado paterno al propio clero y a cada sacerdote personalmente.

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¿Y cómo pueden los laicos ayudar a los sacerdotes?


Los laicos deben ayudar a sus sacerdotes humanamente y espiritualmente. Deben confortarlos con su estima, con su afecto, con su consideración, porque a todo hombre le gusta ser bien considerado por quienes están cerca de él. Y los sacerdotes no son superhombres. Y, por lo tanto, los laicos deben rezar por los propios sacerdotes, por su santificación. Esto es importante también para suscitar nuevas vocaciones. Porque si en una parroquia hay un sacerdote feliz, entonces los jóvenes ven en él un modelo y la llamada del Señor encuentra así un terreno más fértil para ser recibida.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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