(Zenit/InfoCatólica) “Desde los primeros días de la Iglesia, los cristianos han estado presentes en la tierra de Abraham, una tierra que forma parte del patrimonio común del judaísmo, el cristianismo y el Islam”, subrayó el Pontífice. Aun representando “una pequeña minoría”, dijo el Papa, los cristianos “pueden dar una valiosa contribución a su reconstrucción y a la recuperación económica a través de sus apostolados educativos y sanitarios, mientras que su participación en proyectos humanitarios proporciona una asistencia muy necesaria en la construcción de la sociedad”.
Sin embargo, para que puedan colaborar, añadió Benedicto XVI, los cristianos iraquíes “deben saber que es seguro para ellos que permanezcan o regresen a sus hogares, y necesitan garantías de que sus propiedades les serán devueltas y sean confirmados sus derechos”. “Es muy de esperar que la sociedad iraquí en el futuro destaque por su convivencia pacífica, tal como está en consonancia con las aspiraciones de aquellos que tienen sus raíces en la fe de Abraham”, agregó.
Violencia contra musulmanes y cristianos
No sólo los cristianos están en peligro, recordó el Papa: “En los últimos años hemos visto muchos actos trágicos de violencia cometidos contra miembros inocentes de la población, tanto musulmanes como cristianos”, que también son contrarios a las enseñanzas del Islam, así como a las del cristianismo”.
“La historia ha demostrado que algunos de los incentivos más poderosos para superar la división viene del ejemplo de aquellos hombres y mujeres que, habiendo optado por la vía del testimonio valiente, no violento, de los valores más altos, han perdido la vida a través de actos cobardes de violencia”. En este sentido, quiso recordar al arzobispo Paulos Faraj Rahho, el padre Ragheed Ganni, y otras víctimas de la violencia. “Que su sacrificio y el sacrificio de tantos otros como ellos, fortalezcan en el pueblo iraquí la determinación moral que es necesaria para que se creen estructuras políticas de mayor justicia y estabilidad”.
Respeto de la dignidad humana, construcción de la convivencia y la paz
El Papa manifestó su deseo de que se llegue pronto a la pacificación del país, y a la construcción de la convivencia en la que participen todos los iraquíes, refiriéndose a las elecciones democráticas del 7 de marzo de 2010. A pesar de los “intentos de intimidación” por parte “de aquellos que no comparten esta visión”, afirmó el Papa, la gente “mostró gran coraje y determinación porque se presentaron en las mesas de votación en grandes cantidades”. El Papa auguró por tanto la pronta formación de un nuevo Gobierno “para que la voluntad del pueblo por un Iraq más estable y unificado se pueda lograr”.
En este sentido, exhortó a los políticos a que muestren ellos también “un gran coraje y determinación, a fin de cumplir las altas expectativas que se han depositado en ellos”. También aseguró que la Santa Sede “seguirá prestando toda la asistencia que pueda, de manera que Iraq pueda asumir el lugar que le corresponde como un país líder en la región, con mucho que aportar a la comunidad internacional”.
Por ello, el Papa afirmó que el nuevo Gobierno “tendrá que dar necesariamente prioridad a medidas destinadas a mejorar la seguridad de todos los sectores de la población”, en particular las distintas minorías. “De hecho, es de suma importancia para cualquier sociedad saludable que la dignidad humana de cada uno de sus ciudadanos sea respetada tanto en la legislación como en la práctica, es decir, que los derechos fundamentales de todos deberían ser reconocidos, protegidos y promovidos”.
Libertades de religión y de culto
Entre estos derechos, subrayó que el respeto a la libertad de religión y la libertad de culto “son de suma importancia, ya que ellas son las que permiten a los ciudadanos vivir en conformidad con su dignidad trascendente de personas hechas a la imagen de su divino Creador”.
“Por tanto, espero y rezo para que estos derechos no sólo sean reconocidos por la legislación, sino que hagan mella en el tejido de la sociedad, pues todos los iraquíes tienen un papel que desempeñar en la construcción de una paz justa y un clima moral y pacífico”.
Concluyó con su deseo de que “Iraq resurja de las experiencias difíciles de la década pasada como un modelo de tolerancia y cooperación entre musulmanes, cristianos y otros, al servicio de quienes más lo necesitan”.