Nina Power: una posfeminista aborda la masculinidad
Nina Power es una pensadora interesante dentro del mundo del feminismo… ¿o quizás habría que hablar ya de posfeminismo? Porque en ocasiones la frontera no es tan nítida.
Power tiene pedigrí académico feminista: ha escrito para The Guardian, se reconocía defensora de la deconstrucción y los estudios de género, especialista en el francés Alain Badiou, influida por Marx, Sartre, cercana a Luce Irigaray o a Judith Butler, esta académica inglesa lo tenía todo para ser una de las referentes del feminismo. Y de hecho lo fue durante un tiempo.
Hasta que en 2009 publicó un libro, One Dimensional Woman, en el que criticaba el feminismo institucional que, según ella, produce una imagen mercantilizada de la mujer. De repente pasó a ser rechazada por el dogmático mundo del feminismo: del Guardian ha pasado al Telegraph, al Spectator o a Compact, e incluso, en mayo de 2023, tomó la palabra en la National Conservatism Conference. Una evolución que cada vez es más común y que es uno de los motores de lo que bien se puede calificar como posfeminismo.
El último libro de Nina Power, ¿Qué quieren los hombres? La masculinidad y sus críticos, es un paso más en lo que algunos considerarán una peligrosa deriva y otros, entre los que me incluyo, consideramos una sugerente evolución. En este caso, la provocación es radical pues Power enfoca su reflexión sobre el problema de la masculinidad, una cuestión que el feminismo más ortodoxo ya había liquidado hace mucho: la masculinidad es tóxica y represiva, el mal, y cualquier matiz significa convertirse en cómplice del patriarcado. Algo que parece no importarle mucho a Power.
El libro reúne toda una serie de reflexiones que combinan filosofía, sociología y las impresiones propias de Power. Parte de algunas ideas básicas. Como que «vivimos en una época cada vez más aficionada a simular que la diferencia sexual no es importante», algo que la realidad se empeña en desmentir a cada momento. Frente a una visión en la que la realidad biológica parece un mero detalle sin importancia, Power reivindica que «la diferencia sexual es un factor esencialmente constitutivo de la vida humana».
Por otro lado Power advierte de que se está librando «una batalla contra los hombres, ¡contra todos y cada uno de ellos!… Los hombres actuales son un blanco legítimo del odio». Y añade una luminosa coletilla: «nuestra época poscristiana es extraordinariamente despiadada».
Sigue Power desgranando reflexiones de sentido común. Castigar a un colectivo por los supuestos pecados de sus antecesores no sólo es injusto, sino que siembre un contraataque aún peor. Convertir al otro en chivo expiatorio es una trampa. #MeToo ha tenido un impacto devastador en las relaciones entre sexos, ahora condicionadas por el miedo. La feminización que se impone a los hombres jóvenes es letal. O que incluso puede haber una masculinidad buena, que versiones antiguas de la masculinidad son positivas y que, en pleno siglo XXI hay hombres que las viven.
Las herejías van desgranándose. «Los seres humanos son una especie sexualmente dimorfa», «No hay un tercer sexo», «El sexo no es un espectro», «La idea del género (como algo que sentimos en nuestro fuero interno) es retrógrada». No está mal.
En realidad, lo que dice Power es lo que cualquiera con dos dedos de frente sabía hace no tanto. Pero el clima intelectual en el que vivimos es tan delirante que escuchar estas obviedades resulta, hoy en día, refrescante. Power, además, lo adereza con gusto y es valiente. Como cuando osa defender el patriarcado y denunciar que al desmantelarlo, «hemos acabado con las dimensiones positivas del patriarcado», entre las que incluye al padre protector o al hombre responsable.
El libro sigue pasando revista a las cuestiones relativas a la masculinidad que más se debaten en la actualidad. Acierta, en mi opinión, muy a menudo; en otras ocasiones lo que afirma es discutible, pero se agradece el que nunca se deje encerrar en los tópicos políticamente correctos. ¿Un pero? Creo que en diversas ocasiones podría haber seguido profundizando mucho más por el camino emprendido.
La respuesta que ofrece a la pregunta que da título al libro es también preclara. ¿Qué quieren los hombres?: «tener y ser padres, donde la definición de este término incluye su significado biológico, pero también lo trasciende hacia algo que se aproxima a la bondad: el padre severo pero amoroso, el padre que sabe cosas, que transmite sabiduría».
Acabo con la sugerencia con la que Nina Power termina su libro: «este es el momento adecuado para intentar una reconciliación general entre hombres y mujeres… La vida no es solo una cruda guerra entre los sexos. En ocasiones (¡con suerte, a menudo!), hay complicidad, afecto, risas, amistad y amor… Ya hemos vivido bajo el estandarte de la «liberación sexual» durante casi sesenta años, pero… ¿a dónde nos ha llevado eso?… No todo lo que entendían nuestros ancestros es irrelevante, ni todo lo nuevo es bueno. Por el contrario, haríamos bien en revisitar viejos valores y virtudes –el honor, la lealtad, la valentía- en nombre de la reconciliación».
¡Bien por Nina Power!
7 comentarios
La misión del varón es PROTEGER todo lo que Dios pone bajo su custodia: su mujer, sus hijos y los bienes materiales que obtenga con el sudor de su frente. Esto ya quedó claro en Génesis 2,15:
"Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo CULTIVARA y lo CUIDARA."
Ahí está; cultivar y cuidar, eso es para lo que fue creado. Por eso es físicamente fuerte y emocionalmente equilibrado. ¿Y cuál es la flor más valiosa y delicada de ese jardín en donde Dios lo puso? Pues ella: la mujer. Pero para las feministas, necesitar de la protección del varón y depender económicamente de él es una HUMILLACIÓN de la que hay que liberarse sea como sea. Más ridículo, imposible.
Si Dios quiso designar un Ángel Custodio a cada ser humano para que lo proteja durante su peregrinar en este mundo; ¿no será porque el ser humano tiene algo especial que lo hace digno de tan poderoso e invencible protector? Del mismo modo; si Dios quiso que la mujer esté bajo el cuidado del varón; ¿no será porque la mujer tiene algo especial que la hace digna de tan poderoso, musculoso, amoroso y atractivo protector? Hay que ser IDIOTA para ver "humillación" es esto. Más bien es un PRIVILEGIO para la mujer que el propio Dios le haya dado semejante proveedor y cuidador.
La siguiente frase es para encuadrar:
«Este es el momento adecuado para intentar una reconciliación general entre hombres y mujeres»
¡AMÉN!
Totalmente de acuerdo en esa frase lapidaria del comienzo de mi comentario, atribuida a la autora. Por lo demás, no conozco a la pensadora ni la profundidad de sus reflexiones. Tal vez algún día pueda bucear en ello. Gracias por la propuesta.
Sencillos y astutos.
Dios creó al hombre y a la mujer para vivir juntos y felices y esta realidad siempre se impone, no importa las vueltas que den los tortuosos caminos de las ideologías.
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