Este año he vuelto a Covadonga

III Peregrinación Nuesta Señora de la Cristiandad Un año más, por tercera vez, he podido unirme con mi familia al Capítulo de Santa Eulalia en la peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad a Covadonga. Un año más, volvemos con el corazón y el espíritu rebosantes de alegría. No hace falta que me detenga mucho en explicarlo, los vídeos y artículos que corren por la red dan testimonio de lo que pudimos vivir, una verdadera efusión de gracia.

En esta ocasión, se han notado mejoras en la organización que, por otro lado, han resultado clave para la buena marcha de una peregrinación que crece año tras año. No sé exactamente el número de peregrinos, me parece que se habla de unos 1.200, pero mi impresión es que éramos más que en las pasadas ediciones, y eso a pesar de algunas ausencias de amigos que este año no pudieron asistir. Se les echó de menos, aunque también fue la oportunidad para conocer a otros que ya considero también como buenos amigos. No es un crecimiento explosivo (andar más de 90 kilómetros en tres días, durmiendo en tiendas de campaña y sin poder ducharse, puede echar atrás a algunos), sino continuado. En esta ocasión vi a más familias con niños, bastantes niños, que en años anteriores. También más gente «normal»: entiéndaseme bien, quienes nos lanzamos a la aventura el primer año éramos, quien más quien menos, tipos un poco peculiares; a medida que la peregrinación se va conociendo y consolidando, acuden personas menos proclives a los planes arriesgados. Entre ellos mucha gente que descubría la Santa Misa en su forma extraordinaria y que podía ver con sus propios ojos que la misa de tantos siglos y de tantos santos no era ni divisiva, ni peligrosa, ni un objeto de anticuario, sino una realidad muy viva y muy agradable a Dios, una liturgia por la que le se le rinde el culto debido. La misa final, en el Santuario de Nuestra señora de Covadonga, fue además preciosa, por todo (lugar, liturgia, homilía, solemnidad), pero no puedo dejar de destacar lo bien que cantó el coro, compuesto por voluntarios que no desmerecían de un coro de esos que tanto se cotizan. Lástima que no pudiéramos, de rodillas, cantar el Laudate Mariam a pleno pulmón al llegar a la explanada del Santuario, lo que era, después de la misa, el clímax de la peregrinación. En tiempos en los que no hay muchas ocasiones para la expresión pública de la fe, sentí el no poder unirme a mis compañeros de peregrinación para expresar lo que salía de nuestros corazones.

No soy profeta ni tampoco liturgista, por lo que no sé lo que ocurrirá en el futuro en la «guerra litúrgica» en la que el Papa Francisco ha embarcado a la Iglesia a partir de su motu proprio Traditiones Custodes. Pero después de lo que he visto en esta peregrinación a Covadonga me voy más convencido aún de la verdad e importancia de aquella célebre fórmula que reza aquello de «lex orandi, lex credendi». Una Iglesia en la que predomina una liturgia horizontal, en la que la atención y la mirada están más puestas en nosotros que en Dios, en la que el sentido de lo sagrado queda arrinconado, en la que se infiltra una mentalidad mundana, será inevitablemente una Iglesia con menos vigor, más pendiente de agradar al Mundo que a Dios, en la que la prioridad será no disgustar a los poderes mundanos. Por el contrario, una Iglesia que en su liturgia pone su mirada en Dios, se anonada ante la irrupción de lo sagrado, en la que los hombres nos hacemos pequeños ante la enormidad de un Dios que muere por nosotros y quiere quedarse entre nosotros, que sabe que es portadora del único mensaje que nunca es obsoleto, será una Iglesia que anunciará a Cristo sin cálculos humanos, sin silenciar lo que incomoda al Mundo, que es precisamente lo que los hombres de nuestro tiempo, la mayoría sin saberlo, necesitan urgentemente.

