El Padre Pío, el Arzobispo Lefebvre y el Cardenal Ratzinger
Una puntualización respecto a la foto del Padre Pío con Lefebvre: la foto fue tomada durante el brevísimo encuentro entre los dos que ocurrió después de la Pascua de 1967. Citamos las palabras del mismo Mons. Lefebvre en una carta del 8 de agosto de 1990: “el encuentro tuvo lugar después de la Pascua de 1967 y duró dos minutos. Estaba acompañado por el Padre Barbara, un hermano del Espíritu Santo, el hermano Felin. He encontrado al Padre Pío en un pasillo, mientras se dirigía hacia el confesionario acompañado por dos capuchinos. Le dije, en pocas palabras, el objetivo de mi visita: que él bendiga a la Congregación del Espíritu Santo que debía desarrollar un capítulo general extraordinario, como todas las sociedades religiosas, para un aggiornamento, encuentro que yo temía que condujera a problemas. Entonces Padre Pío exclamó: “¿Bendecir yo a un Arzobispo? No, no, es usted quien debería bendecirme a mí”. Y se inclinó para recibir la bendición. Yo lo bendije, él besó mi anillo y continuó su camino hacia el confesionario…. Esto ha sido todo el encuentro, ni más ni menos. Para inventar una historia como la que me han enviado, se requiere una fantasía satánica y mentirosa. ¡El autor es un hijo del padre de la mentira!”.
Lefebvre se refería a la historia en base a la cual Padre Pío habría amonestado al Arzobispo para que permaneciera en obediencia al Papa y a la Iglesia y para que no tomara iniciativas que rompieran la obediencia. Esta leyenda, nacida- evidentemente – en una fecha sucesiva a 1967, ha sido utilizada para representar, por un lado, al habitual Lefebvre rebelde y cismático y, por otro, a un Padre Pío “conciliar” y contrariado por el acto de indisciplina de Lefebvre.
El juicio sobre Lefebvre no se ve afectado o modificado por la presencia del Padre Pío. De hecho, el Santo Padre Juan Pablo II lo ha excomulgado por el poco respeto tributado a la obediencia y específicamente por la ilícita ordenación episcopal de cuatro obispos. Una actitud que no puede conciliarse con la silenciosa resistencia que ha caracterizado toda la atribulada existencia de San Pío.
En cambio, no del mismo modo se puede afirmar que San Pío estuvo en grado de testimoniar con su existencia y su esencia cristina una Iglesia cristiana renovada por el Concilio Vaticano II. Más aún, también los recientes intentos desenmascarados por nosotros, de recuperar un Padre Pío conciliar y devoto del Novus Ordo, forman parte de una suerte de “angustia anti-tradicional” que persiste en la Iglesia y que últimamente se manifiesta aún más rabiosa y preocupada a raíz del lento “renacimiento litúrgico” promovido por el Papa Benedicto. Todo nos parece ligado a un aspecto literalmente vivido por San Pío en la liturgia eucarística: la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Este gran tabú de la liturgia postconciliar – aunque no es extraño al “espíritu del Concilio” – sigue siendo un tremendo escollo en el que tropiezan todos aquellos que buscan conciliar la “idea” comunitaria del Novus Ordo con la praxis litúrgica del gran Santo de Pietrelcina. En el ámbito de la hermenéutica de la continuidad y de la positiva discusión sobre el tema, me agrada citar lo afirmado por un gran hombre convertido en Papa: Joseph Ratzinger en su intervención del 2001 en el Congreso de Fontgombault. Este extracto de su ensayo explica claramente porque todavía es considerado “escandaloso” y “manipulable” el hecho de que el Padre Pío celebrase la Santa Misa según en Misal de 1962:
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«Volviendo al Vaticano II, encontramos la siguiente descripción de estas relaciones: “La Liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra Redención, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia” (Sacrosanctum Concilium, n.2). Todo esto se ha hecho extraño para el pensamiento moderno y también treinta años después del Concilio, incluso entre los liturgistas católicos, es objeto de interrogantes. ¿Quién habla, actualmente, del sacrificio divino de la Eucaristía? Ciertamente, las discusiones en torno a la noción de sacrificio han vuelto a estar sorprendentemente vivas, tanto de parte católica como de parte protestante. Se advierte que en una idea que ha ocupado siempre, bajo muchas formas, no sólo la historia de la Iglesia sino toda la historia de la humanidad, debe encontrarse la expresión de algo esencial que nos concierne también a nosotros.
