(Sic/InfoCatólica) Entre las narraciones típicas de Lucas, está la conversión de Zaqueo, el jefe de los publicanos de Jericó, importante ciudad cercana al río Jordan, recordó el Santo Padre, refiriéndose luego a la figura de los recaudadores de impuestos y en particular al rico Zaqueo, en cuya casa Jesús decide alojarse suscitando un gran escándalo:
“Pero el Señor sabía muy bien lo que hacía. Él, por decir así, quiso arriesgar y ganó la apuesta: Zaqueo, profundamente conmovido por la visita de Jesús, decide cambiar de vida y promete devolver cuatro veces más de lo que había robado. ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa’, dice Jesús y concluye: ‘pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido’”
Una vez más, Benedicto XVI reiteró que el amor de Dios nos invita sin cesar a convertirnos y a confiar en su misericordia infinita hacia todos sin distinción:
“Dios no excluye a nadie, ni a los pobres ni a los ricos. Dios no se deja condicionar por nuestros prejuicios humanos, sino que, en cada uno, ve un alma para salvar y se siente atraído por aquellas que son juzgadas como perdidas y que ellas mismas se consideran así. Jesucristo, encarnación de Dios, ha mostrado esta inmensa misericordia, que no le quita nada a la gravedad del pecado, sino que se propone siempre salvar al pecador, ofreciéndole la posibilidad de rescatarse, de volver a empezar, de convertirse”
Recordando también que Jesús afirma que es muy difícil que un rico entre en el Reino de los cielos, el Papa puso de relieve que, en el caso de Zaqueo vemos, precisamente, que “lo que parece imposible se realiza”. Pues, como comenta san Jerónimo, “se deshizo de sus riquezas inmediatamente, sustituyéndolas con la riqueza del Reino de los cielos”. Y, como añade san Máximo de Turín, “las riquezas para los necios son un alimento para la deshonestidad, mientras que para los sabios son ayuda para la virtud”:
“¡Queridos amigos, Zaqueo acogió a Jesús y se convirtió, porque Jesús había sido el primero en acogerlo! No lo había condenado, sino que había salido al encuentro de su anhelo de salvación. Oremos a la Virgen María, modelo perfecto de comunión con Jesús, para que también nosotros podamos experimentar la alegría de recibir la visita del Hijo de Dios, de ser renovados por su amor y de transmitir su misericordia a los demás”