(Aci/InfoCatólica) El bebé nació luego de un doble diagnóstico genético preimplantacional que permite la selección de los embriones -incluyendo el aborto de los que los especialistas consideren “no aptos” - para que el bebé nazca sin la enfermedad y puede convertirse en donante compatible para sus hermanos. En el futuro, a través de las células extraídas del cordón umbilical de Umut Talha, se podrá realizar el trasplante que permitiría la cura del hermano mayor.
Sobre este caso, los obispos franceses recordaron en un comunicado del 9 de febrero que “querer curar a un hermano por humanidad hace honor al hombre” y “acompañar en el sufrimiento a los padres que tienen un hijo gravemente enfermo es un deber de la sociedad”.
Los prelados comprenden la tristeza de los padres y su esperanza en la medicina, pero “legalizar el uso de los seres humanos más vulnerables para curar a otro no es digno del hombre. Concebir un hijo para utilizarlo -aunque sea para curar a otro ser humano- no es respetuoso con su dignidad”.
“El utilitarismo es siempre una regresión. Es peligroso para una sociedad el no respetar los intereses primordiales del niño estipulados en la Convención de los derechos del Niño”, añade el texto. Finalmente hicieron un llamado a “a correcta investigación para que se encuentren más tratamientos terapéuticos apropiados”.
Por otra parte, el Arzobispo de París, Cardenal André Vingt-Trois, ante la asamblea nacional el pasado 8 de febrero reunida para tratar el proyecto de ley sobre bioética, rechazó el uso de los “bebés-medicamentos” ya que eso “supondría la explotación de un ser humano a favor de otro”. No se puede “utilizar a alguien al servicio exclusivo de otro, pues así este niño sería una herramienta para buscar la cura de otro niño. ¿Nos convertiremos en herramientas?” cuestionó.
El primer bebé medicamento nació en Estados Unidos en el año 2000, posteriormente también en España y Bélgica se utilizó otros bebés con el mismo fin.
La Iglesia se opone a la manipulación de personas como herramientas para la investigación científica, y diferencia el acto humano de querer ayudar al prójimo del uso de personas indefensas como herramienta de investigación.
Además, la doctrina católica se opone a la fecundación in vitro por dos razones primordiales: primero, porque se trata de un procedimiento contrario al orden natural de la sexualidad que atenta contra la dignidad de los esposos y del matrimonio; segundo, porque la técnica supone la eliminación de seres humanos en estado embrionario tanto fuera como dentro del vientre materno, implicando varios abortos en cada proceso.