Pero, al mismo tiempo, siguen todavía vivas en todas partes las viejas posiciones del iluminismo: acusación a priori de magia y de paganismo, sistemáticas oposiciones entre rito y ethos, concepción de un cristianismo que se libera del culto y entra en el mundo profano; teólogos católicos que no tienen ningún deseo, de hecho, de verse tildados de anti-modernidad.
Incluso si se tiene, de un modo u otro, el deseo de reencontrar el concepto de sacrificio, lo que finalmente queda es la perplejidad y la crítica. Recientemente Stephan Orth, en un vasto panorama de la bibliografía reciente consagrada al tema del sacrificio, ha creído reasumir toda su investigación con las siguientes constataciones: hoy, incluso muchos católicos, ratifican el veredicto y las conclusiones de Martín Lutero, para el cual hablar de sacrificio es el más grande y espantoso error, es una terrible impiedad. Por este motivo, queremos abstenernos de todo lo que huele a sacrificio, incluido todo el canon, y considerar solamente todo lo que es santo y puro. Luego Orth agrega: “después del Concilio Vaticano II, esta máxima fue seguida en la Iglesia Católica, por lo menos como tendencia, y condujo a pensar principalmente el culto divino a partir de la fiesta de la Pascua, citada en la narración de la Cena”. Haciendo referencia a una obra sobre el sacrificio editada por dos liturgistas católicos de vanguardia, afirma luego en términos un poco más moderados, que parece claro que la noción de sacrificio de la Misa, incluso más que la de sacrificio de la Cruz, es en el mejor de los casos una noción que se presta muy fácilmente a malentendidos.
No es necesario que diga que yo no formo parte de los “muchos católicos” que consideran con Lutero como el más espantoso error y una terrible impiedad el hecho de hablar de sacrificio de la Misa. Se comprende igualmente que el redactor haya renunciado a mencionar mi libro sobre el espíritu de la Liturgia que analiza detalladamente la noción de sacrificio. Su diagnóstico consterna. ¿Es también cierto? Yo no conozco a estos muchos católicos que consideran como una terrible impiedad el hecho de comprender la Eucaristía como un sacrificio. El segundo diagnóstico, más cauto, según el cual se considera la noción de sacrificio de la Misa como concepto altamente expuesto a malentendidos, puede ser verificado fácilmente. Pero, si se deja de lado la primera afirmación del redactor considerándola una exageración retórica, sigue habiendo un enorme problema que es necesario resolver. Una parte no desdeñable de liturgistas católicos parece haber llegado prácticamente a la conclusión de que es necesario dar sustancialmente la razón a Lutero en contra de Trento en el debate del siglo XVI; se puede constatar ampliamente la misma posición en las discusiones post-conciliares sobre el sacerdocio.
El gran historiador del Concilio de Trento, Hubert Jedin, indicaba este hecho en 1975, en el prefacio al último volumen de su Historia del Concilio de Trento: “el lector atento… no se encontrará, leyendo esto, menos consternado que el autor cuando se dé cuenta del numero de cosas, a decir verdad casi todas, que habiendo sido agitadas alguna vez por los hombres, son propuestas nuevamente hoy”. Sólo desde aquí, desde la descalificación práctica de Trento, se puede comprender la exasperación que acompaña la lucha contra la posibilidad de celebrar todavía, después de la reforma litúrgica, la Misa según el misal de 1962.»
Cardenal Joseph Ratzinger, Fonthombault, 22-24 de julio de 2001.
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Fuente: Fides et Forma
(texto de Francesco Colafemmina)
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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35 comentarios
Por otra parte, hablar de San Pío de Pietrelicina como ejemplo de santo conciliar es una barbaridad. Cualquiera que se haya asomado a su vida se habrá dado cuenta pronto la reciedumbre de un hombre que no tuvo atisbo alguno de acomodarse ni de palabra ni de obra al mundo.
Una vez leí una anécdota que no sé si es cierta o se trata de otra leyenda. Cuentan que al despedirse de un padre del Concilio Vaticano II que le había ido a visitar, el Padre Pío dijo algo así como: "ah, por cierto, éso del concilio... termniadlo cuánto antes". Si alguien puede corroborar la veracidad o la falsedad de ese suceso se lo agradecería.
Hay que empezar por implementar lo que manda la congregación pertinente, para empezar. Te suena la cuestión del "pro multis"?
