(Zenit/InfoCatólica) El arzobispo Casmoussa calificó la sentencia del Tribunal Supremo de Irak como un «error», y afirmó que pedirá tanto al Presidente como al Primer Ministro del país que salven la vida de Aziz, de 74 años. El ex mandatario del regimen de Sadam, en cuyas últimas imágenes públicas aparece desmejorado y envejecido, fue acusado y condenado por presunta persecución religiosa y presunta implicación en ejecuciones ilegales.
Hablando desde el norte de Irak, el arzobispo siro-católico dijo a la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN): “Tenemos que hacer un llamamiento internacional al Gobierno iraquí para revertir la decisión sobre Tarek Aziz”. “Estoy dispuesto a firmar cualquier documento solicitando que no se lleve a cabo la sentencia de muerte”. El prelado anunció su intención de llamar a todos los cristianos y musulmanes de Mosul a que firmen una apelación al Tribunal Supremo contra la sentencia de Aziz, que es católico de rito caldeo.
La intervención del arzobispo se produjo 24 horas después de que la Santa Sede, emitiera una nota reiterando la firme oposición de la Iglesia a la pena de muerte. El portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, recordó la posición de la Iglesia. “Por consiguiente, se espera verdaderamente que la sentencia contra Tarik Aziz no sea ejecutada, precisamente para favorecer la reconciliación y la reconstrucción de la paz y la justicia en Irak”, dijo.
Monseñor Casmoussa anunció su intención de emprender una campaña similar respecto a la condena del ex ministro de Defensa Sultan Hashim Ahmad.
Comunicado de la Santa Sede en 2003
Tras la audiencia en el Vaticano, el 14 de febrero de 2003, concedida por Juan Pablo II a Tarek Aziz, entonces viceprimer ministro iraquí, la Sala de Prensa de la Santa Sede emitió un comunicado en el que explicaba, que el mandatario iraquí había mantenido, antes de su encuentro con el Papa, “un amplio intercambio de puntos de vista –con los cardenales Sodano y Tauran– sobre el conocido peligro de una intervención armada en Irak, que añadiría ulteriores sufrimientos graves a aquellas poblaciones, ya probadas por largos años de embargo”.
“El señor Aziz –decía la nota– ha querido asegurar la voluntad del Gobierno iraquí de cooperar con la comunidad internacional, en particular en materia de desarme; mientras que por parte de la Santa Sede se ha confirmado la necesidad de respetar fielmente, con compromisos concretos, las Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, garantizados por la legalidad internacional”.
Aziz se rindió a la coalición de tropas que invadió Irak, apenas dos meses después de la visita a Roma, en abril de 2003, al poco de ser tomada la capital, Bagdad. En marzo de 2009, fue condenado a una pena de cárcel de 15 años por su presunta implicación en la muerte de 42 comerciantes iraquíes. Cinco meses después, recibió otra sentencia de prisión, acusado de participar en el desplazamiento forzado de población kurda.
El indulto a Tarek Aziz, por razones humanitarias y por su papel mediador ante la Santa Sede y otras instancias internacionales, tratando de evitar una guerra que se ha revelado desastrosa para su país, sería no sólo un acto de piedad del actual Gobierno de Irak, sino una muestra del reconocimiento de sus incansables gestiones negando la existencia de armas químicas en su país, nunca creídos.
Quienes hoy trabajan como mediadores, tras una guerra que ayudaron a provocar, gracias a una eficiente labor de desinformación, serían los mejores intercesores ante quien tiene poder para conceder una medida de gracia. El actual Gobierno iraquí.
Treinta días para apelar
Aziz tiene 30 días para apelar. Si el tribunal de apelaciones confirma la sentencia de muerte, la ley señala que Aziz debe ser ejecutado dentro de los 30 días de la decisión final. El presidente iraquí también debe firmar la orden de ejecución. El ex-ministro de Sadam pronosticó en una reciente entrevista que moriría en prisión, citando su edad y las largas penas de prisión.