(Agencias/InfoCatólica) El Papa dedicó la catequesis de la audiencia a una mística italiana, la beata Ángela de Foligno. De familia rica, Ángela, se casó a los veinte años, tuvo varios hijos y vivió una existencia placentera y despreocupada. Algunos hechos y contratiempos, progresivamente, le hicieron reflexionar y tomar conciencia de sus pecados. Tras una aparición de San Francisco de Asís y una confesión general de sus pecados, Ángela empezó un camino de conversión. “El Libro de la bienaventurada Ángela de Foligno” da testimonio de su propia experiencia de vida y camino espiritual.
Al comienzo de su conversión experimentó un gran miedo al infierno, manifestando una fe todavía pobre ante el amor de Dios. Pero poco a poco comprendió que debía abrirse totalmente al amor de Dios para poner de acuerdo su vida con la de Cristo. Su conversión llega a la plena madurez solamente cuando el perdón de Dios aparece ante su alma como don gratuito del amor de Dios, manantial de amor. A partir de entonces, el Crucificado será su maestro de perfección. Toda su experiencia mística consistirá en llegar a reunirse a Cristo, para dejarse transformar por Él. Admitida en la tercera orden de san Francisco murió serenamente en Foligno, cerca de Asís, en el año 1309.
El Obispo de Roma agregó que la beata enseña a comprender que la verdadera felicidad consiste en la amistad con Cristo y que ello sigue valiendo en esta época, en la que el hombre vive “como si Dios no existiese”. “Estamos todos en peligro por vivir como si Dios no existiese, pero Dios tiene miles de modos, para cada uno el suyo, de estar presente en nuestra alma, de mostrar que existe y que nos conoce”, aseguró el Papa.
A la audiencia asistieron varios miles de fieles de España y América Latina
De España asistieron más de un millar de vecinos de Gandía (Valencia), que se encuentran en Roma para celebrar el V Centenario del nacimiento de san Francisco de Borja (Gandía, 28 de octubre de 1510-Roma, 30 de septiembre de 1572). San Francisco de Borja fue bisnieto del rey Fernando de Aragón y del papa Alejandro VI, albacea del emperador Carlos V, IV Duque de Gandía, grande de España, virrey de Cataluña y Tercer general de la Compañía de Jesús. En 1670 el papa Clemente X lo proclamó santo.