(Informador/InfoCatólica) El Santo Padre dijo que "a propósito de la liturgia católica, no pocas veces se contrapone en modo poco atinado a la tradición y al progreso, dos conceptos que, en realidad, se integran, porque la tradición incluye ella misma en algún modo el progreso".
Con estas palabras el Papa teólogo abordó uno de los temas más debatidos de los últimos 40 años por el catolicismo: la reforma litúrgica introducida por el Concilio Vaticano II (1965) y su posterior interpretación, dividida justamente entre progresistas y tradicionalistas.
Reconoció que antes del Concilio era clara la urgencia de reformar las celebraciones de la Iglesia para promover una participación más activa de los fieles a través del uso de las lenguas nacionales y que se profundizara la adaptación de los ritos en las varias culturas.
"Además se reveló clara desde el inicio la necesidad de estudiar en modo más profundo el fundamento teológico de la liturgia, para evitar caer en el ritualismo y para que la reforma fuese bien justificada en el ámbito de la revelación y en continuidad con la tradición de la Iglesia", apuntó.
Empero, advirtió que la liturgia va más allá de la misma reforma, cuyo objetivo original no fue principalmente cambiar los ritos y los textos, sino renovar la mentalidad para poner al centro de la vida cristiana la celebración del misterio de la muerte y resurrección de Cristo.
El Papa lamentó que los mismos obispos y los expertos hayan considerado a la liturgia simplemente como un objeto que se debía reformar y no como "un sujeto capaz de renovar la vida cristiana".
"La liturgia en la Iglesia vive de una correcta y constante relación entre sana traditio (sana tradición) y legitima progressio (legítimo progreso)", sentanció el Santo Padre.