(Arte Sacro) El prelado comienza la carta recordando algunos eventos que centrarán la atención de la vida de la comunidad diocesana: la próxima beatificación de Madre María de la Purísima el 18 de septiembre, las elecciones -también en septiembre- al Consejo del Presbiterio, la preparación del Seminario Menor de cara a su apertura en septiembre de 2011, y la preparación de los jóvenes de cara a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid en agosto de 2011.
Urge un estilo de vida más austero y solidario
Monseñor Asenjo se extiende a la hora de analizar la crisis social que se deriva de la económica, y recuerda que “la Iglesia ha llamado la atención sobre las raíces éticas de la crisis, que están reclamando la floración de una nueva cultura de la solidaridad y de la participación responsable en la construcción del futuro de nuestro planeta”. En este sentido, invita a toda la comunidad diocesana a “hacer todos los esfuerzos que estén a nuestro alcance para que ningún necesitado que acude a nosotros se sienta defraudado y para que nuestras parroquias sean verdaderos hogares de caridad”.
Eucaristía y recuperación del sentido cristiano del domingo
Más adelante vuelve a reclamar una atención preferente a la Eucaristía, como ya hiciera en anteriores cartas. “En ella recibimos el sustento que hoy necesitamos más que nunca, en estos tiempos recios que nos ha tocado vivir”, señala. Además, subraya la necesidad de recuperar el sentido cristiano del domingo, y para ello pide a los sacerdotes que “cuidemos la dignidad de la celebración, de acuerdo con las normas de la Iglesia, pues no somos los dueños ni de la Eucaristía ni de nuestras comunidades”. En esta línea, el arzobispo destaca también la importancia de potenciar en las parroquias la adoración y el culto eucarístico fuera de la Misa.
Concluye la carta con una llamada a la comunión eclesial: “participar en ella (la Eucaristía) exige vivir la comunión y la fraternidad”, señala. Así, finaliza afirmando que “la comunión en el plano doctrinal y disciplinar, y que se manifiesta también en el mutuo aprecio y afecto fraterno, necesita ser completada por la comunión en el plano pastoral, que es siempre manantial de eficacia en la evangelización y en el apostolado. La comunión -añade- nunca es un valor tangencial en la vida de la Iglesia. Pertenece a su misma entraña”.