Clarificando la noción de pobreza evangélica

Uno de los mensajes que más confusiones ha producido y produce entre los cristianos es la llamada a la pobreza. El tema es importante porque no es un llamamiento accesorio dentro de la Buena Nueva cristiana. La cosa no viene de ahora: si alguien lo duda, que estudie a los ebionitas de los primeros siglos de nuestra era o lo que ocurrió con los franciscanos “espirituales” y su condena en 1318 por parte de Juan XXII. Y es que el peligro del pauperismo está siempre al acecho, especialmente cuando se hace una lectura esencialmente material de la pobreza, olvidando que en el Sermón de la montaña los bienaventurados con el reino de los cielos son los pobres de espíritu (aunque también hay que ir con cuidado con el extremo contrario, el de no reconocer en la abundancia de bienes una dificultad proporcional para la adquisición de esa pobreza de espíritu).


Que el ecumenismo, entendido como un movimiento surgido, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos los cristianos, es algo profundamente nuclear a la vida de la Iglesia y un fuerte anhelo para que, como encontramos en el Evangelio de san Juan,  “todos sean uno”, resulta evidente. Como también resulta evidente que el verdadero ecumenismo no es obra de los hombres, meros instrumentos, sino de la gracia de Dios que convierte los corazones. 
Nuevo paso hacia adelante: seguimos avanzando y cada vez tenemos más parte de nuestro cuerpo suspendido en el vacío sobre un precipicio. Un par de movimientos más y ya nos habremos despeñado del todo, que en eso parece consistir el proyecto de la modernidad tardía en que vivimos. En esta ocasión la noticia llega de Alemania y el tema es uno de los tabúes que han acompañada siempre a la humanidad: el incesto.