(Agencias/InfoCatólica) Benedicto XVI evocó su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida; y resaltó que la Iglesia tiene como tarea conservar y alimentar la fe del pueblo de Dios y de recordar también a los fieles que, por el bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.
“Como administradores del supremo sacerdocio”, explicó el Papa, “tenéis que procurar que la liturgia sea verdaderamente una epifanía del misterio. Es decir, expresión de naturaleza genuina de la Iglesia, que activamente presta culto a Dios, por Cristo en el Espíritu Santo”. Por ello, añadió el Santo Padre, “de todos los deberes de vuestro ministerio, el más imperioso e importante es la responsabilidad en lo que concierne a la celebración de la Eucaristía”. Seguidamente alentó a los prelados brasileños a
“ayudar a los fieles confiados a vuestros cuidados pastorales a descubrir la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios, que entregó a su Hijo para nuestra salvación. Como bien sabéis, creer consiste sobre todo en abandonarse a este Dios que nos conoce y ama personalmente, aceptando la Verdad que Él reveló en Jesucristo, con la actitud que nos lleva a tener confianza en Él como revelador del Padre. Queridos hermanos, tened gran confianza en la gracia y sabed infundir esta confianza en vuestro pueblo, para que la fe sea siempre guardada, defendida y transmitida en su pureza e integridad”
Asimismo, Benedicto XVI aseguró que los obispos, como guías del pueblo cristiano, tienen que promover la participación de todos los fieles en la edificación de la Iglesia, gobernando con corazón de siervo humilde y de pastor afectuoso, teniendo como meta la gloria de Dios y la salvación de las almas. Es un derecho y un deber, dijo el Papa:
“En virtud del munus de gobernar, el obispo está llamado también a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a sus cuidados pastorales, a través de leyes, directivas y sugerencias, como está previsto en la disciplina universal de la Iglesia. Este derecho y deber es muy importante para que la comunidad diocesana permanezca unida en su interior y camine en sincera comunión de fe, de amor y de disciplina con el obispo de Roma y con toda la Iglesia. Por ello, no os canséis de alimentar en los fieles el sentido de pertenencia a la Iglesia y la alegría de la comunión fraterna”.