(EP/InfoCatólica) Después de celebrar la misa de Pascua de Resurrección, el Papa subió a la galería de las Bendiciones, que se asoma a la Plaza de San Pedro y, tras felicitar la Pascua en 65 idiomas, ha dado la bendición “Urbi et Orbi”.
La resurrección de Cristo, ha recordado el Papa, no es “una especulación, una experiencia mística” sino que es “un acontecimiento que sobrepasa ciertamente la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble”.
En una Plaza de San Pedro decorada con más de 41.000 flores provenientes de Holanda, el Papa ha destacado que “La luz” de Jesús “ha atravesado el tiempo y el espacio” y “ha roto las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad y del Bien”.
“Así como en primavera los rayos del sol hacen brotar y abrir las yemas en las ramas de los árboles, así también la irradiación que surge de la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa, deseo, proyecto. Por eso, todo el universo se alegra hoy, al estar incluido en la primavera de la humanidad, que se hace intérprete del callado himno de alabanza de la creación. El aleluya pascual, que resuena en la Iglesia peregrina en el mundo, expresa la exultación silenciosa del universo y, sobre todo, el anhelo de toda alma humana sinceramente abierta a Dios, más aún, agradecida por su infinita bondad, belleza y verdad”.
Cristo resucitado camina delante de nosotros hacia los cielos nuevos y la tierra nueva
El Pontífice ha pedido para que en Libia “la diplomacia y el diálogo ocupen el lugar de las armas y, en la actual situación de conflicto, se favorezca el acceso a las ayudas humanitarias a cuantos sufren las consecuencias de la contienda”. Benedicto XVI ha recordado la situación que sufre el Norte de África y Oriente Medio, la crisis migratoria que viven los países del Mediterráneo, en particular Italia, ante los conflictos en el Norte de África.
También se ha referido a la guerra civil en Costa de Marfil, a las víctimas del terremoto y tsunami de Japón, y a los atentados sufridos por las comunidades cristianas en Pakistán, Irak o Egipto en los últimos meses y ha pedido que “el anuncio de la resurrección victoriosa” de Jesús infunda “valor y confianza” a quienes “sufren contrariedades e incluso persecuciones a causa de la propia fe en el Señor Jesús”.
En el cielo, ha explicado el Papa, “todo es paz y regocijo” pero “en la tierra, lamentablemente, no es así” porque “aquí en nuestro mundo, el 'aleluya' pascual contrasta todavía con los lamentos y el clamor que provienen de tantas situaciones dolorosas”. Sin embargo, ha recordado el Papa, Cristo “ha muerto a causa de nuestros pecados de hoy y ha resucitado también para redimir nuestra historia de hoy”.
“Cristo resucitado camina delante de nosotros hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, en la que finalmente viviremos como una sola familia, hijos del mismo Padre. Él está con nosotros hasta el fin de los tiempos. Vayamos tras Él en este mundo lacerado, cantando el Aleluya. En nuestro corazón hay alegría y dolor; en nuestro rostro, sonrisas y lágrimas. Así es nuestra realidad terrena. Pero Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Por eso cantamos y caminamos, con la mirada puesta en el Cielo, fieles a nuestro compromiso en este mundo”.
Esta tarde, Benedicto XVI se trasladará a la villa de Castelgandolfo para pasar una semana de descanso y tan sólo se trasferirá de nuevo a Roma para presidir la beatificación de Juan Pablo II el próximo domingo 1 de mayo, día en el que la Iglesia celebra el Domingo de la Divina Misericordia.