(Clarin/InfoCatólica) La Iglesia tenía claro que la celebración en la parroquia, ubicada a unos cien metros del parque Indoamericano, escenario del conflicto que sacude en los últimos días la zona, se iba a convertir en una gran plegaria en favor de la paz del barrio y la concordia con las colectividades de los países de la región. Pero los nuevos incidentes que se produjeron cuando se apagaba el día le sumaron patetismo a la súplica.
Llegar al templo era una tarea complicada. No sólo se veían los incidentes. Había que sortear gomas y bolsas quemadas. Y un barrio que, en las calles, seguía con expectación lo que pasaba. “Y pensar que habíamos previsto celebrar la misa al aire libre y cerrar con un gran festival popular”, decía el párroco, Marcelo Gallino. “Y hubiéramos contado con una concurrencia masiva”, señalaba. Igual, adentro del templo no cabía un alfiler.
Unidad de los pueblos latinoamericanos
El hecho de que la parroquia lleve el nombre de Juan Diego -el indígena a quien, según la tradición católica, se le apareció la Virgen de Guadalupe- le sirvió de guión al cardenal Bergoglio para su homilía. Siendo la Virgen de Guadalupe la patrona de América, el prelado hizo una encendida exhortación a “la unidad de todos los pueblos latinoamericanos”.
No pudo ser más oportuno. En las inmediaciones proliferaban los insultos y hasta las agresiones a todos aquellos que les parecían bolivianos. En estos días, un sacerdote debió llevar al hospital a un hombre duramente golpeado y hasta baleado porque sus atacantes creyeron que era boliviano cuando, en verdad, es oriundo de Salta, según relato a Clarín el propio cura que lo auxilió.
Al final de la misa, Bergoglio salió a la calle a saludar a los fieles mientras los incidentes y un vecino le pedía a los gritos que fuera al parque a “sacar a los intrusos”.