(RV/InfoCatólica) El Papa pidió el apoyo de los prelados para quienes defienden los valores cristianos en estos ambientes, para que puedan "vivir la libertad cristiana como fieles laicos". Por este motivo el Papa invitó a mantener viva en el escenario actual la dimensión profética, sin mordazas, porque "la palabra de Dios no está encadenada" (2 Tm 2,9).
El Santo Padre analizó la dificultad de la fe de llegar a los corazones cuando "en opinión de muchos la fe católica ha dejado de ser patrimonio común de la sociedad, y se la ve a menudo como una semilla acechada y ofuscada por ‘divinidades’ y por los señores de este mundo". En este sentido Benedicto XVI evocó las palabras de Juan Pablo II en su discurso en el vigésimo aniversario de la promulgación del Decreto conciliar Apostolicam actuositatem en 1985: "La Iglesia –dijo Juan Pablo II– tiene necesidad sobre todo de grandes corrientes, movimientos y testimonios de santidad entre los ‘fieles de Cristo’, porque de la santidad nace toda auténtica renovación de la Iglesia".
Ante los obispos portugueses el Papa quiso agradecer la acogida recibida, señalando que este viaje se ha realizado también "por una deuda de gratitud con la Virgen María". "Como veis, el Papa necesita abrirse cada vez más al misterio de la Cruz, abrazándola como única esperanza y última vía para ganar y reunir en el Crucificado a todos sus hermanos y hermanas en humanidad. En obediencia a la Palabra de Dios, está llamado a vivir, no para sí mismo, sino para que Dios esté presente en el mundo".
El Papa quiso recordar de modo especial su encuentro con los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales, que ha sido –en palabras del Santo Padre– "una agradable sorpresa". "Al observarlos", dijo el Santo Padre, " he tenido la alegría de ver cómo, en un momento de fatiga de la Iglesia, el Espíritu Santo creaba una nueva primavera", despertando "la alegría de ser cristianos". Benedicto XVI pidió a los obispos que sean "portadores de carisma", y no solo cargos eclesiales. "De este modo, por un lado, hemos de sentir la responsabilidad de acoger estos impulsos que son un don para la Iglesia y le dan nueva vitalidad, pero, por otro, hemos de ayudar también a los movimientos a encontrar el camino justo, haciendo correcciones con comprensión, esa comprensión espiritual y humana que sabe aunar la guía, el reconocimiento y una cierta apertura y disponibilidad para aprender".
Para el Santo Padre el problema principal es que se ha relegado a segundo plano durante demasiado tiempo, "la responsabilidad de la autoridad como servicio para el crecimiento de los demás y, antes de nadie, de los sacerdotes. Ellos están llamados a servir en su ministerio pastoral integrados en una acción pastoral de comunión". Lo que no quiere decir, matizó el Pontífice, volver al pasado, sino "recuperar el fervor de los orígenes, la alegría del comienzo de la experiencia cristiana".
Antes de concluir, Benedicto XVI pidió a los obispos que renueven su vigor apostólico y que, con sentimientos de misericordia y compasión, sean capaces de responder a situaciones de graves carencias en la sociedad. Igualmente les exhortó a que no se debiliten ante las dificultades, manteniendo vivo en el país su testimonio como profetas de justicia y de paz. "Que se instituyan organizaciones y se perfeccionen las ya existentes, para que puedan responder con creatividad a todas las pobrezas, incluida la de la falta de sentido de la vida y la ausencia de esperanza".