Y otra cosa que no es baladí es la celebración "ad orientem", es decir, mirando al altar, pero cantando misa con los libros de 1969. No es, de hecho, excesivamente complicado.
Lo de la celebración "ad orientem" lo trataba muy bien el por entonces cardenal Ratzinger en su libro "El espíritu de la liturgia".
El Papa es muy consciente de la desobediencia de facto que padece la mayor parte del episcopado. Son muchas décadas de dejar el problema crecer y ahora la salida no está tan clara.
Si el Novus Ordo se hubiera ceñido a las indicaciones del CVII, posiblemente ni se habría planteado nadie conservar el rito tridentino, ya que serían muy similares. Habría sido realmente una reforma y no una deformación. Pero entre los destrozos de la comisión postconciliar al elaborar el nuevo rito y los desmanes posteriores, es mucho más difícil ver en el Novus Ordo la Misa de toda la vida y el carácter Sacrificial de la misma. Evidentemente, el Sacrificio se sigue renovando, pero no es tan patente a los ojos del fiel como en la misa tradicional.
De todas formas, cuestionar que el Novus Ordo sea el mejor modo de celebrar la Misa no significa cuestionar la autoridad del Papa mientras no se pretenda que dicho rito no es válido. Es el problema en el que caen no pocos miembros de la Sociedad Fraternidad Sacerdotal de San Pío X. Me parece necesaria la defensa que hacen de la Misa tridentina -como lo hacen los del Instituto de Cristo Rey, San Pedro, el Buen Pastor...- pero pretender que la Misa nueva no es válida, como en alguna ocasión insinuó el propio Lefebvre, es realmente grave y más una postura tremendista que racional.
Ojalá se recuperasen los otros, muchos, ritos de occidente. Los Dominicos en América ya están manos a la obra...
Para concluir otra cosa, hay que partir de otra deficinión de "mal". ¿Alguna sugerencia?
ADVENIAT REGNVM TVVM.
No, no creo que falte nada "esencial". Pero al Papa le parece que "algo pasa" con el "novus ordo". De eso es de lo que estoy hablando.
Muy constructivo, Joaquín:
Le felicito por su sabia contribución a la búsqueda de la Verdad.
Iluminados hay en todas partes. Pero, que yo sepa, Fellay no ha dicho eso. Y quien lo haya dicho ("ni siquiera él ha celebrado correctamente la Santa Misa en los últimos 40 años"), desbarra.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
Siempre he considerado terrible las barbaridades que se cometen al amparo de renovación litúrgica. Tengo claro que el mantenimiento de la liturgia previa hubiera evitado o al menos paliado las aberraciones de las que todos hemos sido testigos. S.S. Benedicto XVI ha denunciado y ha alertado contra todo esos males, pero nunca ha puesto en duda la nueva liturgia.
La renovación litúrgica la decidió un Concilio Ecuménico y ha sido ratificada por el Magisterio. Hay que ser muy cuidadosos, si somos católicos, con cualesquiera expresiones que puedan dar a entender que la Iglesia, durante 40 años, ha profanado la Santa Misa.
Espero que el haber expresado mi opinión con claridad, y espero que con algo de humildad, no sea causa de enfrentamiento. Nos une muchísimo más de lo que nos separa (sobre todo la Fe) y haber aportado, aunque sea mínimamente algo a la búsqueda de la Verdad.
Un saludo
Coincido plenamente con la importancia y el efecto enormemente positivo que tendría el volver a celebrar "ad Orientem".
Significaría una "reorientación" en todo el sentido de la palabra. Una reorientación en lo litúrgico, que ayudaría - y mucho - a una reorientación en lo teológico y en lo disciplinar.
Estamos lejos, aún, de que algo así suceda. Pero entre tantas cosas que uno quisiera que pasaran, creo que la "celebración ad orientem" es una de las prioridades (si no LA prioridad).
Estoy totalmente de acuerdo contigo.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
Son varias las cosas que nuestro querido Papa quiere reformar en el Novus Ordo, tema distinto es que "le dejen"... Él mismo celebra cada día la Santa Misa "ad orientem" en su capilla privada. También se reciataría el canon eucarístico en latín, así como las principales oraciones.
La expresión "cena del Señor", por ejemplo, que pronuncia el celebrante inmediatamente antes de comulgar, es de origen claramente luterano. Hace pocos días asistí a una Misa celebrada por un obispo auxiliar de Madrid, y me llamó la atención que suprimió la llamativa adición del "para nosostros" que se dice en la bendición del pan y del vino que será transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En fin, que va a costar, pero el terreno está abonado para la esperada "reforma de la reforma" litúrgica.