Es también esta peregrinación un signo de algo importante: las peregrinaciones, como otras muestras de piedad popular, fueron condenadas no hace tanto como residuos del pasado que iban a desaparecer inexorablemente en la modernidad. Ha ocurrido exactamente lo contrario. Cada vez son más: desde la de París a Chartres, que bate récords de participación, a la de Walsingham, el Camino de Santiago o tantas otras que surgen por doquier. Precisamente el peregrinar, que nos recuerda que estamos de camino hacia la patria celestial, resulta especialmente adecuado para salirse del mundo del consumismo y las adicciones digitales que se presenta como única opción para los jóvenes de hoy en día. En la peregrinación desconectamos de móviles y conectamos con Dios y nuestro prójimo, son días ideales para rezar y para caminar y hablar juntos, sin interrupciones, algo que parece imposible en las cada vez más frecuentes vidas aisladas y atomizadas que nos ofrece el mundo actual. Gracias a las peregrinaciones salimos de lo que ahora llaman nuestra «zona de confort»: no solo dejamos atrás comodidades, sino que también se dejan atrás esas rutinas a través de las cuales mantenemos a Dios a distancia y así entramos en un tiempo ideal para hablar con Él. No hace falta decir que, si Dios me da salud, estaré el año que viene de nuevo en los caminos de Ceceda, Sevares o Viabaño.

 

4 comentarios

  
África Marteache
Tengo una amiga muy querida que también ha estado y escribe cosas muy parecidas. Por muchos caminos me ha llegado la misma impresión, la misma devoción y la misma piedad. ¡Dios y la Santina os bendiga peregrinos de la Cristiandad! Muchos, que por edad no podemos acompañaros, os acompañamos en la Comunión de los Santos Tu peregrinar será mi peregrinar y tu Dios será mi Dios, imitando a Ruth.
01/08/23 2:31 PM
  
Uno que no es para nada progre
Pues a mí me parece muy mal que, si el Papa ha pedido que se haga la Misa normal, se siga con el empeño de hacer la antigua. Eso no es tradicional.
No digo que no hayan tenido la autorización para hacerla, o que sean cismáticos, sino que es evidente que se está pidiendo y mandando ir acabando con el cuento de que a mí me gusta más la Misa antigua.
Podrían haber celebrado, con total fidelidad a lo que pide el Papa, con órgano y canto gregoriano, con incienso y ciriales, y hasta en latín, pero la Misa normal. A mí me parece que eso es ser tradicional. No olvidemos que la tradición es viva. Muchos papas han reformado cientos de veces el Misal. Entre otros, Juan XXIII y Pío XII. Así que lo celebrasteis en Covadonga no es "el mismo rito de siglos, el mismo que Santa Teresa y bla, bla, bla", sino el mismo que oyeron nuestros abuelos y poco más, porque es de 1962. Si me dices que esos cambios no eran sustanciales, te diré que el de Pablo VI tampoco lo fue. Es sustancialmente igual (como no puede ser de otra manera).
Hagan la Misa normal, súper bien celebrada, y trataré con todas mis fuerzas de ir con mi familia a la peregrinación. Yo también quiero defender la cristiandad y la España tradicional.
02/08/23 1:39 AM
  
Luis Fernando
Bendito sea el Señor, que sostiene en sus brazos al remanente fiel de su Iglesia. Las puertas del Hades no prevalecerán.

Laus Deo Virginique Matri.
02/08/23 3:20 AM
  
Jorge Soley
Respondo a "Uno que no es nada progre": el Papa no ha pedido que se haga la "misa normal". El Papa ha escrito una carta apostólica en forma de Motu propio en la que se lee: "Al obispo diocesano, como moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia particular que le ha sido confiada [5] le corresponde la regulación de las celebraciones litúrgicas en su propia diócesis [6]. Por tanto, es de su exclusiva competencia autorizar el uso del Missale Romanum de 1962 en la diócesis, siguiendo las orientaciones de la Sede Apostólica". Por lo tanto, la peregrinación a Covadonga cumple con lo manda el Papa.
Lo otro es atribuir al Papa lo que no ha mandado, interpretarlo, un poco como el "espíritu del Vaticano II" contradijo al propio Concilio, solo que ahora sería el "espíritu de Francisco" diciendo lo contrario de lo que Francisco manda en su motu propio.
Anímese a venir el año que viene y ya verá cómo le hace bien.
Un abrazo
02/08/23 8:48 AM

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