Vayan a ver Human Life
El pasado sábado fui a ver al cine Human Life. La vida siempre vale la pena. Salí gratamente sorprendido: es un documental muy recomendable que especialmente los jóvenes debería de ver.
La culpa de todo fue de mi hijo, al que llegaron unas invitaciones de rebote para su estreno. Allí fue, no muy convencido. ¿Un documental? ¿Con discapacitados, supervivientes del aborto, mutilados…? No parecía el mejor plan para una tarde de fin de semana veraniego… y sin embargo fue mi hijo quien, al acabar, me dijo: tienes que ir a verla.
Así que fui… y no puede más que repetir lo mismo: tenéis que verla.
Human Life es un documental de poco más de una hora de duración en el que se intercalan diversos casos y testimonios, que reaparecen más tarde y van creando así un mosaico que nos dice que cualquier vida, en cualquier circunstancia, siempre vale la pena. Algunos son realmente impactantes, como el del brasileño que acoge a niños que sufren graves discapacidades de resultas de los intentos de aborto que han sufrido. Ha entregado su vida a estos niños, más de cuarenta de los cuales son sus hijos adoptivos, que cuida en una institución que ha fundado, «comunidad Jesús niño» (Jesus menino en portugués). También hay un joven pintor tetrapléjico, un surfista que perdió las manos en un accidente, una ex medallista olímpica que abandona las Olimpiadas para sacar adelante a su hijo en vez de abortarlo, la madre de una niña con síndrome de Down, una superviviente del Holocausto…
Salí del cine, eso sí, con sentimientos encontrados. Por un lado, mi admiración por los protagonistas del documental: hay gente con mucho mérito. También mi alegría por ver que hay quien se decide a invertir dinero y esfuerzos en sacar adelante un documental como éste, absolutamente necesario en tiempos en los que la cultura de la muerte no deja de expandirse. Y además un documental que habla claro contra el aborto y en el que no se omite que Dios actúa en la vida de las personas.
Por otro lado, lo confieso, con un cierto sentimiento de desánimo. Éramos unas 15 personas en la sesión del sábado por la tarde. Pocos, muy pocos para una película que puede hacer tanto bien. Especialmente sangrante es pensar en ello cuando uno imagina el trabajo que hay detrás de este documental, el esfuerzo, el tiempo y el dinero invertido con el propósito de mostrar, de hacer pensar, de hacer el bien… y que tantos pasen indiferentes ante este gesto. Después nos quejamos de los derroteros por los que marcha nuestra sociedad, pero es posible que nos lo merezcamos un poco. Vivimos muy bien, rodeados de comodidades, y todo esto nos pilla un poco lejos. Yo había imaginado que cientos de jóvenes católicos harían cola en el cine, que las diferentes delegaciones diocesanas de cultura aprovecharían el lanzamiento de este documental para montar mesas redondas (¡es perfecto para cuestionar la eutanasia!), que todos los alumnos de bachillerato de los centros católicos de este país verían la película en pases en sus propios colegios… Quizás sea demasiado imaginar, pero les aseguro que si no cambiamos, si no nos decidimos a tomarnos en serio esta batalla cultural, la cultura de la muerte lo va a anegar todo. También nuestro rinconcito donde, por ahora, tan a gusto estamos.
6 comentarios
Lamentablemente nadie las llevará a cabo
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