(CR/InfoCatólica) Transcribimos el texto íntegro de la entrevista significativamente titulada «Un sínodo especial. Adúlteros sin Comunión»:
Mons. Genero, partimos del tema más debatido en estos días: la comunión de los divorciados y los separados. ¿Es mucha la gente que lo consulta?
La verdad, no. Muchos, de hecho, saben que están en pecado y en condiciones, tal vez, sin remedio, para presentar la solicitud de acceder al banquete eucarístico. Es un sufrimiento, en fin, que debe ser tenido en cuenta.
Pero la comprensión, ¿hasta qué punto puede llegar? O sea, ¿se puede cerrar un ojo sobre la verdad, sobre la doctrina?
No, si queremos respetar el Evangelio y el Magisterio. Cada sacramento presupone la frescura del bautismo y de la confirmación, que se adquiere con la santa confesión. También la Eucaristía. Lo que muy a menudo se olvida. Y no tanto por parte de quien incurre en adulterio, sino sobre todo de quien blasfema. El sábado por la noche, en el bar, se ultraja a Dios; y el domingo, en la Misa, se acerca al altar. Se incurre en un doble pecado.
Son normas de comportamiento incluso banales, que cada cristiano debería respetar. En vez de eso, de hecho, se cierra un ojo, a veces incluso ambos. Ud. habla de adulterio. En esa situación, por supuesto, el pecado se ha convertido en una práctica habitual. Si uno se ha confesado, se arrepiente.
Un cristiano debe hacerlo. Para abordar el tema de la comunión a los divorciados y separados, que hoy se admite, nos encontramos con el paso obligatorio de purificación y de confesión. La confesión, a su vez, presupone el recibimiento del perdón. Y el perdón se recibe si se da vuelta la página; si se renuncia a la condición del pecado.
¿Entonces?
Entonces un separado o un divorciado para comulgar, tiene necesidad, como cualquier otro pecador, de confesarse y de estar dispuesto a cambiar de vida. ¿Esto qué cosa significa? Que debe renunciar a la convivencia que, muy probablemente, está practicando. ¿Lo hace? Bien. Retoma, arrepentido, el primer vínculo, el matrimonio sacramental (si lo ha celebrado). O a una situación de no-vínculo.
Pero normalmente no es así.
Precisamente. Reivindican la comunión, y tal vez la eventual absolución en la eventual confesión, pero continuando con la situación de pecado.
En el caso del vínculo sacramental del matrimonio la situación se complica porque no estamos en presencia de una culpa sólo personal…
Precisamente. No es el caso del pecador que confiesa una culpa sólo personal y es absuelto personalmente luego de haber buscado el perdón. El sacramento del matrimonio es un vínculo que involucra a dos personas. Y es por esto que en las páginas del Evangelio se sostiene el presupuesto de la unidad, de la fidelidad y de la indisolubilidad.
¿En situación de pecado se encuentran también los que conviven?
En rigor de lógica (evangélica), sí. También si no han contraído ningún vínculo. Pero lo deberían contraer.
¿Se ha oído hablar mucho en los días previos al Sínodo, de creatividad pastoral en el acercamiento a las situaciones de sufrimiento?.
También se menciona de modo autoritario la creatividad. Sinceramente no entiendo lo que se intenta decir específicamente. En el testimonio del evangelio no se puede ser muy creativo. Por ejemplo, Jesús condena el adulterio no menos de cinco veces. Desde este punto de vista no es posible la mediación sacramental. En el plano pastoral, en cambio, debemos acercarnos a los hombres y las mujeres que están en situaciones de sufrimiento.