La Revolución contra la contemplación
Leo en France Catholique un dossier sobre la persecución religiosa desatada durante la Revolución francesa con motivo del 230 aniversario del martirio de las 16 carmelitas de Compiègne. Y me llaman la atención varias cuestiones:
- la continuidad entre el despotismo ilustrado y la Revolución (en Francia se copia básicamente lo aplicado una década antes por el emperador de Austria),
- el desprecio a la libertad y el totalitarismo embrionario que ya aparece entonces (lo que es incompatible con las necesidades de la sociedad debe ser abolido),
- la magnitud de la persecución, sobre la que tan poco se habla, el papel de la propaganda anticristiana y sobre todo,
- la incapacidad de los revolucionarios para comprender que alguien pueda entregar su vida a Dios. Peor aún, no sólo es que no se comprenda, es que no se considera ni la posibilidad de tolerarlo. Se pueden tolerar otras cosas, la vida activa, pero dedicar la vida a la contemplación, a la alabanza de Dios, es algo tan contrario a la mentalidad de los revolucionarios que no hay compromiso posible.
Les traduzco algunos fragmentos del artículo del P. Jean-François Thomas s.j.:
«En 1781, el emperador José II de Austria firmó una resolución que tuvo un profundo efecto en otros países europeos: la supresión en sus Estados de las órdenes religiosas «que no enseñan, no cuidan a los enfermos y no se aplican a los estudios», precisando que «la monarquía es demasiado pobre y atrasada para permitirse el lujo de mantener a vagos. El Estado necesita sacerdotes virtuosos y cultos que enseñen el amor al prójimo, no vagabundos y harapientos» y que «las órdenes que no hacen nada por el prójimo no pueden ser agradables a Dios». Fue incluso más lejos, refiriéndose a los monjes como «individuos de cabeza tonsurada a los que el vulgo adora de rodillas y que han ejercido tal influencia en los sentimientos de los ciudadanos que nada ha podido causar una impresión tan fuerte en el espíritu humano».
700 monasterios de sus reinos, que poseían un tercio de la tierra, fueron clausurados y sus 30.000 monjes y monjas expulsados. Los revolucionarios franceses copiaron inmediatamente el modelo josefino, alegando idénticas razones. A partir del 28 de octubre de 1789, se suspendieron los votos monásticos y la posibilidad de entrar en un convento. El 13 de febrero de 1790 se suprimen las órdenes contemplativas. El 3 de septiembre de 1790, son abolidos los votos monásticos. El 17 de agosto de 1792 todos los conventos, sin excepción, deben ser abandonados y el 18 de agosto se proscribe toda vida religiosa en común. Empieza entonces la persecución física y la ejecución de todos los que se resisten, como las carmelitas de Compiègne. 8.000 sacerdotes, religiosos y religiosas morirán masacrados o en la guillotina.
A finales de 1793 las órdenes religiosas, incluidas las hospitalarias y las dedicadas a la enseñanza, habían desaparecido por completo en Francia. Hubo que esperar al Concordato de Bonaparte para que se restablecieran algunas congregaciones femeninas, incluidas las contemplativas. El proceso sería más lento y laborioso para las órdenes masculinas.
Algunas voces se alzaron para denunciar estas leyes, pero fundándose en los propios principios revolucionarios, como la del obispo de Clermont-Ferrand, que declaró ante la Asamblea Constituyente el 11 de febrero de 1790: «Lo que no me parece legítimo en el uso de esta autoridad es que sea ella la que derribe las barreras que no puso; es que, sin el concurso de la Iglesia, conceda la libertad a los hombres que se han comprometido libremente». El diputado Antoine Barnave le replicó: «Basta con que la existencia de los monjes sea incompatible con las necesidades de la sociedad para decidir su abolición».
El Siglo de las Luces había preparado constantemente las mentes para esta violencia con una proliferación de escritos satíricos y blasfemos sobre la religión y, en particular, sobre los monjes y monjas, que se suponía eran el epítome de todos los vicios. La imagen del clero regular y de las monjas de clausura fue denostada durante décadas de libelos, panfletos, canciones, rumores, etc.
Bajo la apariencia de libertad, la Revolución francesa se ocupó especialmente de atacar la vida claustral, tan ajena a sus principios. No podía aceptar que el pueblo se comprometiera a una obediencia única, a Dios, sin participar en el bien común material. Sólo podía ver a los consagrados como parásitos, llevando hasta sus últimas consecuencias lo que ya flotaba en el ambiente desde hacía casi un siglo».
