Muy recomendable: ¿Qué es el universo?
El universo, el cosmos, nos fascina desde siempre. ¿Quién no se ha sentido pequeño, sobrecogido, contemplando el cielo en una noche estrellada? ¿Quién no se ha hecho preguntas sobre ese cosmos, cercano y lejano a la vez, repleto de misterios que en tantas ocasiones parecen indescifrables?
Francisco José Soler Gil, con su último libro, ¿Qué es el universo?, consigue que nunca más miremos al cielo del mismo modo. Y lo hace combinando dos aproximaciones al asunto que a primera vista podrían parecer incompatibles: la mirada fascinada del hombre que se siente sobrecogido al contemplar la enormidad del espacio y la mirada racional del científico que se esfuerza por comprender mejor el universo.
Escribir sobre el universo con profundidad y rigor, pero al mismo tiempo hacerlo de manera amena, como quien te acompaña a lo largo de un apasionante viaje que no deseas que acabe nunca, y además hacerlo en poco más de 140 páginas, está al alcance de muy pocos. Para salir airoso de la empresa hay que saber mucho, haber pensado mucho sobre el asunto, conocerlo tanto que uno llegue a ser capaz de alcanzar una síntesis que va a lo nuclear. Que es lo que ocurre con Soler Gil, que de paso nos ofrece una lección: cuando se ha hecho esa síntesis, uno puede explicar asuntos complejos de un modo no solo asequible, sino incluso ameno, o más aún, nos atreveríamos a decir que apasionante.
Una de las grandes virtudes de ¿Qué es el universo? es su estructura. Se trata de un libro con un plan muy claro, que se nos explica ya de inicio y sobre el que volvemos en sucesivas ocasiones, evitando eso tan frecuente en libros de conocimientos de vernos abrumados por datos mientras tenemos la sensación de no saber hacia dónde vamos. Ese orden, ese plan que se va desplegando y por el que vamos avanzando, uno sospecha que tiene detrás muchas horas de reflexión. Bien aprovechadas, añadimos, porque es precisamente esa estructura limpia y ordenada la que nos permite disfrutar del libro y la que también permite que el autor incorpore, de vez en cuando, alguna pequeña digresión que enriquece el texto sin despistarnos del camino trazado.
El libro empieza remontándose a la antigüedad, a las primeras tradiciones religiosas y el modo que tuvieron de explicar el origen y naturaleza del cosmos. Resulta sumamente interesante comprobar aquí que lejos del prejuicio, tan extendido hoy en día, que desprecia los saberes antiguos como algo caduco y desfasado, Soler Gil nos demuestra que, en lo esencial, aquellos antiguos ya plantearon las dos grandes alternativas existentes frente al problema cosmológico. Para sorpresa de muchos, descubrimos que realmente «no hay demasiadas opciones a la hora de concebir el universo» y que «el esquema de opciones básicas sigue siendo en esencia el mismo desde las cosmologías mitológicas hasta las actuales». Y es que «o bien la realidad primera es una realidad mínima, casi vacía de contenido, o bien es una realidad máxima, plena de atributos… o dicho del modo quizás más breve: en el origen no hay, o sí hay, un plan racional. En el primer caso el origen es el nun [la frontera entre el ser y el no ser para los egipcios, un concepto muy similar al del tao oriental], en el segundo el Logos».
El libro va a ir desentrañando lo que hemos llegado a conocer sobre el cosmos, el orden cósmico que, gran y fascinante misterio, todo indica que se orienta a «hacer posible la existencia de seres inteligentes que sean imagen y semejanza del Logos original». En este camino se ha avanzado mucho (si bien ocurre aquello de que al conocer algo se abren nuevos y numerosos interrogantes) y Soler Gil nos lleva de la mano con delicadeza y un esfuerzo constante por evitar que nos quedemos rezagados. Descubriremos que la forma esférica de la Tierra es algo que ya se sabía seis siglos antes de Cristo, la importancia de la trigonometría para calcular las dimensiones de distintos objetos celestes, que el universo parece consistir en una espuma de galaxias (¡sabemos que hay, como mínimo, unos dos billones de galaxias!) o que gracias a la espectroscopia, una técnica que permite identificar la composición de la materia a partir de la luz que nos llega de ella, podemos estudiar galaxias que están a distancias que superan nuestra capacidad de imaginación.
A medida que avanzamos, las cuestiones abordadas parecen hacerse más complejas, pero el autor consigue mantenerlas asequibles al lector no especializado. Así, quienes siempre nos habíamos mantenido alejados de estas cuestiones, llegamos a entender algo, los rudimentos, de la teoría de la relatividad, de lo que supone realmente el big bang e incluso entendemos que nuestra imaginación tiene límites y que podemos alcanzar un conocimiento racional que somos incapaces de trasladar a imágenes mentales. Eso sí, Soler Gil es brillante a la hora de irnos descubriendo el emocionante camino que ha seguido la humanidad para ir desentrañando algunos misterios del universo, pero también señala todas las cuestiones no resueltas que persisten (como el problema de la materia oscura), de resolución difícil o tal vez imposible. Si buscaban a uno de esos divulgadores televisivos optimistas y simplificadores, Francisco José Soler Gil no es su hombre.
El libro concluye con un capítulo a modo de recapitulación y conclusión que abre perspectivas cuando menos atractivas. Hemos llegado a afirmar que el universo es una realidad ordenada y hemos descubierto algo sorprendente: «el orden del universo es tal que genera la mayor variedad del modo más simple». Llegamos así a lo que se denomina «ajuste fino»: «el hecho de que la naturaleza se comporta siguiendo una de las escasas combinaciones matemáticas generadoras de riqueza estructural», un hecho en el que además encontramos que «las leyes y las constantes de la naturaleza parecen estar dispuestas de tal modo que sea posible desarrollo de entidades tan complicadas como los seres humanos conscientes». Fascinante.
Como fascinante es la apreciación final del universo como obra de arte. Así lo expresa el autor: «Procede de ahí la tendencia a suponer en la investigación que el orden cósmico ha de poseer ciertos rasgos estéticos. Que la naturaleza no sigue caminos retorcidos para lo que puede conseguir de forma más sencilla. Que hay un toque artístico en las leyes naturales… el universo, en definitiva, sería una obra de arte». ¡Qué maravilla! ¡Y qué perspectivas se abren para el pensamiento!
Francisco José Soler Gil se enfrentaba a un reto con este ¿Qué es el universo?: indagar e introducirnos en lo que se sabe sobre el orden del universo, en pocas páginas y sin espantar a los lectores interesados pero sin excesivos conocimientos previos. No solo sale airoso, sino que lo hace con nota, dejándonos al acabar su lectura con un libro profusamente subrayado y unas ganas irrefrenables de salir a contemplar de nuevo, pero con otra mirada, la noche estrellada. Como lector que ha disfrutado enormemente solo puedo darle las gracias y animarles a emprender el viaje que Soler Gil nos propone.
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