(Sic/InfoCatólica) “Queridos amigos”, dijo el Papa, “a san José, patrono universal de la Iglesia, deseo encomendar a todos los Pastores, exhortándolos a ofrecer a los fieles cristianos y al mundo entero la humilde y cotidiana propuesta de las palabras y de los gestos de Cristo”.
Benedicto XVI exhortó a “que nuestra vida pueda adherirse cada vez más a la Persona de Jesús, precisamente porque Aquel que es el Verbo asume Él mismo un cuerpo, viene de Dios como hombre y atrae hacia sí a toda la existencia humana, conduciéndola dentro de la palabra de Dios ¡Invoquemos con confianza a la Virgen María, la llena de gracia adornada por Dios, para que, en la Navidad ya inminente, nuestros ojos se abran y vean a Jesús y nuestro corazón se llene de júbilo en este admirable encuentro de amor!”
En el domingo que nos prepara a la celebración del Nacimiento de Jesús, del “Hijo de Dios hecho hombre en el vientre de una virgen, cuyo misterio manifiesta, al mismo tiempo, el amor, la sabiduría y la potencia de Dios en favor de la humanidad herida por el pecado”, el Papa reflexionó sobre la narración del Evangelio de san Mateo, “enfocada desde el punto de vista de san José, que estaba desposado con María, la cual, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18)”.
San José, hombre justo
Tras hacer hincapié en que el evangelista presenta a san José como hombre justo, fiel a la ley de Dios y disponible a cumplir la voluntad divina, Benedicto XVI señaló que, por ello, entra en el misterio de la Encarnación después de que un ángel del Señor, que se le aparece en sueños y le anuncia: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu esposa, porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz a un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21).
“Abandonando la idea de repudiar en secreto a María, san José la toma consigo, porque ahora sus ojos ven en ella la obra de Dios”, reiteró el Santo Padre, citando luego a san Ambrosio, que pone de relieve la amabilidad y figura del justo, que hacen más digna su calidad de testigo. Aún habiendo quedado turbado, José actúa como le había ordenado el ángel del Señor:
“También poniéndole el nombre de Jesús a aquel Niño que sostiene a todo el universo, san José se coloca entre la multitud de servidores humildes y fieles, semejante a los ángeles y a los profetas, a los mártires y a los apóstoles, como cantan los himnos orientales. San José anuncia los prodigios del Señor, testimoniando la virginidad de María, la acción gratuita de Dios y custodiando la vida terrena del Mesías”.
Benedicto XVI invitó a venerar “al padre legal de Jesús”, como el Catecismo de la Iglesia Católica llama a san José. Señalando que “en él se perfila el hombre nuevo, que mira con confianza y valentía al futuro, no sigue su propio proyecto, sino que se encomienda totalmente a la infinita misericordia de Aquel que cumple las profecías y abre el tiempo de la salvación”.
Después del rezo a la Madre de Dios y del responso por los difuntos, el Santo Padre dirigió sus saludos en varias lenguas, a los numerosos fieles de tantos países, que acudieron a la plaza de san Pedro para rezar con él. Éstas eran sus palabras en nuestra lengua:
Saludo con afecto a los fieles de lengua española aquí presentes y a cuantos participan en esta oración mariana a través de los diversos medios de comunicación. En la proximidad de la Navidad, os invito a dirigir vuestra oración humilde y confiada al Niño Jesús, nacido de la Santísima Virgen, para que su luz oriente vuestras vidas y os llene de su amor y paz. Que impulsados por la docilidad de nuestra Madre del Cielo estemos siempre dispuestos a realizar en todo la voluntad del Señor, que nos llama y cuenta con cada uno de nosotros. Feliz domingo.
También en sus saludos en polaco, Benedicto XVI destacó que el mensaje del cuarto domingo de Adviento se resume en las palabras del Profeta Isaías: “El Señor mismo va a daros una señal: he aquí que la doncella ha concebido y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Esta señal es Jesús, el Hijo de Dios, la esperanza de nuestro pueblo, cuyo nacimiento es esperado por María, Virgen Madre”.
Una vez más, el Papa invitó a “abrir nuestros corazones, para que junto con María podamos acoger a Jesús con amor y humildad. Y, como San José, sepamos leer en la vida cotidiana los signos de la Providencia”