(SIC/InfoCatólica) ¿El hombre de hoy está dispuesto a creer en Jesús como Hijo de Dios? ¿El hombre de hoy necesita la salvación? Con estas cuestiones sobre la mesa, monseñor Fisichella comenzó ayer su magistral ponencia sobre “Nueva evangelización, la significación cristiana en la sociedad de hoy” en la Asamblea de MCS, organizada por la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española, que preside Mons. Joan Piris, obispo de Lleida. Según explicó, el problema para la credibilidad de los creyentes hoy es encontrar una respuesta a esas cuestiones, porque “ante Jesús, no se puede permanecer neutral”.
“En sus dos mil años, la Iglesia nunca ha abandonado su obligación de evangelizar, ha nacido con esta misión y si no lo hiciera, empobrecería su propia naturaleza”, apuntó, al tiempo que resaltó que en un momento de crisis, como el que estamos atravesando, en el que predomina la debilidad de pensamiento, “el papel de los católicos adquiere una mayor importancia por la riqueza de la tradición que supimos construir en el pasado”.
El Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización fue instituido por Benedicto XVI el pasado mes de septiembre para dar fuerza al espíritu misionero de la Iglesia, sobre todo, donde la fe parece estar debilitada por la fuerte presión del secularismo. “Una intuición profética”, valoró positivamente Mons. Fisichella, para quien este organismo podrá ayudar a comprender de qué manera la Iglesia deberá desempeñar su ministerio “en un mundo sometido a grandes cambios culturales”. “Es tarea de todos nosotros fortalecer la fe, un empeño que nos debemos a nosotros mismos”, apostilló.
Preguntado por los rasgos principales del programa de la Nueva Evangelización, el prelado explicó que, pese a que habrá que esperar a la celebración del Sínodo de obispos el próximo año, y a la nueva exhortación apostólica de Benedicto XVI, no se podrá prescindir del anuncio, la liturgia y el testimonio, además de la formación del creyente y los presbíteros. Pero, además, consideró necesario un lenguaje nuevo para explicar la razón de la fe y poder argumentar “por qué somos creyentes a la luz de la razón”. “¡Basta! –exclamó. Tenemos que hablar un poquito, es una cuestión de identidad y del sentido de pertenecer a la comunidad cristiana”.
Llamada a la conversión
Reconociendo que las sociedades occidentales están marcadas por la información, puso de manifiesto que se necesita de la comprensión del concepto de Nueva Evangelización, tal y como se ha venido haciendo todos estos siglos.
“La comunidad cristiana debe prestar atención al contexto cultural en el que se inserta para comprenderlo y orientarlo en el Evangelio”. Hoy en día ocurre lo mismo porque “ninguna forma de evangelizadora sería eficaz si la palabra Dios no entrase en la vida de las personas, para llamarlas a la conversión”.
“Esto ha sido siempre lo que hoy llamamos nueva evangelización; anunciar el Evangelio de manera eficaz”. Por eso, el vehículo de la comunicación es fundamental también para la recepción coherente del mensaje y sería una confusión entenderlo sólo en términos de pura tecnología, en lugar de verlo como un “universo de pensamiento con grandes potencialidades”.
Monseñor Fisichella destacó además el papel de la liturgia en la Nueva Evangelización ya que “separarla significaría no comprender a la Iglesia”. Habló también del silencio y el misterio en la forma de comunicar. En los signos y gestos litúrgicos. A veces, nuestra sociedad está marcada por el ruido y el alboroto y se acaba transformando en “un bombardeo informativo”. “Hablamos demasiado, demasiadas palabras…”
Por eso, los expertos “deberían ayudarnos, con su profesionalidad, a hacer real la percepción de lo sagrado y del misterio, desde el bautismo al funeral”. En resumen, la nueva evangelización “quiere fundarse sobre la lógica de la fe, que se articula en el creer en el anuncio, liturgia y testimonio de la caridad”.
De la secularización al secularismo
Monseñor Fisichella dedicó parte de su intervención a hablar sobre el secularismo, es decir, la construcción del mundo “como si Dios no existiera”, y recordó que se infiltró en las instituciones “hasta llegar a ser cultura y comportamiento de masa”. Se trata de comprender la existencia de personal prescindiendo del horizonte religioso y relegar la fe al ámbito exclusivamente de lo privado, una concepción del hombre cuyas consecuencias inmediatas se resumen en la plena autonomía del hombre, el empirismo y la defensa de las “libertades” individuales.
“El hombre viene a ocupar el lugar central. Dios se convierte en una hipótesis inútil y un competidor a evitar y eliminar. Pierde su lugar central y el hombre pierde también el suyo”. Frente a este “eclipse del sentido de la vida”, en el que el hombre no encuentra su lugar en la sociedad, “cae en la tentación de pensar que es él el dueño de la vida y la muerte porque puede decidir el cuándo y el cómo”.
Por ello, alertó del narcisismo en cuanto a que vivimos “una cultura que tiende a idolatrar –también los medios de comunicación– la perfección del cuerpo y discrimina las relaciones interpersonales sobre valores sólidos”. Así, el hombre, “cerrado en un individualismo exasperado ha perdido el sentido de la responsabilidad social y el sentido mismo de la vida”.
A este propósito, destacó que, además de una profunda crisis, tambiénvivimos “una crisis de Dios”, determinada por el poder, en la que “la religión sí pero ni Dios ni la Iglesia”, donde no sólo se niega sino que se desconoce. Por ello, consideró que “la Iglesia debe hablar de Dios al hombre de hoy”. “Se impone la tarea de hacer conocer el verdadero rostro de Dios. Todos los medios de comunicación son necesarios para este anuncio”, afirmó.