(Zenit/InfoCatólica) En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, los textos para los encuentros de oración que han seguido los cristianos han sido escritos precisamente por representantes cristianos de la Ciudad Santa, en los Materiales para de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2011.
En su homilía, El Santo Padre subrayó la necesidad de “reconocer que, en el curso de las últimas décadas, el movimiento ecuménico, surgido por el impulso de la gracia del Espíritu Santo, ha dado significativos pasos adelante, que han hecho posible alcanzar convergencias alentadoras y consensos sobre diversos puntos, desarrollando entre las Iglesias y las comunidades eclesiales relaciones de estima y respeto recíprocos, como también de colaboración concreta frente a los desafíos del mundo contemporáneo”.
La unidad a la que Cristo llama a la Iglesia: comunión en la fe, en los sacramentos, en el ministerio
Sin embargo, el Sumo Pontífice reconoció, “estamos aún lejos de esa unidad por la que Cristo rezó, y que encontramos reflejada en el retrato de la primera comunidad de Jerusalén”. “La unidad a la que Cristo, mediante su Espíritu, llama a la Iglesia, no se lleva a cabo sólo a nivel de las estructuras organizativas, sino que se configura, en un nivel mucho más profundo, como unidad expresada en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios”, explicó el Santo Padre.
La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos, subrayó el Papa, “no puede reducirse por tanto a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica: lo que anhelamos es esa unidad por la que Cristo mismo rezó y que por su naturaleza se manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio”.
“El camino hacia esta unidad debe ser advertido como imperativo moral, respuesta a una llamada precisa del Señor”, subrayó. Por esto, aseguró, “es necesario vencer la tentación de la resignación y del pesimismo, que es falta de confianza en el poder del Espíritu Santo”.
“Nuestro deber es proseguir con pasión el camino hacia esta meta con un diálogo serio y riguroso para profundizar en el común patrimonio teológico, litúrgico y espiritual; con el conocimiento recíproco; con la formación ecuménica de las nuevas generaciones y, sobre todo, con la conversión del corazón y con la oración” concluyó el Papa.