(Agencias/InfoCatólica) Por doquier aparecía el emblema del movimiento radical del Tea Party: banderas amarillas con una serpiente estampada. “El islam conquistará el mundo”, decía una pancarta. “Mahoma, profeta de la intolerancia”, rezaba otra.
La tensión entre los detractores y los defensores del polémico centro islámico convirtió el Bajo Manhattan en escenario de una insólita “guerra santa”, con enfrentamientos verbales en cada esquina e intercamios de gritos e insultos. Tan sólo la presencia masiva de la Policía, aislando con vallas a los manifestantes, ha evitado los brotes de violencia.
La escena no reflejaba para nada la apesadumbrada unidad que han exhibido los neoyorquinos en pasados aniversarios del 11-S. La Zona Cero era un griterío. Un pastor de la organización evangélica Operation Save America, llegado de Tejas, arengaba a los viandantes con un altavoz: “Nos hemos alejado de Dios, el Islam ataca al mundo”. “¡Que dimita Obama!”, gritaba una mujer. “El islam no es una religión, es una guerra”, añadía otra.
“Esta nación se fundó sobre principios cristianos. Los musulmanes mataron a miles de personas el 11-S. Y ahora quieren burlarse de nosotros con esa mezquita”, explicaba Becky Puckett, de 52 años, llegada de Dallas. “El islam es la ideología del demonio”. A esto añadía David Banham, de 34 años, de Carolina del Norte: “El Corán admite la mentira y la violencia para defender a su dios. No es una religión, es una afrenta”.
Defensores de la mezquita
Un grupo de defensores de la mezquita había organizado una vigilia pacífica, con rezos y velas, en la madrugada del viernes. Ayer, sin embargo, asumieron una actitud más beligerante. A una manzana del lugar elegido para la mezquita organizaron la contramanifestación. Unas 300 personas cantaban y gritaban al unísono a favor de lo que defendían como tolerancia religiosa, con pancartas en las que se leía: “No al racismo, sí a la mezquita”, “¿Qué os parecería si quemáramos un crucifijo?” o “Los musulmanes llevan en Nueva York 400 años”.
“Me ofende que me consideren igual que a aquellos musulmanes radicales que perpetraron los atentados”, decía Tahir Bett, musulmán neoyorquino de 30 años, nacido en Pakistán. “Entiendo el argumento de que el lugar puede ser polémico. Pero para ellos lo es solo porque equiparan nuestra fe con los actos de unos pocos radicales. ¿Qué les parecería si les dijera que, por el hecho de que George Bush invadiera Irak todos deberían pensar que el cristianismo es una fe violenta?”
Paseando con velo entre los contrarios a la mezquita
El arquitecto egipcio Andy Elberry rompió filas y caminó con su esposa (Rasha) y su hermana (Alaa), las dos con el velo islámico y con banderitas norteamericanas, entre los ruidosos detractores del centro islámico. “¡Fuera de Estados Unidos!” o “¡Al diablo con vuestra mezquita!”, fueron dos de las consignas más habituales que les cayeron encima.
“He sentido la necesidad de caminar entre esta gente”, se explicaba Elberry, seguido por un tropel de cámaras y policías que se esforzaron en mantener las distancias. “No lo he hecho con ánimo de provocar, sino de 'educar' a la gente... Yo me fui de mi país por razones políticas, he tenido tres niños que son americanos y considero este país como mío por lo que siempre ha representado”.
Obama vuelve a llamar a la tolerancia religiosa
Desde Washington y ante el Pentágono, Obama redoblaba el llamamiento a la tolerancia y a la libertad religiosa y apelaba al espíritu de la “verdadera” América: “Somos nosotros los que definimos el carácter de nuestro país y no permitiremos que una banda de asesinos que se esconden en cuevas nos roben nuestra identidad (...) No estamos en guerra contra el Islam, sino contra Al Qaeda”.