Por cierto, ¿cuál es el problema del "para nosotros"?
Por lo pronto lo de la eucaristía en la mano, orden imperativa de que haya reclinatorios en las Iglesias, y además en torno al altar para recibir la comunión de rodillas. Escobazo a quien se quede de pie durante la consagración y unos cuantos etc más litúrgicas.
Este Papa es alemán, amante de la música elevada, liturgista etc. No podrá pasar sin dejar una huella que refleje su sensibilidad.
Quizá por prudencia, o por lo que sea, no ve posible hacer uso de la autoridad papal para imponer las necesarias formas respetuosas en la Santa Misa. Ha preferido dar ejemplo y que el Papa siguiente, si Dios quiere, sí imponga todo ello.
Las personas cambian y, sobretodo, el Espíritu sopla cuando quiere y donde quiere.
Sin embargo, son muchos los que hablan de posibles cambios normativos en el Misal de Pablo VI, cuya última edición típica fue aprobada por Su Santidad Juan PAblo II. Muchos, dentro y fuera de la Curia Romana, mencionan que en Culto Divino ya se está trabajando en esta dirección. Y el mismo Mons. Fellay, en una entrevista que publicamos hace poco tiempo, afirmaba al respecto: "Estoy seguro que habrá más próximamente. No de nuestra parte, sino que para la misma Roma la situación litúrgica debe mejorar. Eso vendrá."
¿Una cuarta edición típica, "benedictina", del Misal aprobado por el Papa Pablo VI? Tal vez ése sea el proyecto aunque es necesario reconocer que llevará tiempo, tal como afirmó el Padre Z (de WDTPRS) luego de reconocer que escuchó de ese proyecto.
Aníbal Bugnini, encargado de la Comision que se inventó la nueva liturgia, aclaró que se había hecho un esfuerzo especial por quitar de la Misa todo lo que fuera conflictivo con los protestantes, que por otra parte eran observadores en la Comisión.
El Ofertorio tradicional fue sustituido por una oración inspirada en las "berahot" hebreas, sin ninguna relación con el desarrollo litúrgico de veinte siglos de Iglesia catolica. Màs que ofertorio, hoy hay una "bendición". Esto en nada afecta la validez de la Misa, por cierto. Pero es innegable que es una mutilación de la tradicion liturgica bimilenaria.
El Cardenal Ratzinger, en su Introducción al espíritu de la Liturgia, nota que en el Novus Ordo está prescripto que durante el ofertorio los fieles estén sentados y lo relaciona precisamente con un cambio en la percepción del sentido de este momento, aunque no profundiza en el tema para no entrar en polémicas.
Lefebvre contaba como, cuando ya estaba todo arreglado con el Vaticano y se limitaría a ordenar un Obispo, el entonces Cardenal Ratzinger le hizo llegar una carta ya redactada para que la firmara y constara que se retractaba de sus "errores". Lefebvre entendió la acción como una forma de anular el fin de la Faternidad, por lo que decidió romper el protocolo -que ya estaba firmado- y ordenó cuatro obispos.
Los cambios que en su vida ha tenido Ratzinger demuestran una gran honestidad e integridad personal, impermeable a ese error tan humano como es el de no retractarse de nada ni con aguarrás. Ojalá hubiera más individuos tan sinceros consigo mismos y consecuentes hasta el punto que lo ha sido este gran hombre y Papa.
me preguntaba si alguna vez nos hemos puesto a pensar en aquellas personas que desean expresar su amor a Dios por medio de la liturgia tridentina o por la que propone el concilio Vaticano II. El hecho es que muchos aprecian la liturgia antigua, y otros la que les propone el concilio del Vaticano II y esto es una relidad muy importante dentro de la Santa Madre iglesia. A todo esto tambien me llamaba la atención el hecho de que hay muchos sacerdotes que se dedican a perseguir a la organización de Mons. Lefebvre, no estoy deacuerdo con el desden que muchos expresan cuando se trata de un sacerdote del movimiento del rito tridentino, seamos muy críticos, no se puede despojar a aquellas personas que creen en tormno a la misa antigua su fe.
Dejemos de hacernos daño unos a otros fortalescamos al cuerpo místico de Cristo que es la iglesia Católica.
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