Homilía en la fiesta de San Mateo
S.I.C.B.M. Oviedo, 21 de septiembre de 2010
Querido Señor Obispo auxiliar, Cabildo Catedral y hermanos sacerdotes, Señor Alcalde de nuestra Ciudad, Corporación municipal y demás autoridades, miembros de vida consagrada, fieles cristianos laicos: paz y bien.
Ha llegado nuevamente la fecha de honrar al evangelista San Mateo y nuestra vetusta ciudad se vuelve a vestir de alegría. Todos estamos convocados a estas fiestas que tienen en el día de hoy su centro y su razón de ser.
Todos sabemos que la fiesta está en la entraña de la condición humana. No es una concesión extraña que nos damos para poder sobrevivir con desenfado, o una especie de paréntesis frívolo o amable tregua que nos concedemos para seguir la marcha tantas veces cansina y hostil. La fiesta debe ser una dimensión de la vida desde la cual miramos la realidad también en su aspecto más gratuito y menos utilitarista. Por eso, la fiesta debe formar parte de nuestro cotidiano vivir, no como contraria al trabajo, sino como conciudadana del mismo en las calles y plazas de la vida. Tenemos necesidad de la fiesta como un respiro del alma y del cuerpo. Y sabemos que hasta el mismo Dios supo descansar al término de su obra creadora.
Por esta razón entendemos que la fiesta es un reclamo que nos viene a recordar que hemos sido creados para un gozo que no decline, para una alegría que no dependa de unas fechas en holganza divertida, porque el corazón está hecho para una felicidad grande, infinita, la que tiene la medida de Dios que es quien nos la ha prometido. Bienvenidos al gozo agradecido de la fiesta.
Hemos escuchado atentos el relato de su encuentro con Jesucristo con todo un transfondo biográfico en el Evangelio de este día. Como si el evangelista hubiera perdido por un momento su pudor para permitirnos asomarnos a una escena inolvidable de su vida: cuando por primera vez se vio cara a cara con aquel Maestro especial que era Jesús. Una de las obras maestras del pintor italiano Caravaggio que se puede contemplar en la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, es la vocación de San Mateo. Impresiona el realismo en el cruce de miradas entre Jesús y Mateo, el recaudador de impuestos.
No le citó el Maestro en algún ala del Templo, ni en ninguna sinagoga tranquila y discreta, o en su casa por la noche como hiciera Nicodemo. Irrumpe sin cita previa, a la luz del día, en el rincón de un hombre rodeado de lo que diariamente se cocía en torno a sí: sus cuitas, sus colegas, su recuento y su recaudo, sus sueños y sus trampas. Caravaggio con gran fuerza, ha representado a Jesús que sencillamente señala a Mateo, el cual, se autoseñala con su dedo como dudando, como sugiriendo que se ha equivocado de puerta Jesús. Pero era él y era a él a quien Jesús buscaba, y lo hacía en la trama de un hombre, con toda su carga de ambigüedad y de luz al mismo tiempo, en donde Dios se adentra, señala y llama, invitando a recorrer otra senda, o a recorrer la misma pero de otra bien distinta manera. En la trama cotidiana, Dios se hace presente. Este es el mensaje del encuentro entre Jesús y Mateo.
Al hacer memoria de un recaudador de impuestos que fue por Jesús recaudado, pensamos en las encrucijadas nuestras por donde la vida va y viene con su vaivén acostumbrado. Porque no todos pueden gozar de la fiesta que acabamos de apuntar, de ese festejo tan necesario. No porque sean sosos, o de profesión aguafiestas, sino porque no están los hornos para bollos cuando asolan las contiendas.
Compromiso cristiano
Ayer hablaba con el director de nuestra Cáritas Diocesana, esa institución de la Iglesia que es nuestro humilde orgullo por estar donde está haciendo lo que hace tan eficazmente y tan callando. Me decía que sólo en Asturias, estamos atendiendo a más de 8.000 familias en situación de tremendo deshaucio y desamparo. ¿Por cuánto multiplicaremos esa cifra para saber cuántas personas concretas no tienen fiesta? Pero más me conmovió el dato que se me daba. Que las familias de nuestros mineros que llevan más de tres meses sin cobrar nada, no pocas de ellas tienen fijada una cantidad de ayuda a Cáritas, y que sin embargo no han querido rescindirla aunque ellas necesiten ser ayudadas. Son familias en grave apuro las de nuestros mineros del carbón, y que dan ese impresionante ejemplo de compartir con quienes tienen menos, en un inusual ejemplo de cristiana solidaridad. Tanto me ha conmovido este ejemplo, que ha sido como un aldabonazo. Sólo puedo hacer yo otro tanto, y así lo hago, prescindiendo de mi sueldo tres meses para ponerme a su lado, entregando mi nómina a Cáritas como ayuda voluntaria a tanta gente que sufre forzada sin cobrar o en el paro. No es inmodestia mi gesto contado, sino el testimonio que hago no con bellas palabras que se lleva el viento sino con el compromiso real y por eso cristiano.
Yo agradezco de veras a nuestras autoridades municipales y a las del Principado, a tantas instituciones diversas el esfuerzo que hacen para paliar la penuria de la gente con las nuevas pobrezas. De lo que dependa de Vds., no dejen de hacer lo que puedan con imaginación y generosidad pensando en el bien de las personas.
Pero lo voy a decir de nuevo, para que lo oigan los sordos del cuento, para que lo entiendan quienes fingen no saberlo, para que se les gaste el manido argumentario de que al hablar de cosas que les sonrojan o les acusan, los obispos nos metemos donde no debemos. Pues va a ser que no, que no es de política de lo que hablamos, cuando defendemos la vida en cualquiera de sus tramos, cuando defendemos la familia, cuando defendemos la educación que no domestica. Y con la misma pasión, con idéntica contundencia debo decir que estamos con nuestros mineros, que nos preocupa su situación de progresivo cierre en su trabajo duro llevando al traste su dignidad y su futuro, que nos duele la deriva que sufren sus familias. Estamos con toda esta gente nuestra, a la que queremos de veras como la hemos querido en los años duros de antaño. Como podemos y sabemos queremos caminar con ellos, saliendo al paso como Iglesia para paliar de mil modos su situación económica y social. Lo digo de corazón y con compromiso personal: amigos y hermanos mineros, no estáis solos, contad conmigo, contad con mi pueblo.
Hermanas y hermanos, hoy, fiesta de San Mateo, nos dejamos sorprender por el Señor. ¿Qué le dijo Jesús a él? Nada apenas. Sólo pronunció su nombre y le dijo a bocajarro aquel decisivo ¡sígueme! Mateo se encontró con Jesús, se dejó encontrar por Él. No tuvo que hacer nada especial, ni limar previamente las aristas oscuras que contradecían en él la luz diáfana de Dios, sino que consintió que esa luz entrase y sencillamente iluminase.
Jesús no ha dejado de volver a cada uno, sorprendiéndonos en la mesa de nuestros telonios y telares habiéndose aprendido nuestro nombre. Todo cambió en la vida de Mateo, incluso lo que siguió en el mismo sitio y con las mismas gentes, pero que a partir del encuentro con Jesús todo fue mirado y abrazado de un modo tan diferente. Toda una gracia que se hace nombre y elección, inmerecidamente, cuando aquella misma voz nos dice hoy a nosotros con nuestro nombre en sus labios: a ti te lo digo, tú también ¡ven!
Deseo de corazón que sea un día y unas fiestas llenas de serena paz y alegría compartida. Que con San Mateo, el Señor os guarde y os bendiga nuestra Santina.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo