(Agencias/InfoCatólica) Citando su encíclica Deus caritas est Benedicto XVI señaló que el relato evangélico nos da la medida de la “universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado por casualidad, sea quien sea”. En ese sentido el Santo Padre recordó que “el programa del cristiano, siguiendo la enseñanza de Jesús, es ‘un corazón que ve’ dónde hay necesidad de amor, y actúa de manera consecuente”.
“El Samaritano –explicó el Papa– se hace cargo de la situación de un desconocido que ha sido abandonado medio muerto por la calle; mientras un sacerdote y un levita han pasado de largo. Por lo tanto la parábola, nos induce a transformar nuestra mentalidad según la lógica de Cristo, que es la lógica de la caridad: Dios es amor, y rendirle culto significa servir a los hermanos con amor sincero y generoso”.
Benedicto XVI evocó, entre largos aplausos de los asistentes, que le felicitaban por su onomástica, la figura de san Benito de Nursia, patrono de Europa, y también patrono del pontificado de Benedicto XVI, quien en varias oportunidades ha dedicado comentarios y catequesis a este santo fundador del monaquismo occidental. El Papa lo mostró como una luz y un verdadero maestro en el desarrollo de la civilización europea.
La sístesis monacal entre acción y contemplación
Habiendo vivido entre los siglo V y VI, época en la que el mundo vivía una difícil crisis de valores y de instituciones causadas por la caída del imperio romano y la invasión de nuevos pueblos, San Benito dió a sus monjes una “regla” que uniera la oración, el estudio y el trabajo, que él consideraba una síntesis perfecta entre acción y contemplación. “Sin oración no hay experiencia de Dios. Pero la espiritualidad de Benito no era una interioridad fuera de la realidad. En la inquietud y la confusión de su tiempo, él vivía bajo la mirada de Dios y justamente así nunca perdió de vista la vida cotidiana del hombre con sus necesidades concretas”, dijo Benedicto XVI.
El Santo Padre subrayó que san Benito hizo mucho por la formación de la civilización europea y todavía hoy indica el camino que debe recorrer.
“Para crear una unidad nueva y duradera, son ciertamente importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual que acuda a las raíces cristianas del continente, porque de lo contrario el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua tentación de quererse redimir por sí mismo, utopía que causó un retroceso sin precedentes en la atormentada historia de la humanidad”.