(Agencias/InfoCatólica) Como todos los domingos al mediodía, el Papa Benedicto XVI ha dirigido la oración mariana del Ángelus. En su alocución, comentando el tiempo de Adviento, ha dicho que le parecía “importante subrayar el valor de la constancia y de la paciencia, virtudes que pertenecían al bagaje usual de nuestros padres, pero que hoy en día son menos populares, en un mundo que exalta, más bien, el cambio y la capacidad de adaptarse a siempre nuevas y diversas situaciones”.
“Sin quitar nada a estos aspectos -ha proseguido el Pontífice- que también son cualidades del ser humano, el Adviento nos llama a potenciar aquella tenacidad interior, aquella resistencia del ánimo que nos permiten de no desesperar en la espera de un bien que tarda en llegar, sino de aguardarlo, es más, de preparar su venida con laboriosa confianza”.
Como el agricultor, como el profeta
Como el labrador que espera con constancia el precioso fruto de la tierra hasta que ha recibido las primeras y las últimas lluvias, “vosotros también, tened paciencia y animáos, que la llegada del Señor ya está próxima”. “El agricultor es modelo de una mentalidad que une de manera equilibrada la fe y la razón, porque, por un lado, conoce las leyes de la naturaleza y, por el otro, confía en la Providencia, porque algunas cosas están en las manos de Dios”. La paciencia y la constancia son precisamente la síntesis entre el compromiso humano y el confiarse en Dios.
“Serenad vuestros corazones”, dice la Escritura. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Cómo podemos hacer más fuertes nuestros corazones, ya de por sí frágiles, y vueltos aun más inestables por la cultura en la que estamos inmersos? No nos falta la ayuda: es la Palabra de Dios. De hecho, mientras todo pasa y cambia, la Palabra del Señor no pasa. Si las vicisitudes de la vida nos hacen sentir extraviados y toda certidumbre parece derrumbarse, tenemos una brújula para encontrar la orientación, tenemos un ancla para no ir a pique. Y aquí el modelo que nos es ofrecido es aquel de los profetas, o sea de aquellas personas que Dios ha llamado para que hablen en su nombre”.
Mientras los hombres buscan a menudo la felicidad por caminos que se revelan equivocados, el profeta, ha señalado el Papa, anuncia la verdadera esperanza: aquella que no desilusiona, porque está fundada sobre la fidelidad de Dios.
Nuestra Señora de Guadalupe
Después del rezo mariano del Ángelus el Santo Padre ha saludo en distintas lenguas. Estas han sido sus palabras en español.
“Que la intercesión amorosa de Santa María, que bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, es invocada fervientemente como Madre por los hombres y mujeres del pueblo mexicano y de América Latina, aliente este tiempo de gozo y esperanza y fomente el ineludible ejercicio de la caridad con los más necesitados. Feliz domingo”.
En su saludo en italiano el Papa se dirigió en primer lugar a los centenares de niños y niñas de Roma llegados hasta la Plaza de San Pedro para la tradicional bendición de los “Bambinelli”: los Niños Jesús que colocarán en sus Belenes. “Queridos amigos, cuando pongáis al Niño Jesús en la gruta o en el portal, decid una oración por el Papa y sus intenciones. ¡Gracias!”. Benedicto XVI saludó luego a los padres de familia, profesores y catequistas. El Santo Padre agradeció al Centro Oratorios Romanos por esta tradicional iniciativa pre-navideña, así como a los encargados del Dispensario Pediátrico “Santa Marta”.