6 comentarios
Naturalmente eso afectaba no solo a las clausuras sino a todas las órdenes religiosas.
Reflexiones sobre la Revolución en Francia Edmund Burke, 1790 https://www.accionfamilia.org/tendencias/experta-denuncia-nuevo-reino-del-terror-para-destruir-fuerza-moral-de-la-iglesia/
Empezando porque no ha habido familia dinástica más beata que los Habsburgo (no como los hipócritas Borbones) ya tendría que ser escandalosa la situación para que lo denunciaran.
Llama la atención el hecho de que 700 monasterios poseerán la tercera parte de las tierras del Imperio,
lo que significa una acumulación de riquezas impresionante en una época donde la inmensa mayoría de la población vivía del campo y se practicaba la economíade subsistencia.
Eso significa que millones de campesinos trabajaban para mantener a esos 30.000 religiosos mencionados.
Si luego como decía José II muchos de esos religiosos no devolvían al pueblo parte del fruto de su trabajo en forma de labores de enseñanza o de cuidado de enfermos sino que se limitaban a recibir sin dar nada a cambio, se entiende la reacción anticlerical.
Otra cosa son los excesos y la violencia que siempre son condenables.
Viven en el mismo territorio. Pero la una gobierna a sus ciudadanos con independencia de la otra. Se deben respetar o incluso, si llega el caso, apoyar. Nunca atacar.
A voces coinciden, otras, no tanto. Zapatero a tus zapatos. Una debe cuidar a sus integrantes, otra a sus seguidores.
La comunidad católica no se organiza nunca en contra de nadie.
José II y otras autoridades a lo largo de la historia han pretendendido utilizar las instituciones eclesiales para sus fines Muchas veces para su propio provecho escudándose en escusas.
Si la iglesia tiene la mayoría de sus fieles,en un territorio, goza de un prestigio indudable.
Orar es esencial en esa Iglesia.
Y tienen sus formas y maneras de hacerlo. Que eso comporta bienes materiales, y por supuesto, espirituales, miel sobre hojuelas. Eso le va bien a sus ciudadanos también.
Es el gobernante de un estado el que, con codicia y deseo de poder inicia su ataque interesado contra la iglesia.
Se llame como se llame, es ABUSO DE PODER. Monarquía, República,Dictadura, da igual.
Absolutismo, Socialismo, Liberalismo, Imperialismo Materialismo
y todos los ismos se enfrentan a la iglesia, no por defender a la gente sino a sus intereses e ideas.
En el caso de que Austria, la Austria de entonces, tuviera tres millones de campesinos, cada uno de los 30.000 religiosos estaría sostenido por cien (100) campesinos. Si en los Estados que dependían de Emperador Austrohúngaro, José II,
Por otro lado, el Patrimonio de la Iglesia, se empleó en todas partes, a pesar de todas las corruptelas que ocurrieron, (incluso desde el Colegio Apostólico en vida de Cristo, donde un Judas facineroso, ya daba la nota discordante), pero ese Patrimonio de la Iglesia atendía:
- Al sostén de las personas consagradas al culto.
- Al sostén del Culto mismo, y mantenimiento de templos, parroquias, etc. y como un apéndice, el mecenazgo artístico hacia el arte, y su mantenimiento.
- A la Enseñanza, tanto de clérigos como de laicos.
- Y finalmente en la fundación y mantenimiento de obras de caridad, por lo que a ese Patrimonio Eclesial, se le llama muy frecuentemente "Patrimonio de los pobres".
Ese Patrimonio de la Iglesia, tuvo y tiene una peculiaridad: Al no ser un Patrimonio "personal", individual, las Congregaciones e Instituciones encargadas de gestionarlo, prescinden de un aspecto que sí tienen otras formas de Patrimonio como el Patrimonio Real, o los Patrimonios personales, en los que la biología, llega a dar hijos a los titulares, y obliga a los padres a un legítimo interés (que puede caer también en ilegítimo) para enriquecer a herederos que lo usufructen. En principio, un obispo o abad no tiene herederos biológicos, y por ello la gestión del Patrimonio se ejerce con otras miras, y a la vista de la Comunidad, o vigilancia de "ecónomos"; y por otro lado, pocos son los casos en que un abad u obispo, lo es a perpetuidad.
D. Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles, habla de la función social del Patrimonio de la Iglesia, y del comienzo de los conflictos de la «cuestión social» que trajo la Desamortización de Mendizábal.
Al apoderarse los Estados de los bienes de la Iglesia, los pobres acaban siendo más pobres. l
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