Todo lo que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo

Santísima TrinidadPreviamente estudiabamos como luego de que la revelación llegara a su plenitud, vimos a Cristo, Alfa y Omega, Principio y fin, proclamando ser al igual que el padre Todopoderoso.

“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso” Apocalipsis 1,8

Me gustaría seguir profundizando esta evidencia indiscutible de la divinidad de Cristo: Su Omnipotencia divina.

“18 Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. 19 Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo. 20 Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. 21 Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. 22 Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado” Juan 5,18-23

Este texto es bastante revelador y mucho es lo que se puede aprender de él en cuanto al tema que estudiamos.

1) Los judíos querían matar a Cristo, porque este se hacía igual a Dios (versículo 18)

2) Cristo les da a entender que Él no es un Dios separado del Padre, pues no hace nada por su cuenta (versículo 19)

3) Luego tenemos una explícita declaración de omnipotencia, donde Jesús declara que aquello que hace el Padre eso lo puede hacer igualmente el Hijo (versículo 19)

4) Por último vemos una declaración de la igualdad entre el Padre y el Hijo, declarando la voluntad del Padre en que todos honren al Hijo como honran al Padre.

Mucha es la riqueza que se puede encontrar en estos versículos en cuanto a doctrina Trinitaria, la cual he querido tocar de forma breve. Pero ahora me gustaría dar paso a los padres de la Iglesia para que lo expliquen con más detalle y elegancia:

San Agustín, La Trinidad, I,6,11

La pupila humana no puede ver en modo alguno la divinidad, y los que la contemplan no son hombres, sino superhombres. Luego, con pleno derecho se han de entender del Dios Trinidad las palabras bienaventurado y solo poderoso, manifestando la venida de nuestro Señor en el tiempo oportuno (1 Timoteo 6,15). La expresión: el único que posee la inmortalidad (1 Timoteo 6,16) ofrece el mismo sentido de aquella otra: El único que obra prodigios (Salmo 71,18).

Desearía saber como la interpretan mis adversarios, pues si sólo al Padre la aplican, ¿como será cierta la afirmación del Hijo cuando dice: Todo lo que el Padre hace lo hace igualmente el Hijo?, ¿Hay por ventura, algo más prodigioso entre los prodigios que resucitar y vivificar los cadáveres? Pues el mismo Hijo dice: Como el Padre resucita a los muertos y los vivifica, así el Hijo vivifica a los que quiere (Juan 5,19-21). ¿Como obrará el Padre solo milagros, si estas palabras no permiten entenderlas del Padre solo, o del Hijo solo, sino del único y verdadero Dios?, esto es, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
Tomado de Obras completas de San Agustín XXXVIII, BAC 39, Pág.137-138

San Agustín, Réplica al Sermón de los arrianos. XV

Pues las obras del Padre y del Hijo son las mismas, pero sin que el Hijo sea el mismo que el Padre, sino porque ninguna obra es del Hijo que no la haga el Padre por su medio, y ninguna obra es del Padre que no la haga a la vez por el Hijo. Pues todo lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. No son unas las obras del Hijo y otras las del Padre, sino las mismas; ni las hace el Hijo de modo distinto, sino igualmente. Mas como el Hijo no hace otras obras semejantes, sino las mismas que hace el Padre, ¿qué es hacerlas igualmente sino hacerlas con idéntica facilidad e idéntica potestad?.

Pues si, en verdad, los dos hacen las mismas obras, pero uno con mayor facilidad y poder que el otro, ciertamente el Hijo no las hará igualmente. Pero como hace las mismas obras e igualmente, no son en verdad distintas las obras del Hijo de las del Padre ni diversa la potestad de los que obran. Ni por cierto, sin el espíritu Santo, pues éste no puede estar separado de los otros dos en obras que han de ser hechas por ambos. Así, de un mismo modo admirable y divino, los tres hacen las obras de todos ellos, y los tres las de cada uno. Porque el cielo y la tierra y toda criatura son obra de los tres. Pues del Hijo se dijo: Todo fue hecho por él (Juan 1,3). Pero ¿quién se atreverá a apartar de cualquiera de estas obras al Espíritu Santo, que se caracteriza por conceder las gracias a los santos, de quienes está escrito: Mas todas las cosas las hace un mismo y solo Espíritu, repartiendo lo propio a cada uno según quiere?

Finalmente, siendo Cristo Señor de todos y Dios bendito por sobre todo por los siglos (Romanos 9,5), ¿qué obra entre todas se podrá negar al Espíritu Santo, que ha formado al mismo Cristo en el seno de una virgen? Pues cuando la Virgen preguntó al ángel, que le anunciaba su futuro parto: ¿Como se hará esto, si no conozco varón (Lucas 1,34), recibió esta respuesta: El Espíritu Santo descenderá sobre ti (Lucas 1,35). Pero se denominan obras de cada uno las que manifiestan pertenecer a una persona. Así, el nacer de una virgen sólo pertenece al Hijo; la voz desde la nube: Tu eres mi Hijo amado, sólo pertenece al Padre (Mateo 3,17; 17,5); sólo se apareció el Espíritu Santo en la forma corporal de paloma. Sin embargo, toda la Trinidad hizo aquella carne de solo el Hijo, aquella voz de solo el padre, aquella forma de solo el Espíritu Santo. Yo no porque cada uno de ellos sea incapaz sin los otros de realizar lo que hay que hacer, sino porque la operación no puede estar separada; donde no sólo es igual la naturaleza, sino también indivisa. Pues, siendo tres, cada uno de ellos es Dios, y, sin embargo, no son tres dioses. Porque el Padre es Dios, y el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios; y el Hijo no es el mismo que el Padre, ni el Espíritu Santo es el mismo que el Padre o el Hijo; sino que el Padre es siempre Padre, y el Hijo es siempre Hijo, y el Espíritu de ambos nunca es sólo de uno de ellos, o del Padre o del Hijo, sino que siempre es Espíritu de los dos.

No obstante, toda la Trinidad es un solo Dios. Pues ¿quién negará que ni el Padre ni el Espíritu Santo, sino solo el Hijo, caminó sobre las aguas? Únicamente el Hijo tiene carne, en virtud de la cual pudo posar sus pies en las aguas y andar por ellas. Pero de ningún modo se piense que esto lo realizó sin el Padre, cuando de todas sus obras se dice: Mas el Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Tampoco sin el Espíritu Santo, pues el arrojar los demonios fue igualmente obra del Hijo. Es cierto que la lengua de aquella carne, por la que mandaba salir los demonios, pertenecía a solo el Hijo; sin embargo, él mismo dice: Yo arrojo los demonios en el Espíritu Santo. Asimismo, ¿quién sino solo el hijo resucitó? Pues sólo pudo morir el que tuvo carne. Con todo, esta obra, por la que el Hijo resucitó, el Padre no fue ajeno, ya que de Él está escrito: “El que resucitó a Jesús de entre los muertos” (Romanos 8,18). ¿Por ventura el mismo Hijo no se reanimó? ¿En dónde encajará lo que dijo: “Destruid este templo, y yo lo levantaré en tres días” (Juan 2,19)? También afirma que tiene poder para entregar su alma y para tomarla de nuevo (Juan 10,18). ¿Y quién será el que desbarre de tal modo que piense que el Espíritu Santo no cooperó en la resurrección de Cristo hombre, cuando actuó para que el mismo Cristo hombre existiera?
Tomado de Obras completas de San Agustín XXXVIII, BAC 512, Pág.305-308

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