(Zenit/InfoCatólica) En la homilía de la celebración, el Pontífice se refirió a la experiencia de los Magos, que siguieron la estrella hasta llegar al Niño Jesús en la humilde cueva de Belén. “Eran probablemente sabios que escrutaban el cielo, pero no para buscar “leer” en los astros el futuro, eventualmente para recaudar un dinero -explicó-; eran más bien hombres 'en busca' de algo más, en busca de la verdadera luz, capaz de indicar el camino que recorrer en la vida”.
“Eran personas seguras de que en la creación existe lo que podemos definir como la 'firma' de Dios, una firma que el hombre puede y debe intentar descubrir y descifrar”. Como hombres sabios, continuó el Papa, sabían también “que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón en busca del sentido último de la realidad y con el deseo de Dios movido por la fe como es posible encontrarlo, incluso se hace posible que Dios se acerque a nosotros”.
El lenguaje de lo creado, de hecho “nos permite recorrer un buen tramo de camino hacia Dios, pero no nos da la luz definitiva”, señaló el Pontífice. “Al final, para los Magos, fue indispensable escuchar la voz de las Sagradas Escrituras: sólo ellas podían indicarles el camino”. “Es la Palabra de Dios la verdadera estrella, que, en la incertidumbre de los discursos humanos, nos ofrece el inmenso esplendor de la verdad divina”, declaró Benedicto XVI.
La Palabra de Dios, reflejo de la luz de Cristo
“Dejémonos guiar por la estrella, que es la Palabra de Dios, sigámosla en nuestra vida, caminando con la Iglesia, donde la Palabra ha plantado su tienda -exhortó-. Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otro signo puede darnos”. “Y podremos también nosotros convertirnos en estrellas para los demás, reflejo de esa luz que Cristo ha hecho resplandecer sobre nosotros”, añadió.
El Papa invitó a preguntarse si, como los expertos que lo saben todo sobre la Escritura, “no está también en nosotros la tentación de considerar las Sagradas Escrituras, este tesoro riquísimo y vital para la fe de la Iglesia, más como un objeto para el estudio y la discusión de los especialistas que como el Libro que nos indica el camino para llegar a la vida”. Para combatir esto, sugirió hacer “nacer siempre de nuevo en nosotros la disposición profunda a ver la palabra de la Biblia, leída en la Tradición viva de la Iglesia, como la verdad que nos dice lo que es el hombrea y cómo puede realizarse plenamente”.
Dios: aliado, no rival
El Papa también recordó la figura del rey Herodes, “interesado en el niño del que hablaban los Magos”, pero no con el objetivo de adorarlo, “sino para suprimirlo”. "Dios le parece un rival, más bien, un rival especialmente peligroso, que querría privar a los hombres de su espacio vital, de su autonomía, de su poder; un rival que indica el camino que recorrer en la vida e impide, así, hacer todo lo que se quiere”.
Benedicto XVI exhortó a preguntarse si “quizás hay algo de Herodes también en nosotros”, si “quizás también nosotros, a veces, vemos a Dios como una especie de rival” y “somos ciegos ante sus signos, sordos a sus palabras, porque pensamos que pone límites a nuestra vida”. Cuando se ve a Dios así, constató, “acabamos por sentirnos insatisfechos y descontentos, porque no nos dejamos guiar por Aquel que es el fundamento de todas las cosas”.
Por eso, añadió, “debemos eliminar de nuestra mente y de nuestro corazón la idea de la rivalidad, la idea de que dar espacio a Dios es un límite para nosotros mismos”. Al contrario, concluyó, “debemos abrirnos a la certeza de que Dios es el amor omnipotente que no quita nada, no amenaza, sino que es el Único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría”.