El coraje del matiz
El periodista francés Jean Birnbaum ha escrito un libro actual e inactual a un tiempo que acaba de publicar Ediciones Encuentro. Su título resuena con fuerza en nuestros días: “El coraje del matiz. Cómo negarse a ver el mundo en blanco y negro”. Un título que, lo confieso, me predispone muy, pero que muy positivamente. Desde siempre he sido partidario de los matices (claro está, sin emborracharse tanto de ellos que uno acabe por perder de vista el objeto) e intento siempre no tener una visión maniquea del mundo. Y sí, en estos tiempos de tribalismos y descalificaciones ad hominem, se agradece que alguien levante esta bandera.
La cuestión es grave y candente. El apoyar a los míos porque son míos, el descalificar a los otros sin ni siquiera escucharles, las exclusiones y los cordones sanitarios, se han convertido en lo habitual.
Por otro lado, el libro es inactual en el sentido de que Birnbaum se apoya en grandes escritores del pasado para fundar su propuesta. Apostar por Camus, Bernanos, Arendt, Aron y Orwell es presentarse al debate con un repóquer en la mano. Imbatible.
Con Camus pone en primera plana el rechazo del lenguaje estereotipado que pretende hacer entrar la realidad social en un corsé teórico. Me apunto también esta gran verdad: “Un hombre que reconoce sus errores no es un tibio, sino un hombre de honor”. Y en la misma línea, para aquellos que pueden malinterpretar esto de los matices como incapacidad de hablar claro o de tener opiniones bien formadas y convicciones firmes, precisa Camus: “Nuestro mundo no necesita almas tibias. Necesita corazones ardientes que sepan dar a la moderación el lugar que les corresponde”.
Bernanos es ejemplo de diatribas para nada tibias y de libertad de espíritu, aunque también es cierto que tuvo el coraje de pedir disculpas cuando, pasado el tiempo, se dio cuenta de que había errado con sus dardos. Hannah Arendt destaca por su insistencia en el deber de detenernos e intentar comprender y por la importancia que concede a la amistad. Raymond Aron abomina contra la perversión partidista que transformó a tantos intelectuales en «delegados de propaganda».
¿Y qué decir de Orwell? Son tantas las lecciones. Que la sociedad totalitaria es aquella en la que toda franqueza se vuelve impensable. Que hablar de libertad sólo tiene sentido a condición de decirle a la gente lo que no tiene ganas de oír. Que el hecho de que una verdad salga de la boca de un «enemigo» no la convierte en mentira. Que las etiquetas sirven para vacunarnos contra la verdad.
Birnbaum completa su recorrido con otros dos personajes franceses más: Germaine Tillion y Roland Barthes. A pesar de sus esfuerzos por extraer lo mejor de cada uno de ellos, mi impresión es que están a otro nivel, inferior, y que se cuela ahí alguna afirmación francamente discutible (por ejemplo, ¿qué hubiera pensado Orwell, gran defensor del sentido común, ante los recelos que Barthes le opone?).
Acabaré señalando lo que me parece un acierto y un desacierto de Birnbaum. En la parte positiva, es capaz de admirar a sus referentes sin endiosarlos, asumiendo que pudieron equivocarse. Aparecen así en toda su humanidad, en mi opinión más convincentes que cuando se da rienda suelta a excesos hagiográficos. En la parte negativa pondría yo una cierta incapacidad para reconocer que el fenómeno de la polarización actual, del descrédito a todo lo que se salga del discurso dominante, no viene de la derecha, sino de una izquierda que ha abrazado el wokismo y ya no tolera la discrepancia. Birnbaum trabaja en Le Monde, lo que puede explicar este atronador silencio (lo mismo que cierto maniqueísmo al abordar nuestra guerra civil, que en el fondo contradice la tesis que defiende) que, en cualquier caso, no resta nada a esos gigantes en los que se apoya para recordarnos que es vital que nos escuchemos y podamos discrepar civilizadamente.
2 comentarios
"el hecho de que una verdad salga de la boca de un «enemigo» no la convierte en mentira."
En efecto, pero reconocer esto, significa tener gran altura de miras, cosa que no ocurre frecuentemente.
Muy interesante su articulo.
Esta frase de Camus es magnífica, pero la he buscado en internet y no he encontrado dónde la dijo o escribió. No quiero amplificar citas apócrifas.
¿Cita Birnbaum alguna fuente? Gracias.
Esta publicación tiene 1 comentario esperando moderación...
Dejar un comentario